Juan Rafael Allende y la prensa satírica

Por Alejandro San Francisco Profesor del Instituto de Historia y la Facultad de Derecho de la Universidad Católica de Chile.

Por: | Publicado: Viernes 30 de septiembre de 2011 a las 05:00 hrs.
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La guerra civil de 1891 tuvo múltiples dimensiones: la polarización política y la lucha armada son las más evidentes. Como manifestación clara de la descomposición de la convivencia nacional apareció lo que podemos llamar “las batallas de la pluma”, la lucha sin cuartel que se libró a través de una prensa llena de odio por lado y lado.

En ese ambiente destacó, con un estilo tan particular como irreverente el periodista Juan Rafael Allende (1848-1909). Nació en la capital, en el popular sector de La Chimba, y tras sus estudios primarios pasó al prestigioso Instituto Nacional. A los 21 años empezó su larga carrera en la prensa de los hermanos Arteaga Alemparte, que continuó con El Padre Cobos (periódico de caricaturas) y El Ferrocarrilito durante la Guerra del Pacífico.

En la década de 1880 se volvió un decidido y agresivo anticlerical, recibiendo la condena de monseñor Joaquín Larrain Gandarillas, por su labor en El Padre Cobos y El Padre Padilla. En esos años también presentó “La República de Jauja”, su obra teatral más conocida, preparándose para su momento de mayor figuración pública.

Esa circunstancia llegó con la crisis política de 1890, cuando emergió como editor de Don Cristóbal, tarea que continuaría a través de Pedro Urdemales y El Recluta durante la guerra civil. En esos medios Allende declaró una verdadera “guerra a la oligarquía”, a la que denunció acremente: como afirma Maximiliano Salinas, el periodista ocupó “un lenguaje satírico cada vez más venenoso”, que procuraba demoler la imagen pública de sus adversarios.

En la etapa final del conflicto incluso dijo que los aristócratas debían temblar “por sus palacios, reducidos a cenizas por la justa cólera popular”, así como por sus mujeres e hijas, “pasto de las lujurias de nuestros compañeros de armas”. Era agosto de 1891, a pocos días de las decisivas batallas de Concón y Placilla.

Después de la guerra civil y de la derrota balmacedista, Allende sufrió la persecución (su casa y su imprenta fueron atacadas en el famoso saqueo del 29 de agosto), fue detenido e incluso amenazado de muerte. De hecho, sufrió varios “simulacros de fusilamiento” y estuvo incomunicado por semanas. Finalmente, se trasladó al extranjero con su familia, aunque posteriormente regresó a Chile y al periodismo.

En 1893 narró en la pieza teatral “Un drama sin desenlace”, las peripecias de los soldados vencidos y empobrecidos. El Poncio Pilatos, Don Mariano Casanova, El Arzobispo y Don Mariano fueron algunos de los nuevos periódicos de Allende, todos los cuales conservaron el mismo carácter iconoclasta de la preguerra. Luego siguieron El Jeneral Pililo y La Beata, nacionalistas y anticlericales. En los últimos años, y fiel a su particular estilo, publicó El Sinvergüenza y Verdades Amargas.

Murió en 1909, a los 60 años, dejando una obra que –a pesar de lo odiosa y descalificadora- “proporciona una visión diferente de nuestro pasado y claves para comprenderlo mejor”, en palabras de un especialista.

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