MOSTAZA
Por Padre Raúl Hasbún
Por: Equipo DF
Publicado: Viernes 17 de mayo de 2013 a las 05:00 hrs.
Es un condimento habitual en la degustación de sándwiches y ensaladas. Por su color, y por sus posibles efectos excitantes ha dado pie al término “amostazado”, sinónimo de irritado o enojado. Pero en la nomenclatura bíblica ocupa un lugar central como modelo de la fe.
Primero, por su extraordinaria capacidad de crecimiento. Al comienzo es un grano apenas perceptible a la vista. Luego, bien plantado y cuidado, desarrolla altura y ramas frondosas, convirtiéndose en morada predilecta de las aves. Con esta sencilla pedagogía, Jesús Maestro suministra la certeza de que el creyente no debe preocuparse del final, sólo asegurar el comienzo. Es profecía y resumen de la historia de la Iglesia. Todo, en ella, se caracteriza por un primer paso de mínima envergadura y total desproporción frente a lo que se pretende alcanzar. Doce apóstoles, setenta y dos discípulos, en su mayor parte iletrados, carentes de poder económico y político, habitantes de una provincia distanciada y despreciada del imperio romano, vulnerables al miedo y a la duda, sensibles a la envidia y ansias de figuración en su pequeño, futuro reino: ese fue el activo patrimonial con que Jesús empezó la empresa señera de evangelizar el mundo hasta instalar, en el corazón de Roma, la cátedra de la verdad y el signo de la paz. Los apologistas de la fe cristiana no tardaron en darle, a este comienzo de grano de mostaza, la forma de un silogismo probatorio: si tan pocos, con tan poco y con tantas deficiencias, han logrado tanto, en tan poco tiempo y con tal permanencia en el tiempo, el principio de causalidad obliga a concluir que tras de estos efectos opera una causa que supera las fuerzas y capacidades de la naturaleza humana. Más allá de esta lógica, la constatación autoriza y alimenta la esperanza: lejos de desalentarse, los cultivadores del minúsculo grano de mostaza pueden y deben estar ciertos de que Dios procurará el crecimiento y asegurará el mucho fruto. A partir de este grano de mostaza surge el grito triunfal: la victoria que vence al mundo es nuestra fe!
Vuelve, Jesús, al grano de mostaza y lo presenta a sus discípulos como un desafío entre acusador y esperanzador : “si tuvieran fe como un granito de mostaza, le dirían a este sicómoro: arráncate de tus raíces y plántate en el mar, y él les obedecería”. Pedagogo genial: el sicómoro es un árbol particularmente difícil de desarraigar. Y continúa, reiterativo: “si uno le dice a este monte: quítate y arrójate al mar, y lo dice sin vacilar en su corazón, sino creyendo que lo que dice sucederá, lo obtendrá. Por eso: todo cuanto pidas en la oración, crean que ya lo han recibido, y lo obtendrán”.
Que el granito de mostaza sea tu principal condimento en la degustación de la fe.