“Para las firmas de hoy, transparencia es inteligencia estratégica”
En seminario de Diario Financiero, llamó a incorporar a la persona y su dignidad al concepto de RSE...
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Por Isabel Ramos Jeldres
La transparencia es fundamental para el funcionamiento de las empresas en el escenario actual, convirtiéndose en sinónimo de inteligencia estratégica, dijo ayer el ex director gerente del Fondo Monetario Internacional, Michel Camdessus, en el seminario “Globalización al servicio de la persona, una deuda pendiente”, organizado por Diario Financiero y la Unión Social de Empresarios Cristianos (USEC).
El reconocido economista afirmó que, lamentablemente, la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) ha sido sinónimo de marketing, usada en los informes finales de resultados de las empresas. Sin embargo, estos principios deben ser puestos en práctica, para beneficio de los trabajadores y la sociedad.
El empresario cristiano, aseguró, no puede contentarse con la triple P de la responsabilidad social empresarial: planet (planeta), profit (ganancia) y people (personas). Sino que debe añadir una cuarta P: la persona y su dignidad.
En una semana que ha estado marcada por el escándalo de La Polar, Camdessus se mostró en contra de las “stock options”, asegurando que hay mejores formas de incentivar a los ejecutivos.
Cambio de escenario
En el seminario, Camdessus se planteó dos preguntas: ¿Cómo es la globalización post crisis y cuál es la deuda pendiente en este nuevo contexto para nuestros países y para los empresarios? Y ¿cómo contribuimos a reducirla para llegar a un estado más feliz para el hombre?.
Según el experto, la primera crisis de la globalización nos confronta con una realidad muy distinta. En primer lugar, nos dejó “un mundo estropeado”, con huellas que costará corregir. Por ejemplo, actualmente hay “90 millones más de pobres” y “hay cientos de millones de trabajadores que viven con menos de US$ 1 al día”.
Por otro lado, la crisis provocó una redistribución del poder geopolítico, con la “emergencia de un grupo de países”, un hito que sólo ocurrió anteriormente en 1700, con la revolución industrial. El cambio actual comenzó a gestarse a fines de los ‘90, cuando un grupo de países comenzó a crecer a tasas cercanas a 7% anual, y algunos de ellos incluso a 10%.
Este proceso acortó la brecha que los separaba de los países avanzados, desarrollando su clase media y mejorando rápidamente sus niveles de vida. Pero al mismo tiempo, obliga a renovar el sistema monetario, para reconocer el peso de los países emergentes, creando un sistema multipolar y multimonetario. Asimismo, entrega a los países emergentes la responsabilidad de hacer al mundo más humano, algo que antes recaía sólo en las naciones más avanzadas.
Por último, la crisis dejó carencias que no se habían identificado antes. “La crisis nos ha hecho descubrir que nuestro mundo globalizado tenía dentro de su dinámica los elementos de su autodestrucción”, afirmó Camdessus. “El neoliberalismo imperante se acompañaba de gravísimas carencias en sus instituciones y en sus regulaciones financieras. Pero sufría de una carencia aún más mortífera, de carencia ética”, acotó. La prioridad, reprochó, era del tener sobre el ser.
Por eso, hizo un llamado a instaurar una economía que se centre en la persona humana y no en la maximización de las ganancias inmediatas.
En este nuevo paradigma, el rol del Estado debe ser contribuir a las reformas a las instituciones multilaterales, para crear una nueva gobernabilidad mundial. A nivel local, en cambio, los Estados perdieron “el monopolio de la iniciativa social”, debido al desgaste de sus finanzas públicas. Ante ello, los Estados deben centrarse en apoyar a los más desafortunados en la sociedad y las empresas son las que deben asumir el rol de agentes de cambio social, tomando “el toro por las astas”.