El coronel Tupper
Por: | Publicado: Viernes 11 de febrero de 2011 a las 05:00 hrs.
- T+
- T-
En la primera etapa de la república fue habitual contar en Chile con soldados y marinos de otras latitudes. Nombres como Lord Cochrane, en el ámbito naval, o el General Beauchef en el plano militar, tuvieron un gran valor en la década de 1820. En ese contexto se inscribe la presencia del británico Guillermo de Vic Tupper (1800-1830), quien a los 21 años se dirigió a Sudamérica. Llegó a Brasil, luego estuvo en Argentina y finalmente se radicó en Chile. En este país luchó en diferentes campañas, por ejemplo, en la expedición a Chiloé en 1824, y también actuó frente a las rebeliones -tan habituales en esos años- contra distintos gobiernos. Siempre destacó por su valentía y noble figura.
Las dificultades que experimentaban tanto los civiles como los militares en la administración del país le llevaron a reflexionar sobre las naciones recién independizadas. Así, le escribió a su hermano Ferdinand: “Opino que los elementos de organización política son, a través de Sudamérica, ineficientes para establecer buenos gobiernos, y tal vez afortunadamente para semejantes Estados, el despotismo que es hijo de la anarquía cerrará con puño de hierro, antes de mucho, tanto las semillas de discordia como el árbol de la libertad”.
Si bien el comentario era de carácter continental, tenía su dimensión específica para el caso chileno, que entre 1823 y 1830 tuvo ¡treinta gobiernos! Adicionalmente, el país ensayó diversas fórmulas constitucionales: el autoritarismo de O’Higgins en 1818 y 1822, la constitución moralista de Juan Egaña en 1823, el ensayo federal de 1826 y más tarde la constitución liberal, de José Joaquín de Mora. Lamentablemente la carta de 1828 terminó de manera dramática: diferencias de interpretación llevaron a pipiolos (liberales) y pelucones (conservadores) a enfrentarse en los campos de batalla. Como era previsible, también se dividieron los militares, cuando el Ejército del Sur, liderado por el General Joaquín Prieto, encabezó la rebelión contra la administración que había vulnerado la Carta Fundamental. La posición de Tupper fue la contraria, pues en la guerra civil de 1829 estimó su deber permanecer junto al gobierno y al Congreso, por cuanto consideraba “que ningún Gobierno o Estado libre bien constituido puede existir una hora si los militares estuviesen autorizados para arrojar la espada en la balanza y decidir puntos de legislación por la fuerza de las armas, como es ahora el caso general en Sudamérica”.
La historia marchó por el camino contrario, y las fuerzas del General Prieto derrotaron en Lircay al Ejército liderado por Freire. El resultado fue dramático para el coronel Tupper: poco después de la batalla el soldado británico fue perseguido y alcanzado –“al gringo”, gritó una voz-, para finalmente morir a manos de sus enemigos. Como dice su hermano Ferdinand, había coincidencia que si el coronel Tupper hubiera dirigido las tropas gobiernistas en Ochagavía (diciembre de 1829) y Lircay (abril de 1830), “un resultado muy diferente habría esperado a las armas y a la causa liberal”. La verdad es que no lo podemos saber. Lo que sí sabemos es que su muerte ilustra muy bien el drama de las guerras civiles, donde la patria de los vencedores es la misma de los vencidos.
Las dificultades que experimentaban tanto los civiles como los militares en la administración del país le llevaron a reflexionar sobre las naciones recién independizadas. Así, le escribió a su hermano Ferdinand: “Opino que los elementos de organización política son, a través de Sudamérica, ineficientes para establecer buenos gobiernos, y tal vez afortunadamente para semejantes Estados, el despotismo que es hijo de la anarquía cerrará con puño de hierro, antes de mucho, tanto las semillas de discordia como el árbol de la libertad”.
Si bien el comentario era de carácter continental, tenía su dimensión específica para el caso chileno, que entre 1823 y 1830 tuvo ¡treinta gobiernos! Adicionalmente, el país ensayó diversas fórmulas constitucionales: el autoritarismo de O’Higgins en 1818 y 1822, la constitución moralista de Juan Egaña en 1823, el ensayo federal de 1826 y más tarde la constitución liberal, de José Joaquín de Mora. Lamentablemente la carta de 1828 terminó de manera dramática: diferencias de interpretación llevaron a pipiolos (liberales) y pelucones (conservadores) a enfrentarse en los campos de batalla. Como era previsible, también se dividieron los militares, cuando el Ejército del Sur, liderado por el General Joaquín Prieto, encabezó la rebelión contra la administración que había vulnerado la Carta Fundamental. La posición de Tupper fue la contraria, pues en la guerra civil de 1829 estimó su deber permanecer junto al gobierno y al Congreso, por cuanto consideraba “que ningún Gobierno o Estado libre bien constituido puede existir una hora si los militares estuviesen autorizados para arrojar la espada en la balanza y decidir puntos de legislación por la fuerza de las armas, como es ahora el caso general en Sudamérica”.
La historia marchó por el camino contrario, y las fuerzas del General Prieto derrotaron en Lircay al Ejército liderado por Freire. El resultado fue dramático para el coronel Tupper: poco después de la batalla el soldado británico fue perseguido y alcanzado –“al gringo”, gritó una voz-, para finalmente morir a manos de sus enemigos. Como dice su hermano Ferdinand, había coincidencia que si el coronel Tupper hubiera dirigido las tropas gobiernistas en Ochagavía (diciembre de 1829) y Lircay (abril de 1830), “un resultado muy diferente habría esperado a las armas y a la causa liberal”. La verdad es que no lo podemos saber. Lo que sí sabemos es que su muerte ilustra muy bien el drama de las guerras civiles, donde la patria de los vencedores es la misma de los vencidos.