Segismundo Schulin-Zeuthen y la deuda subordinada: "Con su fin se cierra un capítulo para la banca"
El dirigente gremial analiza los principales hitos de la industria en los últimos 30 años y sus desafíos. Sobre la crisis de los ‘80 dice: “Es una lección que se aprendió”.
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Un testigo privilegiado del desarrollo y la evolución que ha tenido la banca en los últimos 30 años es el presidente de la Asociación de Bancos e Instituciones Financieras (Abif), Segismundo Schulin-Zeuthen.
Comenzó su carrera ligada al mundo financiero en Celulosa Constitución, como gerente de área en los 70'. En la década siguiente llegó a Banco de Chile, donde fue subgerente general cuando la entidad estaba intervenida por el Estado, tras la crisis financiera desatada en 1981.
Tras la capitalización de la empresa, el banco volvió a ser dirigido por sus accionistas y en 1987 asumió como gerente general. En 1999, tras la muerte de Adolfo Rojas, fue designado presidente. De hecho, el mismo día de la muerte de Rojas, en la tarde, debió partir a negociar con el gobierno la deuda subordinada.
Durante el primer gobierno del presidente Sebastián Piñera fue nombrado presidente de BancoEstado, y en 2015 asumió como presidente de la Asociación de Bancos.
-¿Se aprendió de la crisis de los 80'?
-Es una lección que se aprendió y se le pudo traspasar a las generaciones siguientes todo el manejo de riesgos y liquidez. Eso permitió también tener un nivel de capitalización adecuada.
Actualmente se habla mucho del problema de capitalización pero si se mira el promedio del sistema es un nivel adecuado. Y lo más importante, y que se olvida, es con buen capital y de calidad. Hay que reconocer que existen diferencias con la autoridad reguladora, pero en general la regulación ha sido bastante efectiva, siendo un fenómeno virtuoso.
-De lo que se aprendió ¿cuál es mayor atributo que tiene el sector actualmente?
-El manejo de riesgo, es la gran fortaleza. Definitivamente.
-Si volvemos al pasado ¿qué desafío tenía la banca en los 90'?
- El tema de capitalización estaba resuelto. El desafío estaba en cómo volvían los bancos a ser rentables y cómo se modernizaban. Ahí creamos la sociedad de apoyo al giro, porque cada banco tenía su cajero automático y generamos Redbanc.
"Fue clave mantener el modelo"
-¿Cómo evalúa la conducción de la política económica en los 90, teniendo en cuenta la transición desde un régimen militar a uno democrático?
-Fue clave mantener el modelo. Las decisiones en el fondo estuvieron siempre bajo ese concepto porque si se hubiese cambiado el modelo yo no sé dónde estaríamos parados. Viene todo un impulso al mercado de capitales, que es lo que permite financiar proyectos de largo plazo. Ahí es cuando se empieza a hacer préstamos más especializados.
Como señal de este mayor desarrollo, Schulin-Zeuthen recuerda que cuando estuvo al mando de Banco de Chile le tocó realizar el primer proyect finance de la entidad con una de las centrales termoeléctricas de Tocopilla.
La mayoría de los participantes "eran bancos japoneses y nosotros no teníamos ni idea y entrábamos con un ticket de US$ 10 millones". El presidente de la Abif se ríe: "Éramos los parientes pobres dentro del proyecto, pero entrábamos y empezamos a aprender".
-En los 80' el gobierno tomó control de la banca y en los 90' la autoridad negoció la forma de pago de la deuda subordinada adquirida por la industria ¿Cómo evalúa la labor realizada por las autoridades?
-No tenían muchas opciones. El país no se podía quedar sin banca, porque sino la economía no funciona. Lo primero era cómo se restablece la capitalización. Después, bajo las nuevas reglas de la Ley de Bancos había que adaptarse y crecer, apoyando a los clientes.
Hubo un proceso de ventas de empresas porque los bancos se hicieron dueños de muchas compañías y fue impresionante. Büchi presionó enormemente para que la banca se deshiciera de todos estos activos para que empezara nuevamente a funcionar la economía. La banca podía seguir apoyando pero no estaba para administrar un porcentaje importante de la capacidad productiva del país.
- ¿Qué se pudo hacer mejor?
- Los costos de la crisis hubiesen sido menores si las decisiones se hubieran tomado más rápido. Se tomó mucho tiempo para ver cómo se iba a enfrentar el tema y eso ahondó el problema. Obviamente la ley de ese tiempo, sobre resolución bancaria no tenía nada. Había que decir qué hacemos y lo peor es que no estaba dimensionado el tamaño del problema.
- ¿Qué significa que la banca completa haya pagado la deuda subordinada para el próximo año?
- Se cierra un capítulo que fue importante. Claramente después de la gran depresión, lo que pasó en los 80' fue lo peor que nos ha pasado. La solución al final del día fue la adecuada, pero siempre las cosas se pueden hacer mejor.
-¿Considera apropiado que la nuevas generaciones que están entrando a trabajar en la banca conozcan este capítulo de la historia de la industria?
- Uno siempre tiene que aprender de las cosas que han pasado para tratar de evitar que se produzcan. Nadie puede decir que no va a venir una crisis el día de mañana, pero no creo que venga por problemas internos, esa es la gran diferencia.
La crisis puede venir por una gran situación internacional, donde quizás esta guerra comercial lleve a situaciones no previstas o que haya un hackeo mundial. Pero en lo que respecta a nosotros, el manejo macroeconómico del país y de lo que hacen las instituciones financieras, por ahí no veo que se nos vaya a producir un problema, porque se ha aprendido y la regulación ha funcionado bien. La nueva Ley de Bancos va a permitir todavía más y mejor capital.
"Con la portabilidad (...) hay que reformular todos los sistemas"
- ¿Cuál es el próximo desafío que tiene la banca tras la aprobación del nuevo marco legal?
- Uno no se puede aislar de lo que pasa en el resto del mundo y estamos viendo el desarrollo del Open Banking en Europa. Esto pasa por la Ley de Datos, porque en el fondo, tiene una parte central, porque son las personas las dueñas de su información.
Para ir hacia Open Banking -en Europa fueron tres años- se tienen que cambiar todos los procesos internos de los bancos y eso va a venir. La portabilidad financiera es algo bastante más complejo, se pueden mejorar procesos y ahorrar costos si se tiene centrales de garantía, de poderes.
Hay un tema que la banca no puede hacer, a diferencia de la portabilidad telefónica, porque hay un tema de riesgo de por medio, no es tan simple y se tienen que evaluar los riesgos. Es muy distinto con Open Banking y creo que hay poca claridad respecto a esto.
- ¿Existe confusión en la discusión entre Open Banking y portabilidad financiera?
- Así es, son cosas muy distintas. Open Banking es traspasar información. Portabilidad es que alguien se lleve uno, varios o todos los productos de un banco a otro. Hay que reformular todos los sistemas. No son cosas automáticas, pero a ese proceso vamos a llegar (Open Banking).
- ¿Y cómo se imagina la industria que preside en 30 años más?
- Con el desarrollo tecnológico que hay y con la velocidad que cambia todo es difícil imaginar eso. Si me hubiesen preguntado hace 30 años atrás si habría imaginado dónde estaríamos hoy día... (se ríe) y eso que habían cosas futuristas. Yo me acuerdo haber ido a Nueva York cuando remodelamos todas las sucursales de Banco de Chile a ver cómo serían las oficinas del futuro y no tienen nada que ver con las que existen hoy.
La crisis del 82 y la gestación de la deuda subordinada
"La banca en Chile estaba técnicamente quebrada por deudores que no podían pagar". Así explica el presidente de la Asociación de Bancos, Segismundo Schulin-Zeuthen, la situación de la industria tras la crisis de los 80.
Estados Unidos lideraba el crecimiento mundial, con tasas sobre el 5%, estimulando el financiamiento de la banca local. En 1979 el país norteamericano se vio afectado por una recesión, que Chile resintió. La situación se agravó considerando que "no había límites al endeudamiento, ni siquiera un tope de cuánto podría prestarse a un determinado deudor, ni cuánto podría prestarse a los relacionados. Había una concentración de crédito de deudores relacionados con los dueños del banco muy grande".
En 1981 se inició la intervención del sistema financiero. Se intervino a numerosos bancos como el de Talca, Linares, Español de Chile, entre otros. Para 1986, la Superintendencia de Bancos cerró 16 entidades. La crisis le significó al país casi el 15% del PIB y el desempleo alcanzó cerca del 25%. Ahí comenzó un duro camino para la industria, proceso del cual el dirigente gremial afirma que se aprendió.
Durante el gobierno del presidente Frei Ruiz-Tagle se promulgó una ley que contempló dos opciones de pago de la deuda subordinada que mantenían los bancos con el ente rector. La primera fue convertir la obligación subordinada en 40 cuotas fijas anuales consecutivas y de un mismo valor. Esta fue la alternativa que eligió Banco de Chile y que el próximo año terminará de pagar. La segunda opción se trató de unas licitaciones de acciones que significaban los derechos a excedentes que tenía el Central, a un plazo de ejecución con tope de 10 años. A esta estructura se acogieron el BHIF, Banco Internacional, Banco Concepción y Santiago. Esa ley, dice, "fue una buena solución, porque en la práctica se necesitaba que los bancos siguieran funcionando".