José Antonio Garcés
"No puede haber capital sin trabajo, ni trabajo sin capital: ambos están llamados a entenderse y a colaborar al amparo de la justicia". Estas palabras de San Alberto Hurtado, de gran vigencia en estos tiempos, debieran inspirar y constituir la esencia de una reforma laboral.
De lo conocido de la propuesta actual del gobierno, surge la percepción de que se enfoca en un mayor empoderamiento del mundo sindical, más que atender a la realidad laboral con una visión amplia que incorpore el verdadero sentido del trabajo como fuente de desarrollo de las personas, la dignidad del colaborador como ser humano, las condiciones laborales de los trabajadores con sus correspondientes derechos y deberes, etc.
Se ha argumentado que en nuestro país los niveles de sindicalización son bajos (15,3%, según la OCDE); sin embargo, esta tasa es apenas un par de puntos inferior al promedio de la OCDE (17,5%). Si bien se vislumbran pasos en la dirección correcta, como el compromiso de capacitar para el mercado laboral a 450 mil mujeres y jóvenes (segmentos con mayor desempleo en el país), otros en cambio se encaminan a hacer más rígida la normativa, lo que dependiendo de la industria y sector de negocios, puede ser perjudicial tanto para empresarios como para trabajadores, sin olvidar a los consumidores.
Se recalcan los prejuicios del empresariado hacia los sindicatos y por cierto, del mundo sindical hacia los empresarios. Al parecer, reina la desconfianza. Es ahí donde creemos emerge un tema de fondo, al que aludía la citada frase del padre Hurtado. El propósito de cualquier reforma laboral debe apuntar precisamente a reducir los niveles de conflictividad y desconfianza. Y esto es tarea de ambos actores, puesto que los abusos a la buena voluntad de la contraparte, pueden provenir tanto de empresarios como de trabajadores. Y también del Estado.
Otro tema de relevancia es que las autoridades aborden de lleno el asunto de la productividad, partiendo por detectar cuáles son las dinámicas laborales que impiden que ésta repunte en nuestro país. Hoy, tenemos una tasa de productividad equivalente a la mitad del promedio de los países de la OCDE. Es sabido que para aumentarla no sólo inciden factores como la infraestructura, la tecnología o los medios requeridos para hacer el trabajo, sino también variables "blandas" como el sentido de pertenencia a un proyecto común, la motivación, posibilidades de desarrollo de carrera, incluso la situación familiar. Es importante que se compense adecuadamente a quien lo hace bien, en lugar de buscar igualar tanto las condiciones para todos, lo que muchas veces termina siendo un desincentivo al buen desempeño.
También sería positivo que los futuros pasos de una reforma laboral más integral se dirijan a fomentar una mayor capacitación para dirigentes y líderes sindicales. De esta manera, los trabajadores podrán desenvolverse mejor en el nuevo escenario laboral de movilidad y cambios crecientes, que los obliga a reinventarse permanentemente. Una capacitación que les permita comprender el balance y estados financieros de una empresa, representar eficazmente a sus bases y plantear apropiadamente sus demandas, sin desatender el bien común y la sostenibilidad de la empresa, además de generar espacios de colaboración con sus directivos, con interlocutores informados y capacitados.
Asimismo, se ve necesario promover la responsabilidad social empresarial como aspecto relevante de la gestión, así como el establecimiento de códigos de ética, sistemas de medición y mejoramiento de la calidad de vida laboral. Además, fomentar una responsabilidad social sindical consciente de la sostenibilidad a largo plazo, y del impacto de sus decisiones en otros públicos vinculados a la empresa, tales como clientes, proveedores, distribuidores, accionistas minoritarios, la comunidad, etc.
En este escenario, se requieren autoridades ecuánimes que trabajen por una legislación laboral moderna y flexible, que incentive y no dificulte el empleo y el emprendimiento, a la vez que resguarde de manera efectiva los derechos de los trabajadores. Generar las condiciones para el florecimiento de una economía dinámica y robusta, contribuye a un escenario que obligará a las empresas a mejorar su oferta laboral para atraer y retener talentos.
Creemos que aún hay tiempo para seguir afinando esta propuesta de reforma, de modo que mire al "cuadro grande", recoja diversas perspectivas y fomente más y mejores empleos.