Carolina Dell´Oro

Los resultados del Censo 2012

Por: Carolina Dell´Oro | Publicado: Viernes 5 de abril de 2013 a las 05:00 hrs.
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En estos días se han presentado los resultados del censo 2012 y como era de esperar han aparecido innumerables interpretaciones, desde el humor sin límites propio de los chilenos a través de Twitter, hasta las interpretaciones políticas según el candidato de turno, y las urgencias planteadas por el presidente de la República respecto a una “gran mayoría” que constituye el 0,3 % de la población chilena, constituida por las parejas gay que conviven.

Lo que me ha llamado profundamente la atención de este Censo es la preocupante disminución de la natalidad en este país. En Chile cada mujer tiene en promedio 1,45 hijos, cifra que parece que para algunos ha sido una buena noticia, pues nos ha llevado a números propios de los países de la OCDE. Pero ¿necesariamente las cifras de los países de la OCDE tendrán que ser el referente en todos los ámbitos de nuestro país? ¿Es este un número que puede hacernos sentir satisfechos? ¿Qué consecuencias tiene esto para Chile?
Sin duda me parece que este es un gran tema a analizar. Un país cuya natalidad es inferior a 2,1 hijos por mujer no alcanza la tasa de reposición necesaria para alcanzar el desarrollo y mantenerlo en el largo plazo. Un país donde crece sustancialmente la cantidad de adultos mayores y disminuyen los niños, no es un país sustentable en el tiempo.

En este contexto, quisiera entrar en un tema que es el que me genera ruido, saber qué esta pasando en los hombres y mujeres en edad de procrear, qué lleva a muchos a tomar la decisión vital de tener un solo hijo. ¿Qué ha ocurrido que ese llamado natural a tener hijos se ve tan ausente en nuestro país? Los estudios dicen que las mujeres y hombres aspiran a tener tres hijos y que por razones económicas y de problemas de cuidado de los hijos debido a la masiva inserción laboral de la mujer, ello no es posible.

Sin duda que esto nos tiene que llevar a una pronta búsqueda de soluciones, procurando una educación de calidad y que sea posible de acceder a ella, y por otro lado la posibilidad de conciliar trabajo y familia para padres y madres que trabajan. En definitiva, el desafío de flexibilidad laboral que es el gran llamado que los ciudadanos piden.

Pero quiero dar un paso más allá, porque también me preocupa la desvalorización del compromiso.

Los resultados del censo muestran que vienen disminuyendo en forma creciente los matrimonios y que tenemos más gente que vive sola que en pareja. Frente a esto me pregunto: ¿estaremos planteando el compromiso como una atadura, más que la gran posibilidad de ser felices? En este sentido, veo que quizás se pueden estar viendo a los hijos como un gravamen, como “carga familiar”, tal como se les dice en la jerga administrativa. Mi invitación es a cambiar esta mirada negativa, y observar desde otra perspectiva la fuente de riqueza y esperanza que hay en nuestras familias, el matrimonio y los hijos.

Creo que es necesario sentarnos a reflexionar, más allá de los oportunismos políticos, sobre la Patria que queremos construir, sobre el tipo de desarrollo que queremos promover.

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