Jorge Quiroz

La psiquiatría y mercados: la economía al diván

Le recomiendo no intentar “entender” las mutaciones de ánimo que día a día exhiben los mercados: estamos en fase de pánico y llegó la hora de hospitalizar al paciente.

Por: Jorge Quiroz | Publicado: Viernes 30 de septiembre de 2011 a las 05:00 hrs.
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Los ciclos económicos -auges y recesiones- se asemejan a los cambios de estado de ánimo de las personas: períodos de mayor actividad y optimismo a veces son seguidos por cierta ralentización y cautela: ¿quién no ha experimentado esas fases?

Sin embargo, cuando las cosas se extreman, “los cambios de estado de ánimo” dejan de ser normales y para eso la psiquiatría tiene un nombre: síndrome bipolar. En un paciente bipolar, la fase de “actividad y entusiasmo” -llamada “manía”- raya en lo sicótico: el individuo duerme pocas horas y se dedica con ahínco a proyectos, a veces de dudosa racionalidad, de los cuales habla rápido y con cierta grandilocuencia. La manía es seguida luego por su opuesto, la depresión, donde el individuo ve todo negro. En la transición, desde manía a depresión, suelen ocurrir “crisis de pánico”.

Curiosamente, lo mismo pasa en ocasiones con los mercados. Ello ocurre cuando el “auge”, más que un “auge” común y silvestre, fue una “manía” o “una pérdida colectiva del sentido común”, como alguna vez la describió Bagehot. Entonces, desaparecida la manía, surge el temor, también colectivo, ya no a la vulgar recesión sino a la “depresión”, porque producto de la manía se crearon “burbujas” que luego toma un trabajo de relojería desmontar sin que la economía se vaya por la borda. Y en la transición, desde la manía a la depresión, al igual que en el individuo bipolar, los mercados pasan por crisis de pánico.

Esto no es juego de palabras: en historia económica, las expresiones “pánico”, “manía” y “depresión”, al igual que en psiquiatría, tienen un lugar asentado. Ahí está la muy bien documentada “tulipmanía” de Holanda del S. XVII, o la fiebre “punto.com” de las postrimerías del S. XX; tratándose de pánicos, ahí está el de 1907, el de 1929 y el de 2008, por nombrar los más conspicuos; y, tratándose de depresiones, ahí tenemos a la mayor de todas, la “Gran Depresión” de los 30... Sí, la economía también puede exhibir el síndrome bipolar.

Hoy, la economía mundial se ha vuelto perfectamente bipolar. Primero tuvimos una fase de “manía”. En Estados Unidos, pero también en otros países, la manía fue un boom inmobiliario: billones de dólares en créditos a gente que no podía pagar; en Europa, la manía fue la ilusión de un bienestar sin límites: billones de euros en créditos a gobiernos que tampoco pueden pagar. Ahora, superada la manía, surge el temor extremo, lo que nadie quiere decir en voz alta: el riesgo de una “Gran Depresión”. Entonces, lo que toca es la crisis de pánico. Y en eso estamos.

El pánico es una fase de temor extremo, donde el mercado, desprovisto de anclas racionales, muta con violencia desde un estado a otro porque, negándose a aceptar lo evidente, prefiere creer en los equilibrios basados en las manchas de sol. Así, mientras hace cuarenta días la preocupación universal era el temor a la bancarrota de Estados Unidos, ahora, de cara a la bancarrota europea, los mercados deciden que el “refugio seguro” está, precisamente, en los bonos del Tesoro Americano. ¿Alguien entiende aquello? Igual cosa pasa con Grecia. El mercado muta, día por medio, desde la creencia que “Grecia se salva”, a la creencia que “Grecia quiebra”, cuando lo esencial -una deuda pública del 152% del PIB, un déficit del 9,5% y un desempleo del 16,3%- no cambia en lo absoluto.

Veremos en los siguientes meses, mayores y más profundos episodios de pánico, basados en las más diversas ansiedades: el proceso ya comenzó y los “espíritus animales”, como alguna vez los llamó Keynes, andan libres por la calle.

En los pacientes bipolares, los ciclos de manía, depresión y crisis de pánico se resuelven con ciertas dosis de litio. Lamentablemente, en economía el asunto es más complejo.  Pero de eso hablaremos en un artículo siguiente. Por mientras, sin embargo, le recomiendo no intentar “entender” las mutaciones de ánimo que día a día exhiben los mercados: estamos en fase de pánico y llegó la hora de hospitalizar al paciente.

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