Nicolás León
Volvió marzo y aparte de traer consigo los escándalos empresariales y políticos, puso a andar nuevamente la retroexcavadora, que en enero había estado avanzando más rápido que nunca con la reforma al binominal, el AVP (AUC), el bono para los funcionarios públicos de Atacama, etc.
Este año promete nuevas palas y accesorios, especialmente en lo que se refiere a la reforma educacional. Estaremos debatiendo sobre la gratuidad y varias otras aristas de la educación superior, dejando una vez más de lado a la prima pobre que no marcha, la educación inicial.
Recientemente se hicieron públicos los resultados del informe OCDE sobre educación inicial en donde nos dimos cuenta de una cruda realidad: sólo el 44% de los niños de tres años asiste a este tipo de educación, profundizando aún más la desigualdad en el acceso a esta.
Las ventajas de la educación inicial, que al menos en el discurso parecen ser conocidas por todos, tienen serias implicancias en política pública. La evidencia en la literatura muestra que la ventaja de la educación inicial se fundamenta en las oportunidades que trae en el ciclo de inversión en educación. Así, lo que no se obtiene en los primeros años de vida será más costoso -sobre todo por carencias en los aprendizajes- de educar en la etapa escolar y media, limitando las posibilidades de los jóvenes, haciendo que la educación superior sea poco atractiva.
Tanto así, que la inversión en educación inicial es una política social que no presenta trade off entre eficiencia y equidad, mostrando ventajas desde el punto de vista social hasta ocho veces más atractivas que la inversión en educación superior.
Por si esto fuera poco, la evidencia nos muestra también que la educación inicial genera en los niños habilidades emocionales, sociales y cívicas: menores tasas de criminalidad y drogadicción, y mayor asociatividad, entre otros.
La muestra parece robusta y suficiente para generar un consenso político, pero al mismo tiempo, este acuerdo tiene el riesgo de esconder que existen diferencias en su implementación. La solución a esto no pasa por simplemente aumentar la cobertura de educación inicial a través de más salas cunas. Los efectos, que tan buenos resultados muestran en las investigaciones, no vendrán por osmosis. Es necesario que hagamos esfuerzos, muchos más que los que se están promoviendo desde el gobierno, para hacer que la educación inicial sea de calidad, que tenga como foco lograr el desarrollo cognitivo y las habilidades sociales de nuestros niños.
Los desafíos que aún no han sido enfrentados son agregar la educación inicial dentro de la carrera docente y mejorar el nivel de la formación temprana de estos últimos. En este punto aún estamos al debe con nuestros futuros profesionales. Entender el rol que juega la educación inicial pasa mucho más allá de una guardería: presenta el desafío en el cual se deberían poner las fichas si se quiere avanzar en nuevas generaciones mejor educadas, más integradas y con mejores posibilidades de desarrollo personal.