Eufemismos en Educación Superior
Daniel Contesse Vicerrector de Innovación y Desarrollo U. del Desarrollo
En el debate sobre educación superior nos han tratado de confundir con conceptos ambiguos que se visten de nobleza, cuando en realidad simplemente buscan defender intereses particulares. Son buenas frases para las masas, pero basta analizarlas un poco para descubrir su falta de fondo.
La universidad pública es tal vez el concepto más emblemático en esto. ¿Qué significa que una universidad sea pública o de vocación pública, como gustan decir otros? El concepto de educación pública, tal como se ha intentado usar en Chile en el último tiempo, es un invento para tratar de separar artificialmente a las instituciones. Habrían algunas que tienen un interés noble, mientras otras serían mucho más básicas y pedestres en su vocación. Es una idea de contrabando de algunos que tienen como interés aparentar un propósito superior, el que los haga merecedor de ciertos privilegios en desmedro de los proyectos supuestamente no públicos.
Pero una cosa es el propósito de las entidades y otra es su propietario y controlador. Respecto de lo último, esto es muy simple: existen universidades estatales y universidades privadas, punto. En relación al propósito de estas instituciones, la cosa tampoco es tan compleja. Existiendo diversidad en las formas en que las universidades se organizan y los propósitos específicos que éstas persiguen, la verdad es que todas las instituciones de educación superior tienen como objetivo contribuir a la sociedad a través de la formación de capital humano, de la generación de conocimiento y de su difusión.
Las motivaciones para fundar una universidad pueden variar, pero que todas éstas generan valor público es innegable. Algunas lo harán mejor que otras, pero eso no tiene nada que ver con calificarlas de públicas o no públicas. ¿Cómo podría una institución, que se dedica a formar profesionales para el país y eventualmente a generar y transferir conocimiento no tener un rol público? Además, ¿quién tiene la capacidad de decir qué proyectos son públicos y cuáles no? ¿Qué criterio define esa tan artificial frontera?
Por supuesto, la propuesta es que un grupo de iluminados se reúna para consensuar los criterios que hacen acreedor a una universidad del título de pública y de pasada darle así acceso a beneficios especiales totalmente discriminatorios. Nada más artificial, alejado de la realidad y contradictorio con la evidencia que muestra que cada proyecto genera en la práctica valor público.
Cuidado con el lenguaje y el contrabando de ideas. Cuidado con comprarnos ruedas de carretas. Éste es un claro intento de disfrazar algunos proyectos educativos de una característica especial, que en realidad no tiene nada de especial.