Habiendo impartido clases por casi 60 años en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile -y otros 27 años en la UC-, Luis Ortiz Quiroga, cuyo fallecimiento fue reportado este martes, no solo destacó como uno de los principales abogados penalistas del país, sino que también como un referente para la formación de varias generaciones de estudiantes que siguieron ese camino profesional.
Así lo recuerdan varios penalistas formados en Pío Nono, que consideran la influencia de Ortiz como determinante en sus propias trayectorias.
“¿Por qué me refiero al profesor Ortiz como un maestro sin haber sido su alumno? La respuesta, a mi juicio, es sencilla y retrata sin más la trascendencia de personas excepcionales en la vida de los demás. Ese es el caso de Luis Ortiz Quiroga. Su impacto en la vida y carrera de otros -entre los que me incluyo- fue decisiva”, escribió Gabriel Zaliasnik para un homenaje a Ortiz realizado en noviembre pasado.
Hoy socio de AZ, el penalista sostuvo que fue Ortiz quien lo incentivó a emprender su propio camino y que incluso, mientras instalaba su oficina, lo invitó a colaborar en el emblemático juicio entre los controladores del Banco BHIF y el empresarios Francisco Javier Errázuriz tras la venta del Banco Nacional. “Había en ello un impulso decidido a que mi aventura profesional resultara”, sostuvo.
“(Ortiz) con enorme talento comprendió a cabalidad la importancia y extensión del rol del abogado en nuestra sociedad. Esa comprensión la volcó a lo largo de su recorrido por las aulas académicas (...) veló sin compromisos por la preservación de los valores y derechos más esenciales que legitiman nuestra actuación profesional”, agregó.
“Un hombre difícil de definir por sus múltiples facetas. Resulta inolvidable su sonrisa directa y su cordialidad. Su carácter sencillo y llano. La observación aguda, la inquebrantable curiosidad y el compromiso por el derecho que lo llevó a desempeñar diversas profesiones jurídicas. Sus otros intereses que le dieron distancia y lucidez para apreciar los problemas jurídicos, y su sensibilidad que le dio empatía para comprender los conflictos y sus razones subyacentes”, reseña la doctora en Derecho y Ciencias Penales, litigante y académica, Soledad Krause.
También exalumna de la Universidad de Chile, la abogada afirmó que “muchos encontramos en él inspiración, un modelo de vida y de profesional que mantuvo la excelencia en el ejercicio práctico sin renunciar a la vocación académica y al estudio teórico. También un modelo de ciudadano comprometido con Chile y su consolidación institucional, como se ve en su invaluable contribución a la Universidad, el Instituto de Ciencias Penales, o el Colegio de Abogados de Chile”.
Los recuerdos de "Don Luis"
A juicio de otro egresado de esta facultad, el socio de BACS Abogados, Miguel Schurmann, Ortiz es “una figura prominente para todo penalista y para todo estudiante o académico” de la Casa de Bello.
“Don Luis era valiente. Asumió la representación legal en causas incómodas para el poder cuando muchos miraron para el lado. Don Luis asumió como decano subrogante de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile con una comunidad académica quebrada luego de una toma histórica y llevó a la Facultad nuevamente a su cauce institucional e histórico”, afirmó.
Además de resaltar su trato cordial y amable, también planteó que “don Luis era no solo brillante, sino que también muy honesto y generoso. Siempre atendía a las ideas y aportes que cualquiera pudiera tener en la sala, sin importar su edad o reconocimiento en el mundo académico o profesional”.
Y cerró: “No solo nos ha dejado un maestro, sino que un portento, un referente imprescindible para nuestro ejercicio académico y profesional”.
El penalista Julian López Masle fue otro que comenzó su carrera como procurador de Ortiz y, según recuerda, más adelante terminaría trabajando en oficinas encontradas con él dentro del mismo piso de un edificio, además de compartir roles como consejeros en el Colegio de Abogados y como miembros de comisiones arbitrales.
“Don Lucho fue uno de los profesores y abogados más carismáticos que conoció mi generación. Hacía clases y alegaba en las cortes sin arrogancia, con una soltura que cautivaba. Fue un modelo de ejercicio amable de la profesión de abogado: supo defender con firmeza sus convicciones y sus causas sin dejar por ello de ser cordial, risueño y cercano. Quienes crecimos bajo su influjo lo vamos a echar mucho de menos”, dijo López.