Con la muerte de Giulio Andreotti se va uno de los grandes protagonistas de la Italia de posguerra. Un estadista y un político que ha suscitado sentimientos contrastados de admiración y oposición, que ha sabido imponerse con su tenacidad y su testimonio digno, ante sus mismos adversarios.
Lo recuerdo, amable y agudo en sus observaciones, con su ironía sutil y al mismo tiempo firme en su fe católica, en los encuentros mensuales que, como director de la revista internacional 30 Giorni, tenía en su estudio romano de la Plaza San Lorenzo en Lucina, en el que el conjunto de las fotos de él con los grandes de la tierra daba la impresión de estar en el centro del mundo. Un encargo, el de 30 Giorni, que había aceptado en los años 90, en el periodo de su desgracia política, por invitación de don Giacomo Tantardini, sacerdote al que le unía una gran amistad y un profundo afecto y que era la verdadera alma teológica de la revista. Como director, desarrollaba su labor con cuidado. Recuerdo sus libretas de apuntes, que llevaba consigo, y sus consejos, siempre preciados. Ponía a disposición su enorme conocimiento de la Iglesia y de las relaciones internacionales, individuaba los contactos adecuados, las personas con las que hablar y a las que entrevistar. En el plano político, en los últimos años le habían hecho justicia.
En 2006, con 87 años, se presentó candidato, bajo propuesta de Perferdinando Casini y Gianni Letta, al puesto de vicepresidente de Estado. Se trataba de una propuesta preocupada por unir, con una figura de prestigio apreciada también por la izquierda, mayoría y oposición. Una perspectiva que no le desagradaba. En una entrevista a La stampa (22/04/06) había querido subrayar dos aclaraciones: “Provengo de Democracia Cristiana: no hay más”. Un “no hay más” revindicado, con orgullo, como expresión de una tradición política condenada a la derrota histórica, no a la ideal.
Para Andreotti, el ser democristiano coincidía con asumir la gran lección de su maestro, Alcide de Gasperi. De él había tomado la enseñanza clave para el catolicismo político-democrático: evitar en Italia, en la medida de lo posible, el resurgir del conflicto histórico entre güelfos y gibelinos, clericales y anticlericales. Una lucha que, desde la Unión en adelante, había turbado y dividido la conciencia del país. Para Andreotti, este espíritu unitario se había traducido, a partir de los años 60, en una política externa que, a la par que Fanfani y La Pira, privilegiaba la seguridad de Israel en el cuadro de un diálogo con los países árabes que lindan con el Mediterráneo, atenta a los legítimos derechos del pueblo palestino en el ámbito de una política de paz en Medio Oriente. Después del 89, el mismo espíritu lo había llevado, después de ser presidente del Consejo durante el “compromiso histórico” DC-PCI en 1976, a priorizar una política del bien común fuera de la lógica bipolar, maniquea e ideológica.
ENTREVISTA CON ANDREOTTI
Párrafos de una conversación con Giulio Andreotti en 1995, recopilados del libro "En busca del rumbo perdido" (Tercera Crónica de las ideas) por Jaime Antúnez Aldunate (Ediciones UC).
- La ideología comunista ha muerto. ¿Cree que ha muerto la cultura comunista?
Yo diría que no. En Italia, un sector de excomunistas o herederos del comunismo han ingresado a la Internacional Socialista, lo cual constituye en teoría una gran superación, porque en otra época la mayor ofensa que podía hacerse a un comunista era llamarlo "social demócrata". Pero me preocupa el resurgimiento de los viejos comunistas con formas nuevas, como se observa hoy en términos de la mentalidad de algunas personas, fenómeno concomitante con lo que ocurre en algunos países del Este, como Polonia.
Este fenómeno se traduce en aspectos tales como la legislación escolar, donde aparecen obstáculos a los apoyos que regularmente tuvo la enseñanza privada y por tanto los colegios católicos. Se juntan aquí las fuerzas provenientes de una tradición laicista, con la influencia de los comunistas.
La superación de fenómeno comunista no es así un hecho ligado únicamente a un período histórico, sino sobre todo a una cultura y a una mentalidad. Espero que con un mayor esfuerzo de parte nuestra logremos superar ciertas posiciones.
- Hay quien sostiene, por ejemplo, que el gramscismo es la cultura dominante hoy en la escuela italiana. ¿En qué grado es cierto esto?
- Tal vez sea exagerado decir que es la cultura dominante, pero ciertamente las diversas formas de secularización y laicismo, y la separación entre la religión y la vida pública, son un fenómeno muy presente y muy vivo hoy. Con todo, esta situación depende bastante de nosotros, los católicos. Debemos ser más activos en el estudio y en la evangelización de la sociedad. La Conferencia Episcopal, en el reciente Encuentro de Palermo, ha puesto gran énfasis en la caridad, lo cual es justo, porque es una cosa importante y tenemos problemas inmediatos, con los inmigrados, por ejemplo, y con otra clase de abandonados. Pero la caridad, además de ocuparse de los pobres y los enfermos, también consiste en ayudar al prójimo en la búsqueda de líneas intelectuales válidas. Ciertamente, en Italia estábamos acostumbrados a decir: "puesto que el 99 por ciento del país es católico". En la realidad no es así.
Según se lee en un libro póstumo de Augusto del Noce, publicado recientemente, al parecer se han alterado los términos de la restauración católica propuesta por León XIII. Para este pontífice –dice Del Noce- el pensamiento católico debía salvar a la democracia de la degeneración a que se halla expuesta. Al revés, pareciera que para los cristianos democráticos de hoy el problema principal ha venido a ser el de educar a los católicos para la democracia, entendiendo por democracia un régimen neutral desde el punto de vista ético y religioso. ¿Está de acuerdo con la afirmación de Del Noce? - En parte estoy de acuerdo. La discusión en torno a la existencia de una religión del Estado ha sido superada por nosotros en cuanto no existe la religión del Estado, sino la religión de los italianos y algunos la profesan y otros no. Por consiguiente, en algunos aspectos Del Noce tiene razón desde el punto de vista conceptual. Pero se trata de una tarea educativa que debemos llevar a cabo y no podemos pretender decir que quien no tiene estas raíces no es democrático. El riesgo evidente del pluralismo es convertirse en indiferentismo; pero es un gran problema de educación, de formación, del cual debemos hacernos cargo. A los católicos en cuanto tales nos corresponde ocuparnos de esta tarea.
- El problema justamente de la democracia parece ser la erosión de esos fundamentos naturales, que deberían tener una proyección dentro del orden jurídico.
- Naturalmente, porque si se llega a un indiferentismo en las raíces de carácter moral, incluso en la moral natural, considerándolas ajenas a la vida normal, tenemos un concepto de libertad desenfrenada, sin límites, lo cual arroja a una absoluta contradicción.
En mi opinión, actualmente es posible recuperar ciertas posiciones con el apoyo de la ciencia. Por ejemplo, la ciencia ahora reconoce que el hombre es una persona desde el momento de la concepción y no a partir del nacimiento, es decir, es un sujeto y no un trozo de carne de la madre del cual ella puede disponer a su antojo. La ciencia actual demuestra que al cabo de pocas semanas la criatura es un ser vivo ligado a la madre. Sobre esta base es posible revisar la ley del aborto. Se necesita tiempo, pero es posible, porque en el fondo nadie tiene derecho a asesinar a una persona. Si quien da muerte a una criatura después del nacimiento es un asesino, ¿por qué no lo será aquel que lo hace cuando al ser está vivo, pero dentro del seno de la madre? Existe una relación entre la fe, y la moral y la ciencia que en lo sucesivo puede contribuir a esta recuperación.
- En Palermo, hablando a la Iglesia italiana, el Papa ha dicho que esta nación, que ha recibido un insigne y especialísimo legado de fe, se ve afectada desde hace tiempo, pero especialmente hoy, por corrientes culturales que ponen en peligro el fundamento de esta herencia cristiana.
- Esto ocurre en todas partes. En el fondo estamos viviendo con efecto retardado el Iluminismo y la Revolución Francesa. Sin embargo, en este aspecto no soy pesimista en cuanto al futuro, porque en relación con la vida –repito- la ciencia se está acercando a una posición cultural justa. Afortunadamente, en la actualidad, al parecer ha dejado de existir el prejuicio básico de acuerdo con el cual el hombre de ciencia, salvo excepciones, no era religioso y consideraba la religión un hecho obscurantista.
En sentido inverso, está presente sin embargo la influencia de los medios de comunicación, que normalmente genera grupos del llamado capitalismo puro. Estos grupos tienen aversión por la Iglesia y el Papa, y cuando él habla de economía social de mercado, el adjetivo "social" les produce fastidio. Quisieran, asimismo, que sin más autorizara el uso de anticonceptivos y aprobara el sacerdocio femenino. Producen una gran confusión, y en el fondo son éstas las formas de un anticlericalismo moderno, más refinado.
- Efectivamente. Ahora bien, ¿qué responsabilidad reconoce en general a la gestión demócrata cristiana de la posguerra, que fue tan larga en Italia, en la tan amplia expansión aquí de la cultura secularista, que por otra parte constituye hoy el único animador del neocomunismo?
- Nosotros contamos siempre con un amplio consenso popular, pero con respecto a los centros de poder financiero y editorial siempre fuimos casi marginales. A pesar de que nuestros adversarios decían que queríamos totalizarlo todo, eso no fue verdad y tuvimos respeto. Por su parte, hay que tener presente que en 1948, cuando obtuvimos mayoría absoluta, fue una mayoría absoluta de votos de un pueblo que no quería caer en la dictadura comunista, y no una mayoría de los diversos componentes, tales como los periódicos y los bancos.
Asimismo, se conservó y se conserva todavía muy viva en Italia una vieja tradición que proviene del Risorgimento, de carácter laicista, que arranca de la oposición a los Estados Pontificios. Todo eso pesó en gran medida y pesa hasta ahora. Italia tiene raíces históricas especiales y sin duda complejas.