Por Marco Fajardo
La discusión sobre el salario mínimo abre interrogantes de cómo andamos en comparación con nuestros vecinos. Chile se ha destacado en la región en los últimos años por su estabilidad económica, un crecimiento constante y baja corrupción, pero en materia de bajos ingresos parece haberse quedado atrás.
Aún así, según el economista Juan Scapini de la Universidad Andrés Bello, la comparación no tiene una, sino varias respuestas. Explica que según el número de veces que cubre la línea de pobreza, nuestro salario mínimo está entre los más altos de América Latina, “con 2,9 veces y, junto a Panamá (3,0 veces)”, frente a México (1,2) y Nicaragua (1,1). Sin embargo, si se mide la relación existente entre el salario mínimo y el PIB per cápita, “resulta que en Chile esta relación es una de las más bajas de la región, con 35%”.
Estas cifras son confirmadas por el “Global Wage Report 2010-2011” de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Allí por poder adquisitivo Chile aparece en noveno lugar en América Latina con
US$ 400, menos de la mitad de Argentina (896), que lidera el ranking. A nivel regional, nuestro salario ronda los niveles de Colombia (390) y Belice (388), y a nivel mundial, de Marruecos (371) y Sudáfrica (390).
La comparación con la remuneración media de la economía tampoco lo favorece. “Ésta en Chile es de un 42%, cifra que está por debajo del promedio regional. Las relaciones más altas corresponden a Paraguay (82%) y Perú (82%) y las más bajas a México (17%) y República Dominicana (25%)”, según Scapini.
Una de las aristas del problema es cómo se fija. En su reporte, la OIT recomienda “involucrar representantes sindicales y empresariales en una base de igualdad, así como expertos independientes con reconocida competencia para representar el interés general del país”.
En países como Argentina y Uruguay el salario mínimo es fijado por un consejo tripartito (gobierno, empresarios y trabajadores), pero son casos son excepcionales. “En la región latinoamericana el sistema prevaleciente recae en la voluntad del Poder Ejecutivo para enviar un proyecto de ley, con escasas consultas a los involucrados”, señala Scapini.
Víctor Beker, de la Universidad de Belgrano de Argentina, destaca que “en los países desarrollados el índice sólo sirve para fijar un piso a la remuneración salarial y muy pocos son los que efectivamente lo perciben”.
En Europa y EEUU el salario es por hora. En Alemania no hay un salario mínimo oficial, sino convenios por sector, y en EEUU existe una cifra federal (US$7,25), pero cada estado puede fijar su propio valor.
En Europa la hora de trabajo es encabezada por Luxemburgo (10,41 euros), Francia (9,22) y Holanda (8,88), mientras en los últimos tres escalones se encuentran Lituania (1,40), Rumania (0,97) y Bulgaria (0,80), según cifras del instituto WSI de la Fundación Hans Böckler.

el ejemplo del reino unido
La periódica discusión por el salario mínimo demuestra que la institucionalidad de su gestión en Chile posee escasa legitimidad. En el Reino Unido el salario mínimo se introdujo en 1999 y simultáneamente se creó la Low Pay Commission, que recogió la recomendación de la OIT de una gestión tripartita (gobierno, empresarios y trabajadores) asesorada por expertos independientes.
El consejo británico, que sugiere al gobierno una cifra determinada, incluye consultores, economistas y trabajadores, y sus miembros son elegidos por el gobierno en base al mérito y duran tres años en el cargo.
Según sus directrices, la comisión supervisa y evalúa el impacto del salario mínimo, especialmente en los salarios, empleo y competitividad en sectores de bajos salarios y pequeñas empresas; el efecto en diferentes grupos de trabajadores, el efecto en las estructuras salariales, y la interacción entre salario mínimo y el sistema de impuestos y seguridad social.
Al hacer sus recomendaciones, la comisión toma en cuenta implicaciones económicas y sociales, el probable efecto en el empleo, especialmente entre los grupos más vulnerables del mercado laboral, la inflación, el impacto en los costos y competitividad de las empresas, así como los potenciales costos a la industria y el fisco.
