Cecilia Cifuentes

Los mínimos comunes para un Chile más digno

Cecilia Cifuentes Directora Centro de Estudios Financieros del ESE Business School, UAndes

Por: Cecilia Cifuentes | Publicado: Martes 18 de mayo de 2021 a las 04:00 hrs.
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Tengo que partir por decir que estoy pesimista sobre Chile desde que se dio a conocer el programa de gobierno de Bachelet, y lamentablemente los resultados efectivos desde entonces han sido peores a lo que yo esperaba. Así fue con ese gobierno, y también con el actual. Por esa razón es que me hace mucho sentido aquello de que “un pesimista no es más que un optimista bien informado”.

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Aunque el diagnóstico de Bachelet sobre el descontento social era ciertamente correcto, las soluciones que se han ido proponiendo e implementando han sido erradas, y no han hecho más que agravar los problemas.

Por supuesto, no existe una receta única para resolver esos problemas, hay muchos caminos posibles en los que estaremos más o menos de acuerdo, pero hay ingredientes básicos sin los cuales es imposible avanzar. Esos ingredientes son al menos cuatro: un clima de amistad cívica en el que sea posible la búsqueda de acuerdos; respeto a la institucionalidad vigente; rechazo a la violencia como mecanismo de presión política; y políticas públicas elaboradas con sustento técnico. Nadie puede desconocer que estos cuatro elementos estuvieron presentes en los que fueron los mejores años de nuestra historia reciente en términos de desarrollo, y en cambio, han estado crecientemente ausentes en la última década.

Poco a poco se ha ido dañando el Estado de derecho, hasta ser prácticamente inexistente en la actualidad. Las conversaciones políticas no sólo se alejan de los acuerdos, sino que se estructuran en base a dañar lo más posible al adversario. La violencia ya forma parte del paisaje en algunas zonas del país, y se cierne como una amenaza constante sobre todo el resto; y por último, desde el segundo gobierno de Bachelet que vemos políticas públicas elaboradas en base a consignas simplistas, y muchas veces falsas, por lo que en vez de avanzar en las soluciones, hemos retrocedido.

En ese contexto, la creación de riqueza se hace muy difícil, las demandas de mejores condiciones sociales siguen estando insatisfechas, el descontento político sólo crece, y las posibilidades de solución se alejan.

En medio de ese entorno de desencuentros y deterioro de pilares importantes del desarrollo, nos vemos ahora frente al muy complejo desafío de elaborar una nueva Constitución, en que lo único que parece claro es que la minoría que votó expresó un fuerte rechazo al mundo político (la mayoría que no votó es tema para otra columna). Un grupo de personas muy fragmentado, en general sin experiencia política previa, pero que se manifiestan mayoritariamente contrarios a lo que consideran el modelo de desarrollo chileno, deberá elaborar en un plazo reducido el nuevo set de reglas fundamentales para el funcionamiento institucional del país.

Lo único cierto, entonces, del escenario que viene es la incerteza, sumada además a que en lo que queda de este año electoral la posibilidad de construir acuerdos dentro de la convención es muy escasa. Sería positivo que al menos se lograra concordar un reglamento.

De ahí en adelante, sólo el establecimiento de esas condiciones mínimas permitiría que lográramos salir del trance en que nos encontramos. Son condición necesaria para que seamos capaces de seguir creando riqueza, único camino posible para mejorar las condiciones de vida de la población. Transmitir a los constituyentes que la riqueza se crea día a día, y no es un stock a repartir, será clave para que se logren avances en el punto en común que parecen tener: un Chile más digno.

Mientras tanto, es difícil salir de ese “optimismo informado”.

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