La secularización y su mitología

El adjetivo radical –prosigue Milbank– expresa ante todo “el sentido del retorno (…) a una concepción que supera el falso dualismo moderno entre fe y razón, gracia y naturaleza”.

Por: | Publicado: Viernes 7 de septiembre de 2012 a las 05:00 hrs.
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* Por Alessandra Gerolin 



La propuesta cultural del teólogo y filósofo anglicano John Milbank aparece desde el comienzo en Theology and social theory, una de sus obras más significativas (cuya primera edición se remonta al año 1990): “Si la teología ya no procura ‘colocar’, moderar o criticar los otros discursos (es decir, el discurso político, económico, cultural, social) –subraya Milbank- inevitablemente éstos últimos ‘la colocarán’ a ella”. Con esta afirmación, el teólogo y filósofo inglés quiere responder a ese proceso de secularización que, lejos de indicar una progresiva “laicización” del poder temporal y de la sociedad, oculta en cambio una perspectiva teológica precisa sobre lo real. El movimiento de Radical Orthodoxy surge precisamente sobre la base de esta toma de conciencia. En el curso de los primeros años 90, Milbank (en ese momento reader en teología y filosofía en Cambridge y fellow en la Peterhouse) se dio cuenta de cómo la Universidad de Cambridge, junto con tantas otras universidades inglesas, todavía estaba dominada por un decidido liberalismo teológico. Este clima fue bien descrito por Tom Wright (actual Obispo anglicano de Durham y en esa época estudiante en Oxford): “Había una especie de sentido de frustración en las universidades y en las iglesias, como si los teólogos se estuviesen desilusionando, diciendo: «No podemos creer en esto, no podemos creen en esto otro»”. Cualquier perspectiva cultural se consideraba relativa, como si se tratase de una “preferencia”, de un “gusto” o de una “opinión” personal. Todas las posiciones –incluso aquellas opuestas entre sí- se estimaban igualmente válidas. En semejante clima cultural, las exigencias de la razón y del corazón resultaban profundamente mortificadas y la persona cada vez más confundida.

Precisamente dentro de este contexto humano y cultural, surge una profunda amistad entre el mismo Milbank, Catherine Pickstock, Conor Cunningham, Graham Ward, Phillip Blond y John Montag, amistad que de inmediato generó una encendida confrontación cultural y académica, llevando al grupo a formular una propuesta alternativa con respecto al paradigma entonces predominante.

La publicación del manifiesto del movimiento, el homónimo Radical Orthodoxy, se remonta al año 1999: “¿En qué sentido ortodoxia y en qué sentido radical? –se pregunta Milbank- La ortodoxia (debe entenderse) en el sentido más simple de adhesión a un cristianismo animado por una fe vivida y al carácter ejemplar de su raíz patrística; pero la ortodoxia consiste también, en sentido más específico, en reafirmar ese cristianismo más intenso y coherente que se perdió después de la Baja Edad Media. En ese sentido, el término «ortodoxia» trasciende los límites confesionales”. El adjetivo radical –prosigue Milbank- expresa ante todo “el sentido del retorno (…) a una concepción que supera el falso dualismo moderno entre fe y razón, gracia y naturaleza”. “Radical indica en segundo lugar la tentativa de desarrollar esta visión para pasar por un tamiz a la sociedad, la cultura, la política, el arte, la ciencia y la filosofía modernas con una valentía sin precedentes”. Según el teólogo y filósofo inglés, en realidad, “de la gran crítica cristiana al iluminismo (valorizado por Milbank en otros aspectos) –Christopher Smart, Hamann, Jacobi, Kierkegaard, Péguy, Chesterton y otros- se desprende que el secularismo destruyó y negó de diversos modos precisamente aquello que aparentemente quería celebrar: la vida vivida, la expresión del propio ser, la sexualidad, la experiencia estética, la comunidad política y humana”.

Según el movimiento de Radical Orthodoxy, “la teoría secular –sintetiza Milbank- no sólo toma en préstamo de la religión modalidades de expresión intrínsecamente inapropiadas (…), sino que en realidad está constituida, en su ser secular, por una «herejía» del cristianismo ortodoxo o por un rechazo del cristianismo, rechazo que parece más “neopagano” que puramente antirreligioso”.

A juicio de Milbank, una de las mutaciones más radicales que han tenido lugar en el curso de la época moderna consiste precisamente en el nuevo significado asumido por el término saeculum (del cual provienen los términos “secular” y “secularización”). Mientras en la Antigüedad y en la Edad Media la noción de saeculum solía indicar una dimensión temporal, que caracteriza el lapso comprendido entre el nacimiento y la muerte de una persona, a partir de la modernidad el mismo término quiere describir en cambio una dimensión espacial, es decir, la realidad secular (y por eso “desacralizada”) en oposición a la sagrada. De ese modo, con el advenimiento de la modernidad surge una clara separación entre el ámbito privado del vivir, donde cada individuo goza del derecho a sostener sus propias opiniones y a cultivar sus propias convicciones religiosas, y el ámbito público, caracterizado en cambio por la centralidad de nuevas formas del saber, considerándose que éstas gozan de un mayor grado de objetividad (la ciencia política, la sociología, la economía, etc.). De este modo, el secularismo establece una separación artificiosa entre los hechos –los aspectos de la realidad “susceptibles de medición” por las ciencias exactas- y los valores: las convicciones personales y las creencias religiosas, de las cuales no se puede tener certeza. La gran mentira que caracteriza el secularismo consiste en el hecho de que, tanto en la vida personal como en la vida política y social, permanentemente se formulan juicios y se toman decisiones, con lo cual siempre se hace referencia a “valores”. Sin embargo, si estos últimos no provienen de un juicio crítico y de una verificación personal y comunitaria (en cuanto sólo serían expresión de una preferencia “privada” y por tanto “subjetiva”), ¿cuáles serían los criterios sobre cuya base se formularán los juicios y tendrán lugar las elecciones? Esos criterios –observa Milbank- reflejarán la lógica impuesta por el poder dominante, que en forma absolutamente mentirosa se define como “neutral” a pesar de ejercer una soberanía absoluta (de acuerdo con el nuevo significado asumido por la palabra dominium) sobre todo aquello de lo cual puede disponer.

Según el teólogo y filósofo anglicano, la única posibilidad de superar la razón secular, como veremos, consiste en recuperar una experiencia real e informada de la fe en el interior de la Iglesia. Por este motivo, la teología siempre debe basarse en la vida de la Iglesia, en su tradición de pensamiento, en su práctica social y litúrgica, evitando el riesgo de perder su propia identidad. Esto no significa en realidad que la teología se reduzca a una disciplina autorreferente, siendo en cambio verdad lo contrario, como afirma Milbank recordando la génesis de Theology and Social Theory: “Estaba influenciado por la idea (…) según la cual la teología no tiene un argumento propio específico, consistiendo más bien en una búsqueda de cómo la manifestación de Dios hace ser diferente cada cosa”. A juicio del autor, la reducción de la fe y de las obras provenientes de la misma a una dimensión puramente privada y la invención del concepto de “espacio público neutral” son por consiguiente las consecuencias más relevantes del abandono de esa visión que reconocía el origen de toda realidad y de todo saber en Dios. Como veremos, precisamente esta perspectiva “secularizada”, propia de cierta cultura moderna, genera una reducción del “don” al “dato” y obstaculiza el reconocimiento de la vida como don, única dimensión en la cual puede realizarse un auténtico perdón.

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