Carolina Dell´Oro

Celebrando a nuestras familias

Por: Carolina Dell´Oro | Publicado: Viernes 21 de septiembre de 2012 a las 05:00 hrs.
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Ayer 20 de septiembre miraba el mar con todo su esplendor, con toda su fuerza y radicalidad. Su azul intenso, su movimiento constante. No pude dejar de pensar en lo que habrá pasado en los días de fiestas patrias. Quizás muchos pensarán que me voy a referir a tantos jóvenes y adultos sobrepasados por el alcohol, lo que sin duda debe haber sido real. Pero no es el caso. Más bien me quiero referir a las miles de familias que se han reunido en torno a un parrón familiar, en torno a una parrilla, compartiendo esa vida familiar tan importante para nosotros los chilenos.

Es ese encuentro entre padres, hijos, nietos, amigos y cercanos lo que nos hace redescubrir la vitalidad de nuestros vínculos. Esos vínculos entretejidos desde la primera infancia, en torno a la mesa familiar. Mesa que a la hora de las encuestas de satisfacción de la vida, los chilenos la ponemos siempre como protagonista de nuestra felicidad. Esos vínculos tejidos alrededor del fuego, que nos invitan a develar nuestros sueños, miedos y alegrías. A construir nuestras ilusiones, desde lo que somos, pero mirando más allá. Esos vínculos que unen nuestras historias personales en tejidos afectivos tan propios de nuestra idiosincrasia.

Por eso espero que más allá de la lista de accidentes automovilísticos y problemas juveniles profusamente difundidos por los medios, no nos olvidemos de ese gran valor que se teje en nuestras familias, íconos de nuestra identidad nacional.

Por eso me parece clave que un país en su festividad nacional se pregunte sobre qué está haciendo con esta fuente de vida, de verdadero desarrollo. Esta fuente que la construyen las personas, los chilenos que formamos el país. No olvidemos que antes que cualquier educación o posibilidad económica, todos aspiramos a tener la primera posibilidad afectiva que es la sólida opción que constituye la familia.

Por eso es verdad que en Chile hay inequidad en educación, es verdad que aún hay condiciones laborales no suficientemente adecuadas para el desarrollo humano. Sin duda que las hay y es imprescindible trabajar en mejorar aquello. Pero no seamos ciegos a una inequidad silenciosa, que no mueve multitudes en las calles, que no promueve marchas ni indignados. Esa inequidad basada en que sólo algunos tienen el privilegio de contar con vínculos afectivos familiares en la primera infancia.

¿No será que ha llegado la hora de comenzar a indignarnos también con lo verdaderamente clave para nuestro desarrollo? El hábitat fundamental que es la familia. Esa primera comunidad que nos nutre, que nos permite crecer y desarrollarnos, y por sobre todo, nos permite crecer confiando en los otros y en nosotros mismos y nuestras capacidades. El primer lugar donde germina y se anida la confianza es la familia. Entonces me pregunto, qué estamos haciendo para abordar con decisión los altísimos niveles de desconfianza que arrojan los estudios en Chile.

Puedo decir que estoy indignada porque la indignación de nuestra sociedad no llegue a lo más propio del ser humano, que es su necesidad insustituible de afecto desde la primera infancia: la familia, escuela de amor, de habilidades, de humanidad.

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