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Moneda única regional: una idea cuestionable

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La propuesta de avanzar hacia una moneda única entre Brasil y Argentina tiene más de proyecto ideológico que de política económica viable, pues surge por una iniciativa conjunta de los respectivos mandatarios antes que de un análisis técnico sobre su real factibilidad y potenciales beneficios. El propio mandatario brasileño, junto con admitir que ese trabajo no ha empezado, agregó con sorprendente liviandad: “Creo que todo lo que es nuevo ha de ser probado”.

En teoría, una eventual unidad monetaria entre las dos mayores economías de América del Sur -muy diferentes entre sí- crearía el segundo bloque monetario más importante a nivel global después del euro, con el declarado objetivo de facilitar el comercio y reducir la dependencia del dólar. Al respecto, si bien admitió que aún falta conocer el total alcance y contenido, el ministro de Hacienda chileno mostró un entendible escepticismo, pues “en la Zona Euro primero hubo integración comercial, integración aduanera, luego vino la integración monetaria que implica no solamente tener una moneda común, sino que un Banco Central común”. Todos elementos muy lejanos a la realidad regional, o a la bilateral entre Argentina y Brasil.

La propuesta de los presidentes de Brasil y Argentina tiene más de proyecto ideológico que de política económica viable.

En efecto, los niveles de integración comercial, financiera, bancaria y fiscal que requeriría una medida de este tipo parecen superar con creces los actuales. En particular, la histórica volatilidad de la economía argentina, como de su política monetaria y fiscal -sus defaults internacionales son reiterados y conocidos-, hacen dudar de su idoneidad como socio en una iniciativa de este tipo. Lo que podría ganar Brasil, cuyo Banco Central es escéptico al respecto, es muy discutible.

Por otra parte, la lamentada dependencia latinoamericana del dólar es reflejo de debilidades económicas regionales y de la fortaleza mundial de esa moneda. Los problemas de economías emergentes como Brasil y Argentina -como los de la mayoría de los países en desarrollo- tienen que ver con la calidad de su gestión productiva, económica y fiscal, no con la falta de una moneda común que probablemente los agravaría.

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