Las Marchas Procesionales de Semana Santa en Andalucía
Por: Equipo DF
Publicado: Viernes 24 de febrero de 2012 a las 05:00 hrs.
Por Fernando Martínez Guzmán *
Málaga, Sevilla, Córdoba y Granada, ciudades y pueblos andaluces conmemoran la Pasión y la Muerte de Cristo, sacando en procesión magníficas obras de arte de escultores ilustres como Alonso Cano, Martínez Montañés o Pedro de Mena. Imágenes que se colocan sobre los “pasos” (Sevilla) o “tronos” (Málaga) elaborados con ricas maderas talladas y con plata cincelada y adornados con multitud de flores. Debajo, ocultos por faldones de terciopelo, los portadores o “costaleros” avanzan lentamente transportando un peso cercano a las tres toneladas, de modo que cada uno de ellos soporta del orden de ochenta kilos.
La Semana Santa es una de las expresiones más genuinas del sentir cristiano andaluz. Un fenómeno de carácter religioso, sociocultural, turístico y económico de gran importancia en la comunidad, de gran arraigo entre sus habitantes, quienes participan masivamente en ella, dando lugar a los más diversos enfoques, desde la más estricta ortodoxia hasta una visión meramente cultural.
Bandas de música
Una marcha procesional es la música que acompaña a los desfiles religiosos, interpretada por las bandas de música, un género musical que cuenta con algunos requisitos de estructura y estilo o carácter. La estructura hace referencia a la forma musical, que consta de tema, desarrollo, trío y reexposición del tema, pudiendo en ciertos casos tener una introducción y una coda. El estilo o carácter está definido por el compás, ritmo, tempo y adaptación para el acto que ha sido concebida: la procesión. Las marchas procesionales gozan de gran popularidad en países como, España, Italia y Guatemala, acompañando los pasos de Penitencia en todo su recorrido. Por su parte, Las bandas de música se componen principalmente de instrumentos de viento (flautín, flauta, clarinete); de bronces (saxofón alto, saxofón tenor, saxofón soprano, saxofón barítono, trombón, trompeta, tuba) e instrumentos de percusión (tambores, platillos). Son conducidas por un director, tienen un Estandarte y algunas de ellas cuentan con una sección juvenil o infantil.
Compositores y evolución del género musical
Siglo XIX: Orígenes
La marcha procesional nace la segunda mitad del siglo XIX como concepto de marcha fúnebre, bajo la corriente estilista del Romanticismo. De ella emanan grandes composiciones adaptadas para las procesiones de Semana Santa, como es el caso del segundo movimiento” de la “Tercera Sinfonía” de Beethoven; la marcha fúnebre que Chopin compuso para el segundo movimiento de su “Sonata para piano Nº 2”; la marcha fúnebre de Sigfrido de “El ocaso de los dioses” de Wagner; las marchas fúnebres de Schubert; o el “Adiós a la vida” de la ópera “Tosca” de Puccini. Pero pronto comenzarían a aparecer las primeras marchas fúnebres compuestas para cofradías y hermandades.
Se considera a José Gabaldá Bel, director de la Banda de la Guardia Real de Madrid, uno de los primeros autores en componer una serie de marchas fúnebres para Semana Santa, entre las que destacan “El llanto” y “Soledad”.
La iniciativa continuará en Andalucía, con una marcha fúnebre compuesta por el cordobés Rafael Cebreros para la Semana Santa de Sevilla (1874). En 1876, Eduardo López Juarranz compone en Cádiz la marcha fúnebre “¡Piedad!” en honor a la Corporación de Cádiz y en años sucesivos, acometerá nuevas marchas, destacando “Pobre Carmen”, obra muy popular en las ciudades españolas. En Córdoba, Eduardo Lucena Vallejo, músico destacado del romanticismo andaluz, compone “Un Recuerdo” (1883), marcha dedicada al Ayuntamiento, siendo director de la Banda Municipal de Córdoba, formación para la cual el propio Lucena, como Cipriano Martínez Rücker y Juan Antonio Gómez Navarro, dejaron un importante catálogo de marchas fúnebres.
Pero, si hay una época en el siglo XIX que resultó prolífica, esta fue la década de los noventa, saliendo a la luz marchas como, “El Señor de Pasión” de Ramón González, compuesta en Sevilla (1897); “El destierro” de Vicente Victoria Valls, compuesta en Cartagena (1891); “Pange Lingua” y “Sacris Solemnis”, compuestas por Camilo Pérez Montllor en San Fernando (1898). Destacan también en este período, “Virgen del Valle” de Vicente Gómez Zarzuela (1898) y “Quinta Angustia” de José Font Marimont (1895), obras que marcan un estilo diferente y un punto de inflexión, pues algunas composiciones comenzarán a introducir melodías que pueden denominarse “alegres” dentro del patetismo propio de una marcha fúnebre. Tal es el caso de las mencionadas, “Pobre Carmen”, “Un Recuerdo” y “El Señor de Pasión”.
Siglo XX: Consolidación y desarrollo
El género comienza a desarrollarse adquiriendo personalidad propia, y las bandas militares se constituyen como referentes en este estilo musical, personificado en Sevilla en Vicente Gómez Zarzuela y en la saga de los Font.
En 1929 surge una de las marchas que hoy goza de mayor popularidad. Se trata de “Rocío”, que aunque no puede ser calificada de original, fue compuesta por Manuel Ruiz Vidriet, y dedicada a la Virgen del Rocío de Almonte (Huelva), alimentándose en parte de una melodía mexicana, la canción “La peregrina”, y también de una composición de Joaquín Turina Pérez, perteneciente a su poema sinfónico “La Procesión del Rocío”.
Durante el primer tercio del siglo XX se produce un hecho curioso, la aparición de las primeras marchas compuestas para bandas de trompeta y tambores, como la “Banda del Real Cuerpo de Bomberos de Málaga”, cuyo compositor fue el maestro Alberto Escámez, con marchas como, “Consolación y Lágrimas” (1922), “La Expiración” (1926) y la más famosa, “Cristo del Amor” (1944). Las marchas de Escámez se consideran un clásico y son interpretadas a través de toda España. A su vez, surgen de los primeros poemas sinfónicos en forma de marcha fúnebre, dos aspectos diametralmente opuestos.
Se ha mencionado la saga de músicos de la familia Font. José Font Marimont, iniciador de esta familia, llegó a Sevilla en 1876 para situarse al frente de la “Banda de Música Militar del Regimiento Soria 9”, y en 1887 firma su primera marcha fúnebre dedicada a la Carretería. Pero es su hijo Manuel Font Fernández de la Herranz, quien realizará la orquestación de la composición de su padre, “Quinta Angustia”, siendo director de la Banda Municipal de Sevilla y constituyéndose como verdadero tronco de la saga.
Las composiciones de los Font emanan gran sinfonismo, “A la memoria de mi padre”, “Expiración” y “Resignación” de José Font de Anta, son muy buenos ejemplos. Destacan también, “Camino del Calvario” (1905) y “Amarguras” (1919), ambas compuestas por Manuel Font de Anta para la Semana Santa de Sevilla, verdaderos ejemplos de poema sinfónico en forma de marcha fúnebre. En 1918, Font de Anta sorprende con “Soleá dame la mano”, obra marcada por un gran nacionalismo e impresionismo.
Otro protagonista es Germán Álvarez Beigbeder, quién enriqueció el patrimonio musical de las cofradías en las zonas de Jerez de la Frontera, su ciudad natal y Cádiz, destacando entre sus bellas marchas fúnebres, “Al pie de la cruz” (1900), “Nuestra Señora de la Soledad” (1905) y “Memoria eterna” (1907). Coetáneo de Joaquín Turina, su obra está impregnada de un marcado carácter nacionalista.
Merece ser destacada la contribución de Manuel López Farfán, quién marca una época en la historia de la marcha procesional durante los años 20, especialmente, 1924 y 1925, cuando ven la luz dos marchas insignias de la Semana Santa andaluza: “Pasan los campanilleros” y “La estrella sublime”.
Guerra y postguerra
La crisis que conlleva la Guerra Civil Española también se hará presente en lo que concierne a las cofradías, afectando la música procesional. Muchos son los compositores que pasarán por momentos difíciles. Manuel Font y de Anta encuentra la muerte a muy temprana edad, las bandas subsisten en forma muy precaria, algunas cofradías cesan sus actividades, y las pocas obras que ven la luz presentan melodías dramáticas. “VI Dolor” de Manuel Borrego Hernández, junto a alguna obra de Farfán, son testimonios vivos del período.
Con la postguerra, el arte al servicio de las cofradías vuelve poco a poco a la normalidad y entra en escena la llamada generación de postguerra, en Córdoba, Jerez de la Frontera y Granada, destacando músicos como : Antonio Pantión Pérez, compositor de “Jesús de las Penas” ( 1943), Manuel Borrego Hernández, Francisco Melguizo Fernández, Enrique Báez Centella, Rafael Márquez Galindo, Germán Álvarez Beigbeder, Emilio Cebrián Ruiz, Pedro Gámez Laserna, Pedro Braña Martínez y Jaime Texidor.
Situación reciente
Últimamente ha surgido una especie de movimiento historicista que pretende dignificar la esencia de compositores como López Farfán, Gámez Laserna, Álvarez Beigbeder y Braña. En Málaga, destaca Gabriel Robles Ojeda, autor de numerosas marchas procesionales, como: “Gran Perdón y Prendimiento” (dedicada a la hermandad del Prendimiento), “Novia de Málaga”, “A la Virgen del Rocío”, “A Jesús el Rico” y “A María de la O”.
Eloy García, es también autor de piezas de gran envergadura. Su obra cumbre es “Alma de la Trinidad” (2000), y entre sus logros destacan, “Virgen del Amor Doloroso” (1998), “Cristo de la Legión”, “Coronación de Nuestra Señora del Carmen” (2004) y “Consunmatum est” (2005).
Sergio Bueno compuso en años recientes, “Virgen de Dolores y Esperanza”, y su obra más conocida es “Carmen Coronada” (2004), una de las más interpretadas en la península ibérica durante Semana Santa.
En Sevilla, destacan Francisco Javier Alonso Delgado, con “Madre de Dios de la Palma”, “Madre Dolorosa” y “Virgen Macarena”; Juan Velázquez con “Rosario de Monte-Sión” y su emblemático “Aniversario Macareno”; Juan José Puntas Fernández con “Gran Poder”, “Angustias de los Cruceros Coronada” y “Jesús Nazareno”; y el rasgo sinfónico de las marchas de José de la Vega.
Merece destacarse la mayor capacidad técnica que poseen las bandas de música en la actualidad, producto de una mejor educación musical de sus integrantes, formados muchos de ellos en Conservatorio, lo que sumado a la presencia de buenos compositores, auguran un futuro prometedor al género.
Cofradías o Hermandades de Pasión
En Andalucía existen cerca de mil “Cofradías, que costean la realización y el mantenimiento de los pasos. Los aportes individuales y la organización de eventos proporcionan los ingresos necesarios para que los pasos presenten siempre un aspecto impecable y cada día más alajado. No hay que olvidar que las imágenes de la Virgen disponen de un amplio vestuario que la “santera” o “camarista” elige según la ocasión. Mientras las procesiones recorren la ciudad, la gente se desplaza por distintos puntos para admirar como los costaleros sortean las dificultades del recorrido o para observar el magnífico espectáculo de un paso iluminado que avanza por una calle oscura. Con este incesante ir y venir, las calles y terrazas se llenan de personas y de un intenso bullicio. No hay que intentar comprender, es un aspecto más de la religiosidad andaluza y de la marcha procesional: cuando se escucha: “¡Al cielo con Ella!”, el paso se levanta y la procesión se pone en camino.
En Jerez de la Frontera (Cádiz), destacan las procesiones del Viernes Santo, del Santísimo Cristo de la Exaltación, de la Expiración, de la Virgen de la Soledad y del Santo Entierro y se puede admirar las procesiones de las cofradías de la Borriquita, del Transporte, de la Coronación y de las Angustias.
En Granada, el Miércoles Santo se celebra la procesión del Cristo de los Gitanos o Cristo del Sacro monte, sin dudas, una de las más espectaculares, con una multitud que canta saetas y recita poemas. Durante la tarde del sábado, pasea la Virgen de la Alhambra, mientras el “Chía” con su capuz y túnica negra, anuncia con la trompeta la Semana Santa. Destacan también la Procesión del Silencio la noche del jueves, y la Procesión de las Angustias que se celebra el Sábado Santo.
Málaga y Ronda
En Málaga, la Semana Santa es uno de los eventos más solemnes y una tradición desde el siglo XV. Destacan los pasos de la Pasión de Cristo y la preciosa ornamentación barroca de los tronos. De gran belleza es la procesión de la Virgen de los Dolores, que durante la madrugada del viernes recorre las calles iluminadas tan sólo por la luz de los cirios de los nazarenos. Conocida por la liberación de un preso, esta tradición se remonta al reinado de Carlos III, cuando los presos de la cárcel de Málaga, en señal de protesta (por haberse suspendido las procesiones de Semana Santa debido a una epidemia), se amotinaron y abrieron las puertas de la prisión para sacar a hombros a Jesús Nazareno. Devuelta la imagen al templo, todos volvieron a sus celdas. Lo sucedido llegó a oídos del monarca, que concedió a la imagen, denominada desde entonces “Jesús el Rico”, el privilegio de liberar a un preso todos los años. Son famosos los monumentales pasos procesionales, algunos de los cuales necesitan más de doscientos “costaleros” (las personas que portan los pasos).
En la Serranía de Ronda, la representación de la Pasión y Muerte de Jesucristo también se desarrolla en un escenario monumental y único. En la inigualable belleza de la ciudad del Tajo, el Puente Nuevo, la Alameda y la Carrera Espine se convierten en el Camino de la Amargura, para que el Cristo y su Madre recorran un Vía Crucis en un marco de aires serranos lleno de romanticismo. Las celebraciones de Semana Santa se remontan a la conquista de la Ciudad por los Reyes Católicos, aunque el territorio ha tenido siempre una especial sensibilidad para vivir el sentido religioso junto a sus magníficos escenarios como, las pinturas Rupestres de La Pileta, los numerosos Dólmenes, los Templos Romanos de Arunda y Acinipo, los Eremitorios Visigodos, las Mezquitas Musulmanas de la Medina Runda y Las Iglesias Mozárabes de las Cuevas de San Antón.
Los cristianos llegaron en algunas ocasiones hasta las mismas puertas de Ronda en los siglos XIV y XV, pero la ciudad era inexpugnable. Sería el infante Don Fernando quien forzó la entrega de la ciudad a los Reyes Católicos en 1485. La castellanización de Ronda comenzó con la presencia de nueva población, continuó con la creación de nuevas estructuras político administrativas y militares, y desde luego, con la creación y consolidación de la Iglesia Católica. A partir de entonces, la ciudad se pobló de ermitas, iglesias conventos, floreciendo cofradías, congregaciones y hermandades.
Pocos pueblos son tan apegados a sus tradiciones como el andaluz. Sus fiestas, tanto religiosas como profanas, forman parte de la vida cotidiana y adquieren una relevancia colectiva que sorprende en muchos casos. Quizás, por ello, han traspasado las fronteras no solo de la comunidad sino de España y se han convertido en uno de los principales atractivos turísticos de Andalucía.