Clive Crook

Para los intransigentes, el botín

Evitar el default en EEUU es bueno, pero desactivar una amenaza que nunca debería haberse hecho no es algo para...

Por: Clive Crook | Publicado: Martes 2 de agosto de 2011 a las 05:00 hrs.
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Evitar el default en EEUU es bueno, pero desactivar una amenaza que nunca debería haberse hecho no es algo para presumir. La historia de los últimos meses no puede olvidarse. ¿Se repetirá esta farsa cada vez que deba aumentarse el techo de la deuda? Esa pregunta es un nuevo factor de riesgo en sí mismo.



Afortunadamente, los recortes del gasto a corto plazo serán moderados, pero incluso recortes tímidos son arriesgados con el estancamiento de la recuperación. Las cifras revisadas de crecimiento en la primera parte del año fueron alarmantes. Un estímulo temporal debería haberse incluido en la mezcla. Dependiendo del proceso que desencadene un segundo conjunto de recortes, el acuerdo reducirá el endeudamiento a largo plazo, pero no lo suficiente. La estrategia de contención de la deuda debe incluir una reforma tributaria profunda.

La batalla por el techo de la deuda resuelve menos de lo que se podría pensar. Los resultados políticos serán más inmediatos. Los republicanos hicieron una apuesta enorme. Si hay default y se les culpa, pagarán un precio terrible. En cualquier otro escenario, ganan. La lógica es brutal: apenas se movieron, y los demócratas cedieron. Muchos en su propio partido culpan al presidente. Dicen que se rindió. Barack Obama puede ser el mayor perdedor en todo esto. Y se plantea la cuestión, ¿quiere EEUU a un perdedor en la Casa Blanca? Qué injusto, se puede decir. Los republicanos tomaron al país de rehén, vinculando el techo de la deuda a sus planes de recortes del gasto y negándose a desviarse. Una y otra vez, Obama y los demócratas cedieron. Con el default avecinándose, eso era lo responsable. En un momento John Boehner, líder de los republicanos de la cámara, llegó a un acuerdo con el presidente que habría incluido modestos aumentos de impuestos. El Tea Party dijo que no, y Boehner capituló. Muchos demócratas también se oponían. A diferencia de Boehner, Obama estaba dispuesto a hacer frente a su oposición interna. Así que Boehner se rindió a sus extremistas, puso la economía en peligro y está dispuesto (si su partido tiene el ánimo) a cantar victoria. Obama desafió la base demócrata, pactó con el GOP en el interés nacional y está dispuesto a ser catalogado (incluso por su propio partido) como un debilucho. A la intransigencia imprudente va el botín -no es algo que lo llene a uno de optimismo sobre el futuro de EEUU. Ciertamente, es injusto. Por otra parte, no tenía que ser así. Uno debe preguntarse cómo llegaron Obama y su partido a esta posición. La intransigencia imprudente no era suficiente para que los republicanos dictaran la política fiscal; también necesitaban una mayoría en la cámara de representantes. Los demócratas tuvieron que lidiar con una economía plana entre 2008 y 2010 -pero también se excedieron y lo hicieron a sabiendas, aprobando una reforma de salud a la que la mayoría de los estadounidenses se oponía (y todavía lo hacen). Obama se mantuvo al margen y dejó que pasara.

Con notables excepciones como el ataque al complejo de Osama bin Laden, quedarse a un lado y dejar que las cosas sucedan ha sido un sello de su presidencia: “liderando desde atrás”, como lo llamó (créalo) un admirador. En una fase crucial de final de las conversaciones del techo de la deuda, el presidente se encontraba al costado una vez más. En política fiscal, Obama ha defendido tímidamente una posición débil. Ninguna de sus líneas prosperó. El país está preocupado por la deuda pública, y piensa que el gobierno está gastando demasiado. Obama debería haber avanzado con firmeza una posición fuerte: las necesidades de endeudamiento de largo plazo tienen que bajar, y hay que recortar el gasto junto con la reforma fiscal. Eso habría consternado a muchos en su partido, pero terminó consternándolos de todas formas. Habría involucrado trabajar con los republicanos, lo que parece imposible con el partido en su actual estado de ánimo híper conservador. Pero incluso el Tea Party no es una ley por sí mismo. Como cualquier facción política expresa, y por lo tanto responde al ánimo público. Al liderar desde el frente, Obama podría haber guiado a la opinión pública. En cambio, él... se quedó al margen y dejó que las cosas pasaran. Lo hicieron, y lo que sea que venga ahora, su presidencia está en problemas.

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