Chile y su millón de socios comerciales
Con 17,4 millones de habitantes, hoy le vendemos a nada menos que 4.500 millones de personas en el planeta. Una relación que impresiona, como todo lo relacionado con la expansión de nuestro comercio exterior.
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"Salmón chileno", "fruta chilena", "vino chileno". Todos productos con el mismo apellido, uno que a estas alturas abre puertas en el comercio de Norteamérica, Europa, Asia o Latinoamérica -y más recientemente en África-, donde más gente se anima a probar la oferta proveniente de nuestro país.
No es chovinismo. Desde que Chile decidió embarcarse en el proceso de apertura comercial en los '90 -coincidente con el retorno a la democracia-, cada cifra habla de una exitosa inserción en el mundo.
Hoy, por ejemplo, la población chilena suma unos 17,4 millones, mientras que los potenciales consumidores llegan a 4.500 millones, el 63% del total mundial.
Todo gracias a los 26 acuerdos suscritos, algunos de ellos bajo el carácter de libre comercio -Canadá los inauguró en 1997-, además de asociación estratégica -como con la Unión Europea-, complementación económica -entre los que se cuentan los primeros en la región-, que equivale a 64 mercados, al 86,3% del PIB global y nos posicionan como uno de los países con más convenios del orbe. ¿Quién nos gana? Sólo la UE y el EFTA (Islandia, Liechtenstein, Noruega y Suiza).
Pero esto no para. En este gobierno se han completado -como con Brasil- e iniciado nuevas negociaciones. El Congreso ya aprobó la modernización del TLC con China, está tramitando la correspondiente a Canadá y debiera pronunciarse sobre acuerdos con Indonesia y Argentina.
Un beneficio adicional de la apertura es que las exportaciones no se han limitado al producto estrella que aún es el cobre, con montos cercanos a US$ 40.000 millones en 2017, un 50% del total; sino que se lucen también alimentos, forestales, químicos -que representan la otra parte de la torta- como consecuencia de la baja o desaparición de tasas y el fin de barreras para-arancelarias en diversos mercados.
En 2017, un dato, Chile fue el principal proveedor de cerezas frescas a China -hoy nuestro mayor socio comercial a diferencia de los 90-, posicionándose también como el mayor abastecedor de esa plaza en nectarines, arándanos y paltas. Todo como parte de un salto de envíos de fruta de US$ 540 millones a unos US$ 4.800 millones.
Un año antes lo mismo ocurrió con los filetes de salmón fresco pero en EEUU -nuestro segundo socio-, superando a proveedores tradicionales como Noruega y Canadá; y con el vino importado por parte de la Unión Europea en 2016.
Si en 1990 se enviaban al extranjero US$ 100 millones de salmón, hoy son US$ 4.000 millones -subiendo al podio de lo más vendido-; en tanto que el vino embotellado pasó de US$ 30 millones a US$ 1.600 millones.
Eco de lo anterior, existen más de ocho mil empresas chilenas exportadoras, según datos de la Direcon, que se estima generan 1.195.160 puestos de trabajo.
1990
septiembre
Un activo camino en busca de socios comerciales
Un eje central de la política económica del primer gobierno tras el retorno de la democracia fue la apertura comercial. El presidente Patricio Aylwin, y luego sus sucesores, inició negociaciones bilaterales para eliminar barreras de acceso a importantes mercados, lo que incluyó ya en septiembre de 1990 el compromiso de estrechar lazos con Estados Unidos. Ya en los 2000, la mayor economía del mundo, además de la Unión Europea y China engrosaron un listado -con más de 60 países- de tratados suscritos. Recientemente, Chile se unió a otras instancias en pro del libre comercio: la Asociación Transpacífico (CPTPP) y la Alianza del Pacífico. Todo, en un marco en que el arancel efectivo de las importaciones transitó de 8,62% en 1990 a 0,86% en 2017, lo que ha permitido el acceso a una diversidad de bienes de consumo, como alimentos, automóviles, medicamentos y tecnología.