La histeria evaluadora…
Chile es un país que trabaja para ser ordenado, prolijo, previsible, en el que todo intenta medirse, inclusive hasta los afectos. Todo está pendiente de un resultado entre 1 y 7.
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Chile es un país que trabaja para ser ordenado, prolijo, previsible, en el que todo intenta medirse, inclusive hasta los afectos. Todo está pendiente de un resultado entre 1 y 7.
Los profesores son evaluados por los alumnos, los integrantes de la farándula suben y bajan según encuestas a televidentes y fanáticos, los directores técnicos están bajo la lupa partido tras partido, y los gobiernos tienen mensualmente casi un examen con clara idea electoralista.
Chile puede ser previsible, pero no hay duda que su sociedad vive al borde del ataque de nervios con una histeria evaluadora que en realidad, no es relevante en los plazos en los que se mide.
Generalmente los mejores profesores son los recordados varios años después de graduarnos. El ex presidente Allende tuvo reconocimiento internacional masivo después de su paso por el gobierno. En Argentina, el ex presidente Alfonsín fue vapuleado durante su gobierno pero en su funeral fue acompañado por más de 300.000 personas ganándose el respeto general, 30 años después.
¿Cuánto le debería importar al presidente Piñera una evaluación de este tipo, que cambia en función de hechos puntuales? ¿Cuánto daño hace a un proyecto de largo plazo estar pendiente de la mezquina satisfacción de corto plazo?
Sabemos que las encuestas tienen un sesgo importante, que es el hecho que no siempre decimos lo que pensamos, ni podemos explicar los recuerdos con claridad, y que indefectiblemente opinamos en base a nuestro “feeling”.
¿Podemos estar pendientes del “feeling” de quién nos evalúa en cada acto que realizamos? ¿Qué pasaría si un profesor deja de lado su propuesta para transformarse en un personaje simpático para sus alumnos que buscan confortabilidad en lugar de exigencia? Qué pasaría si un gobierno tiene que modificar su rumbo estratégico frente a cada acontecimiento que puede generar una “mala nota”.
Ni Piñera es tan malo, ni Golbourne es superman. Dejarnos llevar por estas evaluaciones cortoplacistas y electoralistas es hipotecar un futuro posible.