El caso de la madre de La Pintana, formalizada a principios de año por parricidio consumado tras desconectar del soporte vital a su hijo de 28 años, quien vivía en condición de tetraplejia, estaba bajo su cuidado y dependía de oxígeno para sobrevivir, reabrió el debate sobre las enormes dificultades que existen en torno a los cuidados no remunerados.
En Chile, las mujeres son quienes más se dedican a esta labor. Cifras del Ministerio de Desarrollo Social indican que de las 157.794 personas cuidadoras inscritas en el Registro Social de Hogares, 86% son mujeres y solo 14% hombres.
Según la Red de Protección Social, el aporte monetario mensual que recibe una persona que cuida a otra con discapacidad severa llegó en 2024 a $ 32.991, beneficio que deben solicitar en el Centro de Atención de Salud en el que esté inscrita la persona en situación de dependencia.
Entre el 2023 y el 2024, la Red Local de Apoyos y Cuidados, del programa Chile Cuida -que entrega apoyo en el cuidado y relevo a las cuidadoras en sus hogares para que disminuyan su nivel de sobrecarga- creció de 90 a 152 comunas, destaca Javiera Toro, ministra de Desarrollo Social y Familia, y adelanta que para este año esperan aumentar esa cobertura en 215 comunas del país, para que en 2026 la cobertura llegue a los 75 mil hogares con personas con dependencia severa. A esto, se suma la primera Política Nacional de Apoyos y Cuidados -presentada el jueves 6 de marzo- que entrega 100 medidas concretas que regirán las iniciativas y programas de apoyo y cuidados durante los próximos cinco años.
Si bien el desarrollo de la red es un avance, las cuidadoras coinciden en que hay desafíos para que los programas logren ajustarse a las necesidades de cada hogar.
Desde hace ocho años, Gloria Sepúlveda cuida de su hermana con discapacidad y dependencia severa. Antes cuidó a sus padres y, cuando murieron, debió hacerse cargo de la menor de la familia. “Me quedé con un bebé grande y sin saber qué hacer”, dice, y añade que, a raíz de esta situación, debió dejar su trabajo en Valdivia y volver a Santiago a la casa familiar. Logró salir adelante gracias a la ayuda de sus vecinos, según cuenta, pero no volvió a encontrar trabajo. “Pensé: ‘no importa, después voy a encontrar’, pero cuando me preguntaban por qué había renunciado les contaba la verdad y se me cerraban todas las puertas”, reflexiona.
Verónica Contreras, presidenta de la Asociación Ciudadanas Cuidando y cuidadora de su hijo con discapacidad severa también debió dejar su trabajo. Hoy, su hijo tiene 12 años, pero ninguna independencia. “Es como una guagua y se alimenta por una sonda, es dependiente de oxígeno, no camina y no se comunica verbalmente”, cuenta.
La angustia del futuro y el empobrecimiento
Una de las principales preocupaciones de Contreras es “sostener la economía del cuidado”. Es difícil no solo para ella, sino también para el resto de las mujeres que están en su misma situación, ya que no trabajan de manera formal y deben compatibilizar las oportunidades con las demandas de cuidado. Contreras dice que muchas están empobrecidas: “Hay personas que mudan con diarios, o que bañan a sus hijos en el patio porque no están las condiciones en sus casas”.
Según la Red de Protección Social, el aporte monetario mensual que recibe una cuidadora de una persona con discapacidad severa llegó a $ 32.991 en 2024 y para acceder a este beneficio deben solicitarlo en el Centro de Atención de Salud en el que esté inscrita la persona en situación de dependencia.
“Hay muchas personas cuidadoras que no tienen para comprar los insumos, que no tienen ni siquiera para comer”, complementa Romina Fuentealba, cuidadora desde hace 12 años de su hija, quien tiene un diagnóstico de dependencia por parálisis cerebral y discapacidad motora. Hace cinco años trabaja como concejala de la comuna de Pedro Aguirre Cerda y reconoce que lo más complejo ha sido coordinar la ayuda para cuidar a su hija cuando no se encuentra en condiciones de asistir a la escuela especial. Asimismo, indica que otro desafío es qué ocurre si ellas como cuidadoras se enferman o sufren algún accidente mortal y en qué situación dejaría eso a la persona a la que cuidan.
Ruby Gutiérrez cuida a su hijo de 19 años, quien está en el espectro autista y mantiene una dependencia severa. Y coincide con esa preocupación: “Si el día de mañana nos pasa algo, ellos se van a quedar acá solos porque prácticamente nadie sabe que existimos”, indica. Desde hace tres años trabaja como encargada de un programa de discapacidad en la comuna de Pedro Aguirre Cerda y su temor es no poder continuar por lo demandante de los cuidados. “Ser cuidadora es dejar tu vida ciudadana por cuidar”, afirma.
Para Fuentealba, debe existir contención y apoyo en caso de que la persona a su cuidado fallezca: “Si no he socializado hace 20 o 30 años, ¿cómo enfrento el mundo? ¿cómo salgo a buscar trabajo si no tengo ni vida personal?”, se pregunta.
La presidenta ejecutiva de ComunidadMujer, Alejandra Sepúlveda, explica que los cuidados son la principal causa de inactividad, subempleo horario e informalidad laboral y asegura que resolver estos problemas “no solo requiere del Estado, también involucra cambios legislativos, sociales y culturales referidos a una distribución igualitaria de las responsabilidades parentales y de los cuidados”. En ese escenario, resalta que el proyecto de ley que establece el Sistema Nacional de Apoyos y Cuidados que hoy se tramita en el Congreso “es un avance crucial”, al reconocer el cuidado como un derecho fundamental.
Expectativas
Como respuesta a la sobrecarga de esta labor, la ministra de la Mujer, Antonia Orellana, cuenta que están avanzando en la instalación de los primeros 100 Centros Comunitarios de Cuidados del país. “Son espacios que incorporan servicios de atención social y psicoemocional, además de una oferta de actividades diseñadas para abordar sus necesidades”, dice. Asimismo, resalta que este año están aumentando en 25% el presupuesto para ampliar los programas de cuidados que ya existían.
Entre los avances, Toro destaca la creación de la credencial de cuidadoras no remuneradas y asegura que esperan que el proyecto de ley que crea el Sistema Nacional de Apoyos y Cuidados avance de manera expedita para convertirse en ley este año.
En ese contexto, Sepúlveda plantea que el actual programa Chile Cuida se vería muy fortalecido por una ley marco, para que verdaderamente el cuidado “sea considerado el cuarto pilar de la protección social, uno que reconoce el derecho al cuidado y orienta su acción bajo el principio de corresponsabilidad social”.
Las cuidadoras coinciden en la relevancia que han tenido organizaciones sociales como Ciudadanas Cuidando y Yo Cuido, al prestarles apoyo emocional y orientación, además de la posibilidad de conocer a otras personas que se encuentran en la misma situación. Y, aunque tienen expectativas divididas sobre el proyecto de ley, coinciden en que lo más urgente es avanzar en una oferta de oportunidades de trabajo concretas y evaluar la posibilidad de aumentar el monto mensual de estipendio. “Seguimos teniendo la esperanza de que no somos invisibles y que somos personas que aportamos a este país”, concluye Fuentealba.