¿Cambio de tendencia? Una conclusión aún muy prematura
RODRIGO ARAVENA GONZÁLEZ Economista Jefe Banco de Chile
Es innegable que las cifras de crecimiento han sorprendido transversalmente. Entre ellas, destaca el alza de 4% del PIB en el cuarto trimestre de 2024, cifra que, además de ser la mayor en años, permitió que el país cerrara ese ejercicio con un crecimiento de 2,6%, algo impensado solo unos meses atrás.
En la misma línea, la economía acumuló un alza de 1,1% entre enero y abril, es decir, en apenas cuatro meses se alcanzó la mitad de lo proyectado para todo este año. Con estas cifras, resulta comprensible la tentación de plantear la hipótesis de un cambio de tendencia en Chile, más aún en un año electoral. Sin embargo, existen razones de peso para actuar con cautela y cuestionar la existencia de una recuperación más vigorosa y sostenible en el tiempo.
Entre ellas, es necesario reconocer que, si bien la economía creció por sobre lo esperado, esto vino acompañado de un aumento en la deuda, especialmente fiscal.
En concreto, el incremento no solo del déficit fiscal efectivo, sino también del estructural, sugiere que al menos una parte de la expansión se logró a costa del crecimiento futuro.
“Es necesario acumular más evidencia antes de afirmar que estamos ante una mejora en la tendencia local. No obstante, la prolongada decepción en la actividad ha permitido avanzar en diagnósticos y sentar las bases de una agenda que permita crecer más”.
Este deterioro adquiere mayor relevancia al considerar que el déficit alcanzó uno de sus niveles más altos en años sin recesión, es decir, sin que se hayan requerido medidas fiscales extraordinarias. Existe amplio consenso en que los crecientes riesgos de sostenibilidad fiscal exigirán un esfuerzo importante de ajuste del gasto y, por ende, afectarán el crecimiento en los próximos años.
Tampoco puede ignorarse el probable deterioro de las condiciones externas. Si bien no estamos ante la presencia de factores idiosincráticos, como los procesos constituyentes, los retiros de fondos previsionales o la crisis de 2019, una eventual desglobalización y un menor crecimiento en China y Estados Unidos tendrán efectos directos sobre la economía chilena.
Si a ello se suman factores estructurales de largo plazo, como los cambios demográficos —que se acentuarán en el futuro cercano—, el diagnóstico se vuelve aún más complejo. Con todo, cabe preguntarse cómo la economía chilena logrará mejorar su desempeño si, en condiciones históricamente favorables, apenas ha promediado un 2% de crecimiento.
Por ello, es necesario acumular más evidencia antes de afirmar que estamos ante una mejora en la tendencia local. No obstante, la prolongada decepción en la actividad ha permitido avanzar en diagnósticos y sentar las bases de una agenda que permita crecer más.
Existe, al parecer, un consenso creciente sobre la necesidad de abordar ciertos temas clave, como reformas profundas al sistema de permisos y licencias, mayor certeza tributaria e incluso mejoras al sistema político, como factores diferenciadores. Si se avanza en estas y otras materias, podríamos hablar con mayor convicción de un punto de inflexión real y duradero. Por ahora, lo fundamental es poner estos temas en el centro del debate, especialmente considerando los espacios que abre un año marcado por un cambio en el ciclo político del país.