Padre Hugo Tagle

Recordar y esperar

Padre Hugo Tagle En twitter: @hugotagle

Por: Padre Hugo Tagle | Publicado: Lunes 2 de noviembre de 2020 a las 04:00 hrs.
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El 1° de noviembre los cristianos celebramos el Día de Todos los Santos, y el dos, el Día de los Difuntos. Dos fechas que ya se han hecho una. La idea es recordar a los difuntos el dos, pero se los visita el día primero. La hermana muerte, de que habla san Francisco, ha estado muy presente en estos meses. Casi como un rito litúrgico, se nos anuncia diariamente la cantidad de difuntos por el coronavirus, infectados y en estado crítico. Un recordatorio que nos aterriza en la única certeza que tenemos: nuestra propia muerte. Todo lo demás, es incertidumbre.

Estas fechas nos abren a tres dimensiones de la vida: pasado, futuro y presente. Son días para recordar a quienes caminaron antes que nosotros, a aquellos que también nos han acompañado, nos han dado la vida. Recordar, hacer memoria. Dice el Papa Francisco: “La memoria es lo que hace que un pueblo sea fuerte, porque se siente enraizado en un camino, enraizado en una historia, enraizado en un pueblo. La memoria nos hace entender que no estamos solos, somos un pueblo: un pueblo que tiene historia, que tiene pasado, que tiene vida”.

De ahí que los cementerios, las tumbas, las fotos u objetos de nuestros difuntos, son importantes. Es fácil olvidar y difícil recordar. El día de los difuntos es día de la memoria personal, familiar. La memoria que nos lleva a las raíces propias y comunitarias. Quien recuerda a sus seres queridos, enriquece su vida.

Son fechas de esperanza. Para el hombre y mujer de fe, la vida no termina en la nada, en el vacío. ¿Dónde están nuestros abuelos? ¿Incluso padres o hermanos? ¿Dónde están quienes murieron por el coronavirus, en accidentes, solos? La certeza de una tierra definitiva, del Cielo, es acicate, alimento y aliento para vivir más intensamente la vida presente. Memoria y esperanza, esperanza de encontrarnos, esperanza de llegar donde habita quien nos creó y da sentido a la existencia.

Dice el Papa: “Y entre la memoria y la esperanza está la tercera dimensión, la del camino que debemos recorrer y que recorremos”. Camina mejor por la vida quien tiene conciencia de pasado, memoria; y se dirige confiado a la eternidad quien aborda el día sabiéndose pasajero en tránsito, “ligero de equipaje” como dice Machado.

El cultivo de la memoria alimenta la esperanza. Ayuda a esperar, a mirar al horizonte, a no permanecer inerte o impávido ante el mañana. De ahí que el creyente se podrá entristecer, pero no se desespera ni desalienta ante la adversidad. Ahí está la luz al final del camino. La misma que acompaña la fascinante aventura humana.

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