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Columnistas

La confianza en el gobierno y en el Estado

Matías Madrid Economista jefe Banco Penta

Por: Equipo DF

Publicado: Viernes 8 de enero de 2016 a las 04:00 hrs.

Desde el punto de vista estrictamente económico y por sus implicancias de largo plazo, tanto la confianza en el gobierno como en el Estado parecen ser factores relevantes para el desarrollo de los acontecimientos en 2016.

A inicios de 2015 se esperaba un año que fuera de menos a más en términos económicos, producto que se resolvería la incertidumbre de las reformas que impulsaría el gobierno. Los semestres anteriores habíamos observado un crecimiento paupérrimo asociado a las expectativas de la reforma tributaria, laboral y constitucional. De estos tres factores, finalmente solo uno se resolvió, pero para mal, con una reforma que necesita correcciones significativas y que probablemente no recaude lo esperado. Esto coincidió con la salida del ministro de Hacienda, hecho inédito en los últimos 15 años. Considerando esta experiencia, para 2016 no tengo la misma confianza en que el gobierno logrará disipar las dudas de la reforma laboral y constitucional. Sin duda esto repercute en las expectativas privadas que se encuentran por el suelo y augura un nuevo año de mediocre crecimiento cercano al 2,0%.

Por otra parte y desde una mirada de mayor plazo, da la impresión que existe una desmesurada confianza en que el Estado es la forma de solucionar los problemas del país. Así de general, porque parte importante del actual mundo político y con particular énfasis los integrantes más jóvenes del congreso, buscan ampliar el ámbito de acción del Estado de forma generalizada. Llama la atención que se ignora la vasta evidencia existente respecto a la falta de incentivos, favores políticos, ineficiencia y otros males que afectan a una economía con un estado muy extendido. Además, si el botín es grande, los recursos dedicados a administrar la plata que es de todos pero a su vez de nadie son enormes.

Por otra parte, los recientes casos de colusión generan un daño enorme, ya que su crítica tiene un origen correcto pero la conclusión respecto de un mal funcionamiento de un modelo económico competitivo confunde. El debate de ideas debe ser más intenso y en este sentido se agradece mucho la exposición de Luigi Zingales, que nos recuerda que el punto central de un exitoso modelo económico es la competencia, factor que es absolutamente inexistente en el esquema que favorece una mayor injerencia del Estado pero que tampoco existe en un modelo que no castiga los casos de colusión. Además, sería ideal exigir evidencia seria respecto de las bondades de un Estado más activo, aunque la realidad es tan abrumadoramente clara que probablemente no se opte por esta vía.

En resumen, los efectos económicos indeseados de las políticas impulsadas por este gobierno continuarían en 2016.

Lamentablemente este impacto negativo no es suficiente para cambiar la ya arraigada convicción respecto de los beneficios de una mayor intervención estatal. Lo anterior toma fuerza por las críticas que surgen por los casos de colusión en el sector privado, que son correctas, pero que al mismo tiempo son hábilmente utilizadas para desvirtuar un modelo económico que basado en la competencia entregaría sin duda los mejores resultados para el país.

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