Columnistas

La economía del progreso

Julio Isamit Coordinador Político Republicanos

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Entre las principales conclusiones del último Índice de Libertad Económica de la prestigiosa Fundación Heritage (Estados Unidos) se encuentra tanto la plena validez de la relación fundamental entre la libertad económica y mayores indicadores de prosperidad, como la idea de que los gobiernos que respetan y promueven las instituciones económicas libres contribuyen a generar las condiciones para la innovación, la experimentación y el desarrollo, “siendo éstos los elementos claves para que la humanidad aumente su prosperidad y bienestar”.

Estas conclusiones son un buen resumen de lo experimentado por Chile. Hace medio siglo existía un consenso en las dramáticas condiciones de vida de la gran mayoría de los chilenos, al punto que, en su momento, personajes tan disímiles como Jorge Alessandri, Eduardo Frei Montalva o Salvador Allende denunciaron los altos índices de pobreza, desnutrición y mortalidad infantil, que se sumaban a la precariedad de las viviendas y a otros graves problemas.

Diversas transformaciones económicas y sociales, basadas en las ideas de justicia y libertad, han permitido que Chile a lo largo de más de cuarenta años haya disminuido radicalmente la pobreza (tanto en el número de personas que la experimentan como en la intensidad de quienes la sufren), a lo que se suma el surgimiento de una amplia y diversa clase media y un mayor acceso a la educación superior y a las oportunidades laborales. Esta es la historia que compartimos miles de familias a lo largo de todo el país, y que configura un nuevo Chile.

Sin embargo, este progreso no se encuentra garantizado. Como bien demuestran el caso de Argentina y, recientemente el de Venezuela, la aplicación de ideas incorrectas y políticas erróneas, junto con instituciones débiles, pueden hacer retroceder incluso a países con altos grados de bienestar económico y social. En ambos casos, durante parte importante del siglo XX, sus ciudadanos contaron con estándares de vida muy superiores a los de los chilenos. Hoy la situación es radicalmente distinta.

Por eso, esta visión que conjuga crecimiento económico con progreso social, reconoce que la libertad y la justicia son pilares del orden social, y que reflejan la dignidad esencial de cada persona. Es a través del esfuerzo y del trabajo que todos mejoramos nuestra calidad de vida y la de nuestras familias, en una verdadera “economía del progreso”.

Por último, el lamentable contraste de la historia reciente de Chile con el segundo gobierno de la presidenta Michelle Bachelet, ha puesto de realce la necesidad y urgencia de seguir promoviendo estas ideas y ponerlas en el centro de un futuro gobierno.

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