Salomónico
Por Padre Raúl Hasbún
Por: Equipo DF
Publicado: Viernes 30 de noviembre de 2012 a las 05:00 hrs.
A propósito de los fallos recientes y futuros de la Corte de La Haya se ha acuñado el término “salomónico”, atribuyéndole el sentido de una decisión judicial que busca dejar contentas a todas las partes en conflicto, asignándoles al menos una porción de lo que cada una esperaba y pedía. Según esta interpretación, el faro y criterio decisivo para dictar sentencia no estaría radicado en los hechos y en el derecho, sino en un voluntarismo conciliador que busca apaciguar los ánimos y, de paso, validar al tribunal como instancia que goza de universal aprobación.
Tal interpretación repugna a la semántica y a la ética. El Diccionario de la Lengua Española no contempla el término “salomónico” en esa pretendida acepción. Y es de la esencia del derecho que sus operadores busquen lo justo en su objetividad, sin ceder a criterios o intereses de conveniencia personal: en eso consiste la “ceguera” de la Justicia.
La tergiversación del significado “salomónico” se origina en una mala comprensión de su historia. Dos prostitutas que vivían en la misma casa dieron a luz un hijo casi por los mismos días. Una de ellas, mientras dormía, sofocó sin querer a su criatura y la encontró muerta al despertar. Entonces la intercambió con el hijo vivo de la otra mujer, sin que ésta se percatara. Llegada la hora de amamantar, la verdadera madre descubrió la impostura y reclamó a su bebé. Como la autora de la trama alegara que el bebé vivo era el suyo, llevaron su litigio ante el rey. Tras escuchar sus versiones, Salomón ordenó que le trajeran una espada y con ella partieran en dos a la creatura viva, de modo que cada mujer recibiera la mitad de ella. La falsa madre aceptó sin chistar. La verdadera rogó entrañablemente al rey que no mataran a su hijo, sino que se lo dieran entero a la otra mujer. Visto lo cual, el rey sentenció: “entreguen a aquélla el niño vivo, porque ella es la madre”.
La simple lectura del texto (Libro 1 de los Reyes 3,16-28) muestra que la orden de partición en dos no fue una sentencia definitoria sino un recurso pedagógico procesal: la mujer que abogara por mantener vivo al niño, aunque se lo quedara la que no era su madre, ésa acreditaría la filiación real. Hoy diríamos que fue un anticipo de la prueba de ADN.
Cuando Salomón le pidió a Dios sabiduría, sólo sabiduría para gobernar a su pueblo, y no riqueza ni poder militar, Dios quedó complacido y se la regaló como a nadie.
Por eso un fallo “salomónico” no es el que busca contentar a las partes dando a cada una la mitad de lo reivindicado, sino el que satisface cien por ciento la verdad de lo justo y con ello la voluntad de Dios.