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Columnistas

Hacer las cosas bien

Pía Ramírez Socia Consultora Plus Hunting consultores

Por: Equipo DF

Publicado: Viernes 22 de enero de 2016 a las 04:00 hrs.

Si observamos el año que ha terminado, pareciera ser que estamos sumidos en un caos de corrupción y malas prácticas. La esperada autorregulación no opera cuando corresponde y los códigos de ética a menudo permanecen guardados en el cajón del escritorio. Sin embargo, nos parece que esta situación se convierte en un imperativo y una oportunidad de transformar las prácticas corporativas y hacer las cosas bien.

Importa destacar que la ética aplicada al comportamiento de los negocios y la empresa es una preocupación reciente, de no más de cincuenta años. En cuanto al respeto de los stakeholders, este tampoco fue usual mientras el mundo de la empresa operó a puertas cerradas. Cuando las compañías comenzaron a comprender que para sobrevivir debían mantener una relación sustentable con su entorno, respetar a la comunidad en que están insertas, colaborar con los proveedores que la sostienen y abocarse a los clientes que la prefieren, se produjo un cambio de paradigma importante que está generando todavía nuevas dinámicas de funcionamiento y supervivencia, considerando que lo tolerable tiempo atrás hoy ya no lo es.

Si actualmente las instituciones públicas y privadas, las corporaciones sin fines de lucro, las compañías y entidades de todo tipo comprenden perfectamente la necesidad de trabajar respetando a los que la rodean, ¿dónde radica el problema entonces? Precisamente en que hoy más que nunca es urgente considerar los principios de la ética corporativa y a partir de ellos replantear los procedimientos e incorporarlos a la cultura de la organización de cada compañía. Tomar realmente en cuenta la diversidad y constituir gobiernos corporativos mixtos y diferentes. Elaborar instrumentos eficaces que nos permitan evaluar lo que estamos haciendo al interior de las empresas. Analizar lo que preocupa a los otros y realizar acciones específicas tendientes a resolver lo que los aflige.

Hoy día los stakeholders y la comunidad son mucho más exigentes no solo con los comportamientos éticos sino también con la sustentabilidad, con el clima laboral, con la eficiencia de los procesos, con la productividad y con el medio ambiente, reclamando además compromisos claros y cumplimiento riguroso de los mismos. El desafío de hacer las cosas bien se ha instalado con fuerza inusitada, poniendo el foco en las prácticas corporativas como nunca antes.

Ello pudo haber estado rondando pero solo como intenciones genéricas. Hoy, sin la ocurrencia de los acontecimientos que oscurecen la autoestima nacional, nunca se hubieran propuesto medidas e implementado controles éticos con la celeridad que se requiere. Por lo tanto, estamos frente a una oportunidad única. Las malas prácticas han permitido comprender que las organizaciones precisamente por estar constituidas por personas son vulnerables y cometen errores. Hoy no solo requerimos del buen desempeño sino también de apreciar la transparencia como un valor intransable. Más que nunca debemos crear controles efectivos, realizar diagnósticos rigurosos y periódicos, instalar buzones de denuncia, activar medios de escucha de proveedores y comunidad y, fundamentalmente, comprender que aunque suene paradójico la confianza solo es posible, precisamente cuando se desconfía de los pilotos automáticos, de la información no procesada, de las respuestas genéricas y del siempre se ha hecho así.

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