La cruzada de Raúl Alcaíno y Resiter por lograr un nuevo paradigma
Tiene pocos años bajo el paraguas de empresas que alberga la sociedad que controlan Raúl Alcaíno y Alvaro Fischer, pero ya se ha hecho de la posición de vanguardia dentro del proyecto con que Resiter quiere ser líder nacional en el negocio de transformar pasivos ambientales en activos ambientales.
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Por Roberto Sapag
Raúl Alcaíno junto al gerente general de Resiter y uno de los tres ejecutivos con acciones en la firma, Ricardo Macari. |
De un tiempo a esta parte la agenda de viajes de los ejecutivos y accionistas de Resiter, la empresa que controlan Raúl Alcaíno y Alvaro Fischer, se ha ido crecientemente cargando hacia el sur, en circunstancias que por acervo histórico y trayectoria en los negocios siempre la libreta de viajes había estado sesgada hacia el norte.
Y es que el ingreso al negocio de la transformación de conchas de choritos en cal para el agro les ha permitido descubrir que el circuito virtuoso implícito en esa actividad no sólo ensambla a la perfección en el conjunto de empresas del grupo, sino que refuerza el trazado de un plan de futuro que aspira a que el tratamiento de residuos en Chile salte a un nuevo estadio, uno donde el pasivo ambiental muta en un activo.
El propio Alcaíno y su gerente general, Ricardo Macari, lo sostienen con vehemencia. “En Calagro (la firma que transforma los choritos en cal para terrenos agrícolas) hemos descubierto una pieza que calza en la definición de estrategia de negocios de futuro que hicimos hace alrededor de cinco años. Es una experiencia que tangibiliza ese proyecto, ya que lo que antes se botaba, contaminaba, producía olores y plagas, ahora se transforma para ser usado en actividades agrícolas”, explican.
Según Alcaíno la meta es a firme: “Te diría que estamos en el primer 15% del camino, no obstante que en el tratamiento de residuos en la industria minera tenemos un amplio trecho cubierto en reaprovechar, reacondicionar y revalorizar residuos, al punto que hoy se entierra la basura de la basura. Pero creemos que se puede avanzar más, y de hecho estamos acudiendo a etapas más tempranas de la cadena de proveedores para que los envases sean más adecuados para el trabajo de recuperación y tratamiento”.
Lo de Calagro, que comenzó hace unos años con la compra de una pequeña faena artesanal en Ancud, luego dio paso a la adquisición de una faena de mayor calado en Puerto Montt. En sus instalaciones se desarrolla un proceso productivo sencillo, que en simple consiste en recibir las conchitas, las que ingresan a un horno cementero donde se produce un primer proceso de quemado (que seca la concha, la debilita y le saca el residuo orgánico), para luego pasar a un sistema de molino de martillo lo que deriva en un producto (cal) cuyos estándares de calidad están dados por el contenido de carbonato de calcio, que en este caso tiene más de 98%; la granulometría que permute una rápida incorporación a la tierra y la humedad.
Macari explica que la empresa ha demostrado ser una gran solución para la mitimilicultura y las conserveras, que reciben un certificado que acredita que la disposición final de sus residuos es la más amigable con el ambiente, ya que éstos vuelven a la naturaleza a alimentar el ciclo de producción y creación.
Sobre el potencial de crecimiento, ambos explican que hoy producen 25.000 toneladas que se usan como mejorador de terrenos agrícolas entre la IX y X regiones y que en esa zona el consumo es de 170.000 toneladas, lo que ilustra el espacio de crecimiento que tiene la empresa. Un espacio que promete ser mayor si se considera que el Estado subvenciona el mejoramiento de los terrenos y que la industria del chorito está creciendo.
Plan maestro
Alcaíno y Macari cuentan que hace alrededor de cinco años se consolidó la nueva definición de estrategia de negocios y creen que tienen mucho camino por delante, a la luz de lo que han sido sus sondeos internacionales y la tasa de progreso que exhibe la tecnología, que prueba que cosas que antes no se podían hacer hoy sí son posibles.
Hoy es mucho más posible “revalorizar residuos, transformarlos en productos con valor agregado a través de tecnología”, dice Macari, quien de inmediato apela al off the record para contarnos de dos o tres iniciativas que están ahí en el horno, muy avanzadas, pero con cláusulas de confidencialidad que le impiden revelar detalles. Se trata de proyectos, lo decimos manteniendo el misterio, que prometen dar que hablar en significativos sectores productivos del país.
Donde sí nos adelantaron planes es en el área de la generación de biogás a partir de residuos orgánicos de distintas industrias cárneas, para lo cual ya tienen un acuerdo con una firma escandinava, ya terminaron los estudios y están en la fase de decisión de si seguir adelante o no. También sus planes apuntan a la revalorización de residuos de la industria de celulosa; con la gasificación de distintos residuos que se puedan quemar, para producir calor o vapor y que se pueden montar a escala del cliente para el uso de energía en labores de casino, duchas; y la internacionalización, donde ya están en Perú (muy de la mano de las mismas mineras con las que operan en Chile) y ya miran nuevos mercados.
La mutación del grupo de empresas Resiter
Tras sus orígenes en los 80 recolectando residuos domiciliarios (negocio que decidieron dejar con frustración por sus estándares internos), Resiter pronto migró hacia el manejo de residuos de la minería, proceso que coincidió con la explosión global del tema ambiental a nivel global y en Chile, en donde las mineras más importantes del mundo presentes en el país comenzaron a llevar la batuta.
Ese impulso inicial no sólo permaneció en el tiempo sino que además de consolidó y hoy este grupo de empresas es líder en tratamiento de residuos en ese sector (en donde tienen entre sus clientes a los más conspicuos operadores), con procesos que abarcan toda la cadena de tratamiento. Además están a la cabeza en manejo de rellenos para manejo industrial; operación de plantas de aguas industriales y provisión de agua potable para campamentos mineros; servicios sanitarios de faenas en condiciones extremas y otras actividades anexas como la lavandería industrial que desarrollan a través de Sandrico (en el norte) y Le Grand Chic (hoteles, casinos).
El grupo de empresas suma poco más de mil trabajadores (12% profesionales de primer nivel, alrededor de 30% de técnicos y cerca de un 50% de la planta entre operadores de máquinas, administrativos y trabajadores) y factura unos US$ 60 millones al año.