Agustín Edwards Ossandón: el gran emprendedor
Por: Equipo DF
Publicado: Viernes 18 de febrero de 2011 a las 05:00 hrs.
George Edwards llegó a Chile en 1804, poco antes de que se iniciara el proceso de Independencia. Era un médico joven, que fue acogido por la familia de Diego Ossandón en La Serena: ahí conoció a Isabel, con quien se casó. Tuvieron nueve hijos, entre ellos José Agustín de Dios Edwards Ossandón (1815-1878), conocido simplemente como Agustín, fundador de una de las familias empresariales más importantes de la historia de Chile.
El vivió en La Serena sus primeros años, y abandonó los estudios tempranamente. Primero trabajó con su padre y luego siguió un camino autónomo. Pronto, como recuerda Agustín Ross, “dominó completamente el comercio de Copiapó y además de banquero logró convertirse en una especie de tutor de los comerciantes, no permitiendo que se hicieran competencia ruinosa unos a otros”. En el Norte Chico, y específicamente desde Copiapó, dirigía sus negocios mineros, pero también realizaba préstamos que más adelante darían origen a otra de sus actividades principales, la banca.
Como resume Nazer, “en poco más de una década de operaciones Edwards se convierte en el más importante capitalista del mundo minero de Copiapó y uno de los hombres más ricos del país”. A mediados de siglo tomó dos resoluciones importantes: se casó con su sobrina Juana Ross (futura gran benefactora) y se trasladó a vivir al puerto de Valparaíso, uno de los corazones comerciales de Chile.
En 1867 se creó Agustín Edwards y Cía., el primer banco del empresario y que poco después pudo emitir billetes. Más importante todavía, desde el punto de vista político y cultural, resultó su gran inversión de 1875, cuando decidió la compra de El Mercurio de Valparaíso, el decano de la prensa nacional. La familia agregaría en los años siguientes La Época y, por supuesto, El Mercurio de Santiago, a comienzos del siglo XX. Como solía ocurrir en esos años, Edwards también incursionó en la política, donde alcanzó a ser diputado y senador poco antes de su muerte.
En un interesante trabajo, Sergio Villalobos destaca conjuntamente a figuras de un perfil similar, como eran Charles Lambert, Henry Meiggs y José Bunster, además del propio Agustín Edwards, todos representantes del nuevo espíritu de la burguesía, que impregnó la sociedad, los negocios, la ética y el estilo de vida de su tiempo. Y sitúa a Edwards como uno de los principales comerciantes de cobre del mundo, con un carácter audaz, que sirvió de manera decisiva a sus éxitos en los negocios. Sin embargo, junto a su mujer conservó la austeridad como una virtud digna de ser vivida.
Agustín Ross lo visitó poco antes de su muerte: “me siento muy mal; yo ya nada puedo hacer, ahora es cuestión de que la familia determine lo que convenga”, le comentó Edwards “en tono triste”. Murió en 1876, dejando a su viuda Juana Ross de Edwards como una mujer riquísima y generosa, además de su hijo Agustín (entre otros), el gran continuador de su éxito empresarial.