Juan Carlos Martínez
Me preocupa el clima anti empresarial que se está generando en el país. Lentamente, pero en forma permanente y constante, se ha ido "demonizando" el lucro y desechando el concepto de crecimiento, cambiándolo por el de igualdad, con el consiguiente peligro que se termine "igualando hacia abajo", lo que traería más pobreza para todos. Claramente, los esfuerzos se centran en fortalecer cada vez más al Estado y debilitar al sector privado.
Pero frente a ese escenario, reconozco que los empresarios debemos hacer un mea culpa: hemos estado más preocupados de defender nuestros intereses y hemos descuidado la defensa de nuestras ideas, valores y principios, como son la libertad, la libre competencia, la propiedad privada, un Estado subsidiario de tamaño moderado y vivir en paz.
Reconocemos que no ayuda mucho el hecho que a algunas de las grandes empresas se las ha denunciado por problemas de transparencia, abusos y atentados contra la competencia. Pero no se nos puede poner a todos en el mismo saco. Condenamos enérgicamente los atentados contra la competencia y el libre mercado, los carteles y los monopolios. Creemos en el libre mercado, que no es otra cosa que el derecho de poder ofrecer a quien desee lo que yo produzco, y poder comprar a quien desee lo que produce.
Concebimos a la empresa como una institución social de la mayor importancia, motor de la economía, fuente de creación de empleos, que fomenta la competitividad y crea espíritu empresarial e innovación. Con el lucro que genera, la empresa paga impuestos, realiza donaciones y hace inversiones que producen un círculo virtuoso en la economía.
La empresa moderna está evolucionando. Además de los resultados económicos, debemos preocuparnos del bienestar de nuestros colaboradores, de la satisfacción de nuestros clientes, de la cooperación con nuestros proveedores y de escuchar a nuestros vecinos.
Tenemos que buscar la colaboración en lugar del conflicto. Aprovechar el talento de nuestros trabajadores, dejando atrás las creencias tradicionales y confiar en el poder de las habilidades blandas como la amabilidad, la solidaridad, la empatía y la flexibilidad.
Finalmente, hoy más que nunca necesitamos tranquilidad, retomar las confianzas y tener un grado de certeza en cuanto al rumbo que debemos seguir.