El gobierno de Sebastián Piñera está decidido a retomar un antiguo y
complejo debate. Tras la constitución de una comisión público-privada
que, actualmente, afina las bases de lo que serán las indicaciones al
proyecto Bioseguridad de Vegetales Genéticamente Modificados, se
retomará la discusión legislativa sobre el cultivo y comercialización en
Chile de los alimentos denominados transgénicos.
Así lo adelantó
el ministro de Agricultura José Antonio Galilea, hace sólo unos días
durante el encuentro Enela 2010, que se llevó a cabo en Temuco. Y sacó
aplausos.
En la actualidad, la única norma específica en Chile
sobre transgénicos está en una resolución del Servicio Agrícola y
Ganadero (SAG) sobre Normas y Regulación de Liberación de Transgénicos.
Según ese decreto, sólo se autoriza en Chile la entrada de semillas
transgénicas para multiplicación con fines de exportación. No se permite
para consumo.
Mesa de trabajo
Para Miguel Ángel
Sánchez, director ejecutivo de ChileBio (asociación que reúne a las
empresas agrícolas Bayer S.A., Dow AgroSciences Chile S.A., Monsanto
Chile S.A., Semillas Pioneer Chile Ltda. y Sygenta S.A.) y miembro de la
mesa de trabajo convocada por el Ministerio de Agricultura, reabrir la
discusión es clave.
Durante meses se han abocado a analizar la
moción que se encuentra estancada en el Senado -presentada el 2006 por
los senadores Eduardo Frei, Andrés Allamand, Alberto Espina, Juan
Antonio Coloma y Fernando Flores- que busca regular la incorporación de
los transgénicos a la producción agrícola del país.
"Mantener una
industria como la semillera, que basa su producción en semillas
transgénicas amparadas en una sola resolución, es un poco débil para la
magnitud del negocio", explica Sánchez amparado en cifras que muestran
que la exportación de semillas transgénicas ha significado para el país
ingresos por sobre los US$ 520 millones.
A su juicio, "es bueno
tener un marco regulatorio para saber a que reglas atenerse".
Actualmente, en Chile el consumo de productos transgénicos no está
aprobado, sólo está permitida la producción de semillas para su
exportación. Entre las con mayor volúmen de producción se encuentran las
semillas transgénicas de maíz, canola y soya.
"Afuera procesan el producto final y nosotros lo importamos y finalmente, consumimos ese mismo maíz o soya", sentencia Sánchez.
"Chile
está perdiendo por no poder producir transgénicos para consumo interno a
falta de un marco regulatorio de estos productos", agrega.
Así,
cree que "al país se le están negando los beneficios a la ciudadanía que
entregan los transgénicos, por ejemplo -menciona- mejores contenidos
nutricionales, seguridad alimentaria, entre otros", precisa.
Potenciar la competitividad
Para Miguel Ángel Sánchez es necesario incrementar la competitividad de ciertos productos nacionales.
El
caso de la remolacha azucarera es, a juicio de Sánchez, un claro
ejemplo de lo que los transgénicos aportan en beneficios a la
productividad. Hace 40 años en el país existían 50 mil hectáreas
productoras de remolacha, en la actualidad sólo existen 18 mil
hectáreas, según los antecedentes recopilados por el director de
ChileBio.
Y añade "Estamos además, impidiendo el desarrollo de la investigación y del desarrollo a nivel nacional".
¿Mitos o realidades?
Otro
aspecto que necesariamente deberá abordar la mesa de trabajo ad hoc, es
la fuerte resistencia que provoca el tema entre grupos ambientalistas
como Greenpeace, que ha desarrollado una fuerte campaña en contra del
consumo de este tipo de alimentos por su eventual daño a la salud
humana.
En Chile, la entidad se ha abocado específicamente al
derecho de las personas a saber si está consumiendo alimentos
transgénicos (ver recuadro) e incluso hay mociones parlamentarias que
buscan al menos, que los precios de dichos productos sean más bajos.
Según Sánchez, "hay que tratar de informar de forma simple y directa sobre la realidad de los transgénicos".
"No existe ninguna publicación científica válida que demuestre algún efecto adverso en los cultivos transgénicos", concluye.