Por Yael Schnitzer Raab
La crisis económica no sólo afecta al bolsillo, sino que también al hábito de formar familia en Estados Unidos. El desempleo y la incertidumbre sobre el trabajo ha provocado el aplazamiento del matrimonio y una reducción de la inmigración.
Esto es causa directa del descenso en la natalidad y por consecuencia, la reducción del gran consumo que un hijo conlleva. Un 20% de los jóvenes entre 18 y 24 años pospuso el matrimonio por la recesión de 2008, según datos del Pew Research Center.
La cantidad de nacimientos, por su parte, ha caído cada año desde la crisis financiera de 2008, llegando a un mínimo de doce años en 2011, de acuerdo con el Centro Nacional de Estadísticas de Salud.
Entre el 1 de abril de 2010 y el 1 de julio de 2011, el país aumentó su población sólo en un 0,92% (lo que equivale a 2,8 millones de personas) alcanzando un total de 311,6 millones de habitantes. La tasa es la más baja registrada en un período similar desde mediados de los ‘40, dijo la oficina del censo.
La baja natalidad ya está afectando a las empresas de consumo, que han visto caer la venta de pañales, pruebas de embarazo y servicios de salud y educación.
Tener un hijo es costoso. Una familia de clase media estadounidense que tuvo un bebé en 2011 deberá desembolsar alrededor de US$ 234.900 durante 17 años para costear comida, alojamiento, transporte y salud de su hijo, calculó el Departamento de Agricultura en junio. En crisis las personas están menos dispuestas a tener hijos y lo ocurrido durante la Gran Depresión sirve de precedente: el número de hijos por familia cayó de un promedio de 3,5 en 1900 a 2,3 en 1933.
Consumo a la baja
“El consumo se dispara cuando las familias tienen hijos”, aseguró a Bloomberg el economista jefe para EEUU de Barclays, Dean Maki. El menor número de nacimientos afecta directamente el monto que se destina al consumo de productos o servicios asociados al hogar y la familia. Maki explica que “si esta es una tendencia que persiste en el tiempo, hay motivos para preocuparse”.
Hay varias compañías afectadas por esta situación, Kimberly-Clark, fabricante de los pañales desechables Huggies, está “sintiendo el efecto de tres años de baja natalidad”, dijo el director ejecutivo, Thomas Falk, en una conferencia el 26 de julio.
Los fabricantes de pruebas de embarazo, como Church & Dwight, que produce la marca First Response, también viven una situación “difícil”, admitió el director ejecutivo, James Craigie, en la Conferencia de Consumo de Deutsche Bank que se realizó en París en junio. Incluso la venta de condones ha disminuido, porque con la crisis económica “más personas están deprimidas, el sexo ha disminuido y el uso de condón también”, explicó.
Crisis demográfica
La inmigración ha sido un factor clave en el crecimiento de la población de EEUU y Europa. Los inmigrantes, sobre todo los hispanos, tienen más hijos que los ciudadanos estadounidenses y con la crisis económica, muchos de ellos han decidido volver a su país o se han enfrentado con más restricciones de ingreso.
En España, por ejemplo, el aumento de inmigrantes entre 1995 y 2008 provocó un aumento explosivo de un 43% en el número de nacimientos, de 363.500 a 518.500. Pero los inmigrantes han vuelto a sus países y la tendencia se revirtió, cayendo a 482.700 en 2011, publicó The Economist.
En EEUU el 93,3% del crecimiento de la población, registrado entre el 1 de abril de 2010 y el 1 de julio de 2011, corresponde a minorías (con los hispanos liderando la lista, seguidos por negros y asiáticos), informó la oficina de censo de EEUU. Con estas cifras, se proyecta que en 2050 los blancos no hispánicos serán minoría, representando un 47% de la población, según cálculos del Pew Research Center.
La baja natalidad afecta al consumo y existe preocupación entre los expertos, que estiman que algunas políticas de gobierno, como jardines más baratos o el aumento de licencias paternales, podrían estimular un alza en la natalidad.
