Por Claudia Marín
La historia se percibe por todas partes, desde el portón de madera y fierro que da la bienvenida hasta las habitaciones que se emplazan dentro de las paredes de piedra que antes cobijaban a un monasterio jesuita, pasando por salones que todavía conservan algunas pertenencias de su época religiosa. El hotel La Leonera fue inaugurado en 1970 y a poco andar se levantó como uno de los lugares más conocidos para hacer reuniones de empresas a poca distancia de Santiago. Hasta don Francisco lo utilizaba para planificar sus programas de televisión. Pero al hotel lo pilló la crisis económica y la historia cambió.
Tras la crisis de 1982, la familia Ovalle, que lo compró a los jesuitas a mediados del siglo pasado, arrendó el hotel a terceros que lo administraron por 10 años y que, según los dueños del hotel, no lo fueron actualizando a los nuevos requerimientos turísticos. El centro se especializó en eventos de empresas y eso explica que hoy el 80% de su facturación corresponda a ese ítem.
En eso estaba hasta que en 2005 Gerardo Ovalle, hijo del fundador, y uno de sus hermanos decidieron renovarlo. Ahora, con un plan de inversiones de entre US$ 2 y US$ 3 millones para los próximos cinco a siete años, La Leonera está buscando reposicionarse entre las generaciones más jóvenes y hacer convivir su especialización en el tema corporativo con un turismo más familiar.
“Este año queremos bajar un poco los eventos de diciembre para dar más espacio al área de turismo. No queremos canibalizar un producto con el otro, queremos hacer convivir los dos”, cuenta Ovalle. “Podemos crecer más de 500% sin ningún problema en el tema turismo. En facturación deberíamos quedar más o menos en proporción 60% corporativo y 40% turismo”.
Lo nuevo y lo antiguo
Entre las mejoras programadas, están iniciando la construcción de un nuevo spa que les permita ofrecer nuevos y mejores servicios en esa línea. El énfasis también estará puesto en dar más atractivo a la vida natural y aprovechar actividades familiares como el zoológico y las actividades de trekking y ecoturismo.
Pronto también esperan aumentar el número de habitaciones, pasando de 26 a 70. Pero una de las grandes apuestas de este año es incursionar en el campo de los matrimonios.
“Nosotros nunca hemos atacado ese segmento y estamos terminando el producto para ofrecer fiestas campestres”, explica Ovalle. La idea es abarcar celebraciones de 250 personas, siempre de día y al aire libre, generando un paquete completo. “Estamos a 35 kilómetros de Santiago, que es poco, pero además vamos a poner todas las alternativas de transporte y tenemos las habitaciones. Ese es un gran plus”.
Dentro de las antigüedades que tiene el hotel, además de máquinas a vapor usadas por los jesuitas o vagones de trenes que en los mejores tiempos del hotel fueron usados como dormitorios, está la única colección completa del Diario Ilustrado, que perteneció al Partido Conservador.
“El hotel va a tener siempre su encanto, su diferencia respecto a los demás hoteles, que es la historia, lo que está allá adentro. Un hotel nuevo puede ser muy bonito con todo recién hecho, pero no tiene esa historia, todo ese gusto antiguo”, recalca Ovalle.