Se ha instalado en el ambiente la idea que las relaciones laborales entre empleadores y trabajadores, son un conflicto, “per se”. Se destacan en los medios las malas prácticas, los abusos y las inequidades como si eso estuviera extendido en todo el ámbito empresarial.
Todo este ambiente, conflictivo y agresivo, ha permeado a las instituciones, las que han terminado por apuntar a la creación de reformas laborales incapaces de dar respuesta a los problemas de fondo, y peor aún, que no satisfacen a nadie. Y es que lo que parte como conflicto, se desarrolla como conflicto y termina como conflicto.
En medio de tanta hostilidad, quién se ocupa de hablar de las relaciones de confianza, alianzas y proyectos comunes. Del trabajador como centro de organizaciones, donde el clima laboral, la participación, la autonomía y su desarrollo profesional se han constituido en pilares del crecimiento sostenible de tantas empresas.
Quien habla de los sueños de aprender y desarrollarse, formar familia, tener casa propia, educar a los hijos, viajar y vincularse con otros, ser parte de proyectos solidarios en la comunidad, en fin, tantos anhelos que son una realidad, porque muchas empresas en Chile se esfuerzan por ser buenos lugares para trabajar.
¿O acaso no existe el trabajador que ve en la empresa un lugar de encuentro?, donde conoce a sus verdaderos amigos, donde su misma familia se vincula en actividades culturales, deportivas y de entretención, donde encuentra orientación para salud, previsión y ayuda financiera, entre otros.
Lo que sí es importante es el liderazgo y la convicción de los líderes. La empresa no es sólo una generadora de utilidades financieras, lo es en parte, porque es imperativo generar recursos, pero la forma en que lo hacemos se vuelve cada vez más relevante.
Y ahí es donde debemos levantar la mirada y poner al trabajador al centro de las políticas, respetando sus derechos, dándole dignidad a su función a través de la participación activa con espacios para la innovación, otorgándole una compensación justa y darle oportunidades de capacitación y desarrollo para que crezca con la empresa.
La empresa consciente que queremos tiene muchos ejemplos de esto. El desafío entonces, no es hacer leyes que impidan el diálogo, prolonguen los conflictos y desarrollen las desconfianzas, sino trabajar juntos por la construcción de una sociedad más justa, partiendo de los acuerdos, los sueños comunes, los beneficios compartidos, el crecimiento integral y sostenible. No desde el conflicto.