Columnistas

¿Diagnóstico en salud?: Negligencia

Tomas Sanchez V. Autor de Public Inc., Investigador Asociado de Horizontal

Por: Tomas Sanchez V. | Publicado: Jueves 11 de agosto de 2022 a las 04:00 hrs.
  • T+
  • T-

Compartir

Tomas Sanchez V.

La industria de la Isapres perdió 73 mil millones de pesos en el primer semestre, sumándose los 137 mil millones perdidos el año pasado. Esto ha puesto en el tapete la fragilidad del sistema, y como potencialmente una crisis de liquidez en los principales pagadores pondría en aprietos a toda la cadena de suministro, Fonasa colapsaría.

Por otro lado, las Isapres han perdido sostenidamente participación de mercado frente a Fonasa, llegando al 19%. Lo que se complementa con que solo en abril se ingresaron más de 160 mil recursos de protección a las Cortes de Apelaciones del país en contra de las Isapres, un claro síntoma de que algo funciona mal. Sobre todo si esa cifra fue de a 200 mil el año 2020 y solo de 5 mil hace diez años. Es decir, a vista y paciencia de todos, hemos visto cómo el sistema estaba generando mayores conflictos entre las partes, además de colapsar el Poder Judicial, y no se hizo nada.

“El mercado de la salud es difícilmente un mercado, ya que existe una asimetría de información abismante. Por eso un sistema de salud debe considerar espacios de cuasi mercado estrictamente regulados, velando por la población”.

De la misma forma, pocos pusieron el grito en el cielo cuando en 2020, VidaTres, Masvida y Banmédica tuvieron rentabilidades sobre capital y reservas de 96%, 57% y 38%, respectivamente. En solo un par de años una industria regulada ha demostrado una volatilidad que simplemente desnuda la incompetencia del regulador, o el mal diseño del sistema.

Nuestra clase política nuevamente nos recuerda su incapacidad para resolver los temas a tiempo. Después de años debatiendo y consensuando que una nueva Constitución podrá tener muchas virtudes, pero no resolver por arte de magia malas políticas públicas, he aquí un nuevo ejemplo donde necesitábamos de técnicos y buena política para entregar bienestar a la vena.

El mercado de la salud es difícilmente un mercado. En un mercado eficiente, comprador y vendedor saben lo que están transando. Y en caso de que una de las partes falte a su compromiso, existe un mecanismo efectivo de mercado que castiga a quien no cumple, a un costo razonable para la contraparte. Es decir, si compro pan duro, nunca vuelvo a esa panadería, se lo contaré a todos los vecinos, y el costo fue un mal desayuno. Sin embargo, eso no ocurre en la industria de la salud, donde existe una asimetría de información abismante y donde el costo de una mala decisión puede ser la vida y la quiebra. Por lo mismo, un sistema de salud debe considerar espacios de cuasi mercados estrictamente regulados, velando por el bienestar de la población.

Es tan simple como estudiar los sistemas de salud en el mundo que funcionan bien. Países como Canadá, Reino Unido, o Alemania disfrutan de las virtudes de un sistema que combina lo mejor de las capacidades públicas y privadas, con una estructura híbrida. A su vez, se apalancan en el poder monopsónico del Estado para resguardar el presupuesto de todos, combatir potenciales abusos de posiciones dominantes y balancear diversos intereses.

Queridos extremistas, no sean testarudos. El mejor ejemplo de un sistema desintegrado es Estados Unidos, que tiene por lejos el costo por usuario más alto del planeta con la peor expectativa de vida para su nivel. Por otro lado, Fonasa es tan mal pagador que la Ley de pago a 30 días tuvo que ser acomodada sólo para esta Institución y paga miles de insumos a sobreprecio, porque son pocos los proveedores que se arriesgan.

El diseño de un nuevo sistema de salud es una tarea técnicamente compleja que requiere de mucho dialogo político, para evitar una debacle que nos podría hacer retroceder varias décadas.

Lo más leído