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Yellow

CLEMENTE PÉREZ Abogado, Máster en Políticas Públicas

Por: CLEMENTE PÉREZ | Publicado: Miércoles 28 de septiembre de 2022 a las 04:00 hrs.
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CLEMENTE PÉREZ

Cuatro estadios nacionales llenó Coldplay este fin de semana. Miles de asistentes, con pulseras amarillas cantaron fascinadas su excelente repertorio, y entre ellas, una de las mejores: “Yellow” (“mira las estrellas, mira como brillan para ti, y por todo lo que tú haces. Sí, eran todas amarillas”).

Por coincidencia, el mismo fin de semana, se dio inicio al proceso de fundación de un nuevo partido político: “Amarillos por Chile”.

El amarillo siempre fue considerado una especie de insulto. Así se les decía, a los indecisos, a los que supuestamente no tienen posturas definidas. “Usted, no es ná, ni chicha ni limoná”, habría dicho Victor Jara.

“Me parece alentador que surjan nuevos partidos políticos como “Amarillos”, que vayan a ocupar el centro político, que ha sido abandonado”.


Pero hoy se valora el color amarillo. Esto que antes era negativo, hoy ha terminado siendo un atributo: en tiempos de polarización, de posiciones extremas, de elecciones entre Boric y Kast, surge como un llamado de urgencia la necesidad de fortalecer el centro.

Aunque muchos no lo quieran ver, la ciudadanía votó primero porque haya cambios, pero que los cambios sean bien hechos.

Esto no es que el Gobierno fuera más rápido que el pueblo, como dijo el Presidente Boric. No es un tema de velocidades, es un tema de direcciones. El Gobierno y la Convención Constituyente quisieron llevar al país a una parte donde éste no quiere ir: al mundo de la plurinacionalidad y las demandas identitarias, las cámaras asimétricas, los precios “justos” y todo ese lenguaje que muchos (los menos, por suerte) se alcanzaron a comprar.

Tampoco es que la derecha se puede apropiar de este masivo triunfo. No hace falta recordar que parte importante del éxito obedeció a la estrategia de “esconder” a sus líderes.

Es que existe un enorme camino del medio, conformado por millones de ciudadanos que quieren cambios, pero sobre la base de grandes acuerdos. Sin discursos pretenciosos, sin tanto adjetivo, sino más bien con resultados. Que vuelva la política aburrida, decían algunos; hablemos de otra cosa, decían otros.

Este ancho camino del medio ya fue utilizado primero por el Partido Radical, y luego por la Democracia Cristiana, pero ambos cometieron el mismo error: mutaron, y pasaron a adherir a los postulados de los partidos de extrema izquierda (mucho más vistosos, hay que reconocerlo), y terminaron abandonando a su electorado. Queda claro que la DC, por ejemplo, no aportó votos al Apruebo. Sus dirigentes habrán votado esa opción, pero sus bases no.

Algo similar ocurrió con los que obtuvieron los votos de centro en la Convención Constituyente: los “Independientes no Neutrales” (INN). Muchos pensamos que aportarían moderación y consensos. Su excelente votación nos pareció alentadora: obtuvieron 11 de los 155 constituyentes, mientras que la DC sólo uno. Al poco andar, sin embargo, vimos que los INN se sumaron al carro de la locura constituyente, de los maximalismos, de la refundación. No votaron desde la ducha ni se disfrazaron, es cierto, pero tampoco cumplieron su rol de moderar la propuesta constituyente y terminaron dando sus votos para que el proyecto tuviera los dos tercios requeridos, propuesta que hasta los propios partidarios del “Apruebo para reformar” encontraron excesiva. Su responsabilidad no es menor.

El cientista político Arturo Valenzuela ha descrito como las crisis políticas que afectan a la democracia son responsabilidad de los extremos, pero también del centro cuando éste renuncia a ejercer su rol moderador.

Por eso me parece alentador que surjan nuevos partidos políticos como “Amarillos”, que vayan a ocupar el centro político, que ha sido abandonado y que es tan necesario para una democracia estable.

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