Política aséptica y dinero
Por: Equipo DF
Publicado: Lunes 6 de octubre de 2014 a las 05:00 hrs.
El dinero en la política suele generar controversias, desde las más burdas como cuando se critican los sueldos de los parlamentarios, hasta las más sofisticadas cuando se postula la inconveniencia del financiamiento privado.
Todo ello en cierta medida flirtea con una visión aséptica de la política, vale decir, de que ésta debiera ser una actividad carente de “contaminación”, de un quehacer sin compromisos. Esta visión no es nueva, la encontramos en Platón, en la prescripción que hace del gobernante, cuyo única función es la de gobernar en beneficio de la sociedad y que, por lo tanto, no pueden tener ni propiedad ni familia, por tanto ni mujer ni hijos (Platón, 464c-d, 1988). El propósito es evitar cualquier distracción y distorsión en el ejercicio del poder en el Estado para no apropiarse de éste. Así, la política debiera concebirse como una especie de sacerdocio secular. En principio, parece una aspiración loable, sin embargo, descabellada pues desconoce la antropología humana. Cómo también el propio Stalin cuando señalaba que “Un verdadero bolchevique no debería ni podría tener familia, porque debería entregarse por completo al partido”.
Para bien o para mal la porfiada realidad nos dice que la política aunque desde un punto de vista normativo es una actividad moral, desde un punto de vista sociológico y económico es una actividad tendiente a la consecución del poder, a la dominación por medios lícitos (e ilícitos) de la obediencia de otros, a veces con propósitos comunes a todos, aun cuando favorezcan a algunos más que otros. Luego, lo que buscamos es establecer ciertos bordes en la política para así evitar el abuso de los que gobiernan. El gobernante platónico no podría ser justo, pues no entendería la vida cotidiana.
En este contexto, y pensando en la discusión que actualmente emerge a propósito de las insinuaciones del fiscal Gajardo, más allá del juicio que tengamos respecto de los efectos que están teniendo las filtraciones de su investigación, nos encontramos en un momento en que pueden revisarse con mayor detención el alcance de las regulaciones que actualmente tenemos en materia de financiamiento político. Por lo pronto, una cosa es el financiamiento de las campañas y otra es el gasto corriente de los partidos. Asimismo, una cosa es limitar el gasto de electoral y otra acotar quienes pueden donar, esto es personas naturales, jurídicas o ambas.
En general, si de algo podemos estar seguros es de que el ideal platónico ya mencionado no ha resultado en ninguna legislación, tal vez porque es sólo eso, un ideal, y más acá los simples mortales debemos buscar fórmulas prácticas y realistas para acotar y regular situaciones que puedan ser consideradas dañinas para la democracia. No obstante, no se trata de transformar la democracia y los partidos en entes independientes de la sociedad civil, lo que podría resultar de un sistema de financiamiento exclusivamente público, que se hace insensible a las actitudes ciudadanas, además de constituir un límite importante a la libertad de expresión.
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