Jorge Quiroz

Pérdida de pudor

JORGE QUIROZ SOCIO PRINCIPAL DE QUIROZ & ASOCIADOS

Por: Jorge Quiroz | Publicado: Viernes 11 de agosto de 2017 a las 04:00 hrs.
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Entre las cosas que se han deteriorado en Chile, además de las cuentas fiscales y del crecimiento económico, se cuenta el pudor en el debate público. Cunde la falacia incluso entre la "élite intelectual", que le presta ropa a las teorías más arbitrarias. Como que el actual deterioro fiscal tendría su causa en la anterior administración. O que la modernidad de Chile tendríamos que agradecerla a la Reforma Agraria. Lo dicen economistas doctorados en reputadas universidades, funcionarios internacionales e incluso eruditos en filosofía.

En foros más exigentes, los economistas solemos ser muy cuidadosos con el concepto de “causalidad” –lo mismo se aplica a los filósofos-. Una de las falacias más comunes, cuando la discusión baja de nivel, es la del “post hoc, ergo propter hoc”: porque algo ocurrió después de un suceso, se debe a ese suceso. Esa es la falacia de la Reforma Agraria como causa de nuestra modernidad: la modernidad ocurrió después de la Reforma Agraria, entonces se debió a ella. Pues bien, también podríamos decir que la modernidad ocurrió después del golpe de Estado del 73, entonces se debió a éste. Y los ejemplos podrían multiplicarse.

La falacia “post hoc” radica en que ignora otros factores que plausiblemente pueden haber incidido en el suceso posterior. Ignora también la experiencia comparada. Un elemento que no puede ser soslayado en la modernización del agro es que de mediados de los setenta en adelante, y como consecuencia de la apertura económica y libertad de precios, los incentivos favorecieron a las exportaciones vis a vis las importaciones. Ello parece una causa más que razonable, imposible de ignorar, si se trata de explicar el fuerte empuje exportador que le cambió la cara a nuestra agricultura. Y tratándose de la experiencia comparada, en ninguna parte del mundo se ha observado un exitoso desarrollo agrícola de la mano de estancias controladas por el aparato estatal, que fue en lo que culminó la Reforma Agraria al término del régimen de Allende. Hasta ahí la teoría de que la Reforma Agraria sería la madre de nuestra modernidad económica.

En cuanto a que el deterioro fiscal actual tendría su causa en la anterior administración, el argumento es casi tan falaz como el de la Reforma Agraria: la holgura fiscal proyectada suponía un PIB potencial y un precio del cobre que no se dieron. Como la realidad fue más adversa de lo que se proyectó, así sigue el argumento, nada habría que reclamarle a la actual administración: no tendría culpa alguna en el desequilibrio fiscal y la consiguiente rebaja en nuestra clasificación crediticia.

El argumento, falaz, recuerda la discusión sobre las causas del enorme endeudamiento externo de Chile de fines de los setenta y comienzos de los ochenta, que sumió a nuestro país en una crisis de proporciones. Por esa época, hubo quienes argumentaron que todo se debía al deterioro de los términos de intercambio. Pero ello ignoraba lo fundamental: que es responsabilidad ineludible de la autoridad económica velar por la adecuada reacción al entorno externo.

Del mismo modo, resulta inexcusable que frente a una caída en el precio del cobre y una ralentización del crecimiento potencial, la autoridad haya optado por expandir el gasto público a un promedio anual cercano al 5% durante la presente administración, llevando la deuda pública bruta a un número que hoy se proyecta en más de US$ 60.000 millones para fines de 2017. También, no está demás recordarlo, el PIB potencial algo tiene que ver con las políticas internas, de las cuales las autoridades económicas son también, en parte, responsables.

La causalidad no es un asunto trivial en ciencias sociales. Se podrá discutir cuánto del deterioro fiscal se debe al entorno externo. También, incluso, si la Reforma Agraria tuvo acaso algo que ver con la actual modernidad de Chile. Pero lo que no tiene presentación es pretender reescribir la historia con falacias. Y ello resulta tanto más indecoroso, falto de pudor, cuando el argumento proviene de la élite intelectual.

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