Jorge Quiroz

Chile está loco loco loco…

Por: Jorge Quiroz | Publicado: Lunes 15 de abril de 2013 a las 05:00 hrs.
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En la película de Stanley Kramer (“El Mundo está loco loco loco”, 1963) un grupo variopinto de automovilistas, después de no ponerse de acuerdo respecto de cómo se repartirían un supuesto botín enterrado por años en un lejano parque, emprenden una loca carrera, cada uno por su cuenta, en busca del tesoro escondido. En el trayecto se van sumando más y más personas hasta que termina por incorporarse a la saga el propio alguacil que los seguía, desilusionado con su inminente y paupérrima jubilación. Como podría preverse, la cosa termina mal, con el grupo completo colgando de una escalera que se desprende de un edificio abandonado y el botín, en dólares duros de la época, volando por los aires, para deleite -y beneficio- de cientos de curiosos.

Con algo de humor negro, la coyuntura nacional cada vez se parece más al guión de la comedia en comento. La economía crece, qué duda cabe, y ese crecimiento ha generado casi 800.000 empleos, aumentos en los salarios y una cuantiosa recaudación fiscal, todo ello, en los últimos tres años. Pero, junto con ese progreso, aparecen cada vez más grupos que parecen creer que los beneficios del crecimiento serían una suerte de “botín”, al que se debe acceder no importando qué medios se usen, incluso si ello implica coartar los derechos de los demás, estropear el clima de negocios y con ello, acaso disipar el supuesto botín antes de siquiera poder echarle mano.

Los ejemplos sobran. En febrero del año pasado se interrumpió por varios días el libre tránsito entre Aysén y Chacabuco a causa de diversas tomas y movilizaciones; ello ocasionó cuantiosas pérdidas económicas de empresas salmoneras que no pudieron llegar con alimento para los peces. Todo ello ocurrió, mientras el artículo 19 de nuestra Constitución Política, que otorga derecho a todos sus ciudadanos al libre tránsito por el territorio, se transformaba en letra muerta, a vista y paciencia de todo el país. Como si fuera poco, el líder de tamaño delito (sí es un delito) lejos de ser sancionado es hoy candidato a diputado de un partido que se dice “de centro”. Similares violaciones a los derechos constitucionales ocurren todos los días en algunas zonas de la Araucanía, donde grupos violentistas hostigan a ciudadanos comunes y corrientes que intentan sobrevivir como pueden.

Pero la cosa no termina ahí. En la reciente huelga -ilegal- acaecida en algunos puertos, los trabajadores que intentaron volver a faena sin acatar la huelga debían entrar encapuchados para evitar que los huelguistas los identificasen y después los hostilizasen, a ellos y sus familias. Nuevamente, ahí se fue por tierra el mismo artículo de nuestra Constitución, esta vez en la parte que alude al derecho a ejercer libremente el trabajo. Ello, sin hablar de las millonarias pérdidas económicas. Hemos visto también, en incontables ocasiones, cómo basta un grupo de enardecidos quemando un par de neumáticos en la calle para que se detengan necesarias inversiones eléctricas, o cómo, en nombre de las demandas por educación gratuita -que alguien tendrá que pagar- se interrumpen todos los derechos de los demás ciudadanos, que ven impedidos sus derechos al libre tránsito, e incluso a su integridad.

Al momento de escribir este artículo, está pendiente una decisión del Senado respecto de una acusación constitucional al ministro de Educación, la cual adolece de vicios de admisibilidad que se han hecho públicos y notorios. Parece increíble que esté siquiera discutiéndose si el Senado aprobará o no la acusación: ¿No debe éste actuar acaso como un Tribunal con estricto apego a derecho? Y si actúa de otra forma ¿qué queda para el resto del país?
Es de esperar que la autoridad competente tenga el coraje de hacer respetar la Constitución como corresponde, sin importar cálculos electorales, para que esta tragicomedia no termine como la película de Stanley Kramer: todos cayéndonos al vacío desde un edificio en estado de próxima demolición. Y, desde luego, sin botín.

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