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Columnistas

La academia a un año de la partida de Sergio de Castro

JOSÉ MIGUEL SÁNCHEZ Decano Facultad de Economía y Administración UC JOSÉ DÍAZ B. AcadémicoInstituto deEconomía UC

Por: Equipo DF

Publicado: Viernes 30 de mayo de 2025 a las 04:00 hrs.

Las universidades modernas cumplen una triple misión que define su rol en la sociedad contemporánea: la formación de personas a través de la docencia, la generación de conocimiento mediante la investigación y el servicio a la comunidad por medio de la vinculación con el medio. Esta labor requiere un compromiso con la excelencia, entendida como la búsqueda constante del más alto rigor académico y ético. Ello no es fácil, pues a la escasez de recursos financieros, humanos y de infraestructura, se agrega la presión por producir investigación de frontera publicada en revistas internacionales de alto impacto. Aunque necesaria para el avance del conocimiento, esta exigencia puede alejar a los académicos de los problemas locales y del debate público.

¿Cómo pueden las universidades conciliar investigación de excelencia con un aporte efectivo a la sociedad? ¿Es posible mantener altos estándares académicos sin perder de vista la pertinencia social del conocimientoque se produce? Sergio de Castro Spikula, economista UC, quien fue clave en la formación en ciencias económicas y en la discusión de políticas públicas, es el mejor ejemplo de cómo resolver ese dilema.

“Su experiencia y legado nos recuerda que las universidades deben ser motores del pensamiento crítico y de la innovación científica, sin perder su vínculo con las necesidades sociales”.

Más allá de su papel como ministro de Hacienda en los años ‘70, De Castro fue profesor desde 1958 y decano de la entonces Facultad de Ciencias Económicas y Sociales UC entre 1965 y 1968. Él innovó al centrar su trabajo en modernizar e impulsar la enseñanza de la ciencia económica con rigurosidad y en comprender los problemas económicos del país, proponiendo soluciones basadas en la evidencia.

Durante los años ‘60 y principios de los ‘70, participó activamente en el debate económico nacional, desafiando consensos establecidos y defendiendo la independencia del pensamiento académico como base de una sociedad democrática y pluralista. Su formación en la Universidad de Chicago, bajo la influencia de Arnold Harberger, le inculcó una metodología basada en el análisis empírico de datos porque, para él, tomarse en serio las políticas públicas implicaba abordarlas con la misma exigencia de cualquier estudio científico. 

Hoy, las herramientas para investigar son mucho más sofisticadas que en ese entonces, pero el principio esencial permanece: la investigación debe estar al servicio de la comprensión de los problemas reales y de mejorar la sociedad. Por eso la experiencia y el legado de Sergio De Castro nos recuerda que las universidades deben ser motores del pensamiento crítico y de la innovación científica, sin perder su vínculo con las necesidades sociales. Excelencia académica y relevancia pública son metas complementarias de una misma vocación: contribuir al bienestar desde el conocimiento. El desafío consiste en encontrar modelos de organización e incentivos que permitan a las universidades ser líderes en ese rol.

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