Hacia un diálogo genuino y permanente
Paula Valenzuela Gerente General de Fundación Generación Empresarial
Paula Valenzuela
Tras la traumática manera en que fue propuesta, empujada y aprobada la Reforma Tributaria, no es de extrañar que el mundo empresarial tenga reticencias a participar de la conversación en torno a la Reforma Laboral que hoy se discute en el Congreso. Pero la disposición a dialogar debiera tener menos que ver con las experiencias, lejanas o recientes, o con tal o cual gobierno, y mucho más con cómo los empresarios entienden su papel en la sociedad.
La principal convicción que estos últimos debieran enarbolar es que la empresa tiene un rol social que impacta al bien común y va más allá de la generación de utilidades. Cualquier análisis a la evolución del rol de la empresa, su imagen y cómo construye su legitimidad, debiera derivar en esta conclusión evidente.
Entonces, tanto gobierno como empresarios tienen un rol social fundamental que debiera traducirse en una colaboración permanente en la construcción de los temas que son comunes. O, al menos, en una clara disposición a dialogar de verdad, lo que significa exponerse genuinamente a ser transformado, aunque sea en parte, por los argumentos del otro. El que uno de estos sectores se niegue a actuar de acuerdo a ese rol, no debiera significar que el otro entienda que tiene el mismo derecho, porque al hacerlo incumple su obligación de base, su primer deber cívico.
Esta no es una conversación (o ausencia de ella) entre dos partes: la ciudadanía tiene también un lugar en la mesa, que le permite velar legítimamente por sus intereses. Así, puede no sólo influir en las decisiones país a través de los procesos democráticos, sino también –y cada vez con más fuerza- hacer exigencias a las empresas.
Cuando el gobierno se cerró al diálogo en el contexto de la Reforma Tributaria, dejó a los empresarios solos en la mesa. Con esa acción incurrió en ineludibles y elevados costos: el juicio ciudadano fue severo y perdura hasta hoy. Si hoy los empresarios dudan en abrirse a debatir la Reforma Laboral cuando el gobierno lo solicita, ponen en riesgo asumir costos similares, precisamente en el momento en que más debieran estar trabajando vínculos y relaciones auspiciosas con la sociedad.
El mismo mensaje corre para el gobierno, en la actual coyuntura, ya que debiera dar espacios para la búsqueda conjunta de acuerdos que protejan a la sociedad en su conjunto, en el corto, mediano y largo plazo.
Ante la interrogante, dialogar o no dialogar, la respuesta debiese ser siempre afirmativa. Y, básicamente, porque todo diálogo beneficia al bien común. Un sector empresarial consciente de sus roles y de lo que el país se juega en ellos, siempre estará dispuesto al encuentro y a una conversación fructífera y permanente. Los tiempos de actuar en aislado silencio, quedaron atrás.