El agua turbia de Perrier: cuando las burbujas revelan la podredumbre corporativa
GONZALO BUSTAMANTE KUSCHEL Profesor de la Facultad de Artes Liberales, UAI
Las burbujas de Perrier ya no ascienden con la misma inocencia. Detrás de cada pompa efervescente se esconde un escándalo que sacude los cimientos del capitalismo europeo y desnuda la promiscuidad entre el poder corporativo y político. Nestlé Waters, el gigante suizo del agua embotellada, enfrenta acusaciones que la prensa francesa califica como el mayor fraude alimentario de las últimas décadas: durante años habría comercializado como “agua mineral natural” un producto sometido a tratamientos prohibidos por la normativa europea.
Lo que comenzó como una investigación rutinaria se transformó en un terremoto político cuando un informe senatorial reveló que las “más altas esferas” del Gobierno francés conocían las irregularidades desde 2021. La complicidad estatal convierte lo que podría haber sido una transgresión empresarial aislada en un caso de corrupción institucional que compromete la credibilidad del sistema regulatorio europeo.
“Si en Europa, con su robusto marco regulatorio, pueden ocurrir transgresiones de esta magnitud con aparente complicidad estatal, ¿qué garantías existen en economías con instituciones más débiles y mayor captura regulatoria?”
Según reportan medios franceses, Nestlé habría utilizado métodos de filtración y tratamiento ultravioleta expresamente prohibidos para productos etiquetados como “agua mineral natural”. Los consumidores pagaban precios premium por una pureza que existía solo en el marketing. Mientras las botellas prometían la virginidad de manantiales alpinos, los procesos industriales alteraban sistemáticamente la composición del agua.
La dimensión ambiental agrega otra capa de escándalo. Investigaciones periodísticas señalan la existencia de vertederos ilegales en la región de los Vosgos con 470 mil metros cúbicos de residuos -equivalentes a 126 piscinas olímpicas- contaminando aguas superficiales y subterráneas con microplásticos.
Nestlé, según estos reportes, habría minimizado su responsabilidad argumentando que los vertederos “antecedían su propiedad”, una defensa que revela la estrechez moral con la que algunas corporaciones interpretan sus obligaciones sociales.
La multa de dos millones de euros impuesta resulta irrisoria comparada con los beneficios generados durante años de presunta comercialización fraudulenta en una industria valorada en 2,7 mil millones de euros solo en Francia. Esta desproporción evidencia la impotencia de los mecanismos punitivos actuales frente al poder corporativo transnacional.
Para Chile, donde las tensiones por el agua han tenido significación política, el caso francés constituye una advertencia urgente: se requiere de una institucionalidad robusta para fiscalizar y penalizar a quienes infringen las normas.
Si en Europa, con su robusto marco regulatorio, pueden ocurrir transgresiones de esta magnitud con aparente complicidad estatal, ¿qué garantías existen en economías con instituciones más débiles y mayor captura regulatoria?
El escándalo Perrier trasciende las fronteras del fraude comercial para convertirse en un símbolo de la crisis de confianza que erosiona el capitalismo contemporáneo, el cual tiene, muchas veces, sus principales enemigos, no en comunistas trasnochados, sino en sus actores y defensores.