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¿Destacan los ataques terroristas en París un choque de civilizaciones?

El multiculturalismo es la realidad del mundo moderno

Por: Gideon Rachman, Financial Times | Publicado: Miércoles 18 de noviembre de 2015 a las 04:00 hrs.
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Desde que el fallecido Samuel Huntington predijo que la política internacional estaría dominada por un "choque de civilizaciones", su teoría, primero planteada en 1993, ha encontrado algunos de sus partidarios más entusiastas entre los islamistas militantes. Los terroristas que infligieron los asesinatos en masa en París son parte de un movimiento que ven al Islam y Occidente enfrentados en un inevitable combate mortal.

Los líderes políticos occidentales, por el contrario, casi siempre han rechazado el análisis de Huntington. Incluso George W. Bush dijo que "no hay un choque de civilizaciones". Y la vida cotidiana en las naciones occidentales multiculturales — la mayoría de las cuales tienen grandes minorías musulmanas — ofrece una refutación diaria de la idea de que diferentes religiones y culturas no pueden vivir y trabajar juntos.

A raíz de los atentados de París, esta idea central necesita ser reafirmada. Y sin embargo, una reafirmación necesaria de los valores liberales tampoco debería impedir un sobrio reconocimiento de algunas tendencias globales malignas. El hecho es que el islamismo de línea dura está en aumento, incluso en algunos países, como Turquía, Malasia y Bangladesh, considerados previamente como modelos de las sociedades musulmanas moderadas. Al mismo tiempo, los prejuicios anti-musulmanes han entrando en la corriente política en EEUU, Europa e India.

En conjunto, estos desarrollos han reducido el espacio para aquellos que quieren contrarrestar la narrativa de un "choque de civilizaciones".

Los ataques terroristas, como los de París, tienen como fin promover las tensiones entre musulmanes y no musulmanes. Pero también hay tendencias a largo plazo que han impulsado la radicalización. Una de las más perniciosas es la forma en que los Estados del Golfo, especialmente Arabia Saudita, han utilizado el dinero del petróleo para difundir formas intolerantes del islam en el resto del mundo musulmán.

Los efectos son ahora visibles en el sudeste asiático, el subcontinente indio, África y Europa. Malasia siempre ha sido presentada como un ejemplo de una nación exitosa y próspera, multicultural, con una mayoría musulmana malaya y una gran minoría étnica china. Pero las cosas están cambiando. Bilahari Kausikan, un ex jefe de la cancillería en la vecina Singapur, señala una "reducción significativa y permanente del espacio político y social para los no musulmanes" en Malasia. El escándalo de corrupción que actualmente enfrenta el gobierno del primer ministro Najib Razak ha aumentado las tensiones comunales, ya que el gobierno de Malasia ha vuelto a caer en la política de la identidad musulmana para conseguir apoyo. Un ministro subalterno del gobierno recientemente acusó a la oposición de ser parte de una conspiración global judía contra Malasia.

En Bangladesh, un país musulmán con una constitución laica, los islamistas radicales han sido responsables de asesinatos de intelectuales, blogueros y editores en el último año. También ha habido un aumento de los ataques a cristianos, hindúes y musulmanes chiítas. Gran parte de esta violencia ha sido perpetrada por ISIS o al-Qaeda. Pero, como en Malasia, el auge del islamismo radical parece haber sido fuertemente influenciado por los Estados del Golfo, a través de la financiación de la educación y las conexiones forjadas por los trabajadores migrantes.

Para muchos occidentales, Turquía ha sido durante mucho tiempo el mejor ejemplo de un país de mayoría musulmana que también es una democracia secular exitosa. Pero en la era del presidente Recep Tayyip Erdogan, la religión se ha vuelto mucho más central en la política y la identidad del país. El Sr. Erdogan ha sido etiquetado como "ligeramente islamista" por The Economist y otros. Pero no había nada de moderado cuando en 2014 declaró que los occidentales "parecieran nuestros amigos, pero nos quieren muertos; les gusta ver a nuestros niños morir".

Mientras que el primer ministro de India, Narendra Modi, no ha dicho nada así de inflamatorio acerca de los musulmanes, ha sido acusado de tolerar el prejuicio anti-islámico y la violencia. Durante sus primeros meses en el cargo, el Sr. Modi tranquilizó a algunos críticos concentrándose en la reforma económica. Pero en los últimos meses, los miembros de su partido nacionalista hindú Bharatiya Janata han intensificado la retórica anti-secular y anti-musulmana; el linchamiento de un hombre musulmán, acusado de comer carne, apareció en todos los titulares nacionales.

En Europa, incluso antes de los atentados de París, la crisis migrante había ayudado a alimentar el ascenso de los partidos y movimientos sociales anti-musulmanes. Con la apertura de Alemania a los refugiados procedentes de Oriente Medio, los ataques violentos contra los albergues de migrantes han aumentado. En Francia, se espera ampliamente que el ultraderechista Frente Nacional obtenga ganancias significativas en las elecciones regionales del próximo mes.

La retórica anti-musulmana también ha aumentado en EEUU y se ha convertido en un tema común entre los candidatos republicanos a la presidencia. Ben Carson, que lidera muchas encuestas republicanas, ha dicho que ningún musulmán debería llegar a ser presidente estadounidense; mientras que Donald Trump ha dicho que deportaría a los refugiados sirios que lleguen a EEUU.

La confluencia de estos desarrollos en América del Norte, Europa, Oriente Medio y Asia está alimentando la idea de un choque de civilizaciones. No obstante, la realidad es que los mundos musulmanes y no musulmanes se entremezclan en todo el mundo. El multiculturalismo no es una aspiración liberal ingenua; es la realidad del mundo moderno y tiene que continuar. La única alternativa es más violencia, la muerte y el dolor.

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