¿Ha cambiado sus posturas el FMI?
La elección del nuevo director gerente podría traducirse en giro en la política reciente del Fondo, que ha estado alejándose de la ortodoxia.
Por: | Publicado: Miércoles 15 de junio de 2011 a las 05:00 hrs.
- T+
- T-
La salida de Dominique Strauss-Kahn como cabeza del Fondo Monetario Internacional, y la elección inminente de su sucesor, ha despertado preguntas sobre el FMI y sus políticas. En general se estima que el Fondo tuvo un buen desempeño durante la reciente crisis financiera mundial, y ciertamente ha encontrado nueva relevancia, pero las opiniones todavía difieren sobre qué tanto sigue aplicando sus políticas tradicionales. También está la cuestión de hasta qué punto cualquier cambio reciente en la política se explica por Strauss-Kahn personalmente y puede ser revisado por su sucesor.
El FMI fue visto por largo tiempo como el campeón del "consenso de Washington" de políticas económicas pro mercado y desregulación. En la crisis asiática de 1997-98, las prescripciones del Fondo de austeridad fiscal y restricción monetaria, además de reformas estructurales, como condiciones para la ayuda financiera fueron muy impopulares. De hecho, es la misma reticencia de los mercados emergentes a volver a depender del FMI lo que ha animado a muchos países a crear grandes reservas de divisas, una práctica que ha contribuido a desequilibrios desestabilizadores en la economía mundial y que tuvieron un rol en la generación de la crisis de 2008-09.
Ortodoxia por la ventana
La respuesta del FMI a la crisis, sin embargo, mostró un marcado cambio en aspectos clave. En particular, el Fondo surgió como un promotor del estímulo, con Strauss-Kahn defendiendo el punto en el foro de Davos y las reuniones del G7 en 2008. Desde la crisis, ha seguido alejándose de la ortodoxia previa. Los economistas del FMI han argumentado que los controles de capital, a los que el Fondo se opuso con fuerza en el pasado, podrían ser aceptables en ciertas circunstancias en países luchando con entradas excesivas de capitales especulativos (una situación en la que se han encontrado muchas economías emergentes, ya que el relajamiento cuantitativo en los países desarrollados ha aumentado la liquidez mundial). El Fondo también ha apoyado los llamados a una regulación más estricta del sector financiero, y ha tratado de colaborar con el tema políticamente sensible de los desequilibrios económicos mundiales.
Sin embargo, para los países que enfrentan crisis de financiamiento, las políticas del FMI durante la crisis financiera mundial de 2008-09 y posteriores han cambiado poco en aspectos importantes. En los países que han tenido que recurrir a los rescates del FMI (varios de Europa oriental y otras economías emergentes durante la crisis de 2008-09, y después los miembros de la euro zona, Grecia, Irlanda y Portugal), las condiciones impuestas no se ven diferentes de la medicina estándar, con la austeridad fiscal como ingrediente clave.
No obstante, los recientes programas de rescate del Fondo muestran una serie de diferencias importantes con el pasado. Primero, el FMI ya no trata de microgestionar las economías de los países en crisis. Segundo, ahora el Fondo hace hincapié en que los gobiernos que emprendan un ajuste fiscal deben asegurarse de que haya redes de seguridad adecuadas para los más pobres. El FMI también adoptó una actitud más flexible hacia los países que enfrentan restricciones de liquidez, reconociendo que algunos pueden ser "espectadores inocentes" que han sufrido del contagio de economías más vulnerables. En 2008 creó una Línea de Crédito Flexible (LCF), diseñada para países sin grandes desequilibrios económicos y comprometidos con políticas macroeconómicas sensatas que enfrentaran presiones de liquidez. La LCF por lo tanto no requiere la condicionalidad política. Esto también tenía por objeto eliminar el estigma asociado a los préstamos del FMI, que había hecho que los países en problemas por causas ajenas fueran reacios a aceptar ayuda hasta que era demasiado tarde. Estos cambios parecen haber sido guiados por el liderazgo pragmático y hábil político de Strauss-Kahn, de centro-izquierda. Sin embargo, también reflejan cambios más profundos, sobre todo, las lecciones aprendidas por el Fondo de la evaluación de sus fallos durante la crisis asiática, y cambios más amplios en la ortodoxia económica. En particular tras la crisis financiera de 2008-09, esta ortodoxia se aleja cada vez más de las recetas tradicionales del consenso de Washington. Así, puede esperarse que los cambios de la política del FMI en los últimos dos años continúen bajo el sucesor de Strauss-Kahn, aún cuando ahora parece probable que ese sucesor será Christine Lagarde, la ministra de Finanzas francesa, de centro-derecha.
Si esto será suficiente para hacer que las economías emergentes aún suspicaces, en especial en Asia, miren al Fondo como un apoyo conveniente ante crisis financieras (que les permita poner fin a la acumulación de grandes reservas) es cuestionable. Una forma importante en la que el FMI no ha cambiado es que Europa y EEUU, a través de sus derechos de voto, aún ejercen demasiada influencia, un hecho que será resaltado por la probable elección de otro director europeo, en lugar de un candidato de los mercados emergentes. El FMI ha suavizado muchas de sus políticas más polémicas, pero el tema de su propiedad seguirá siendo un impedimento para su papel mundial.
El FMI fue visto por largo tiempo como el campeón del "consenso de Washington" de políticas económicas pro mercado y desregulación. En la crisis asiática de 1997-98, las prescripciones del Fondo de austeridad fiscal y restricción monetaria, además de reformas estructurales, como condiciones para la ayuda financiera fueron muy impopulares. De hecho, es la misma reticencia de los mercados emergentes a volver a depender del FMI lo que ha animado a muchos países a crear grandes reservas de divisas, una práctica que ha contribuido a desequilibrios desestabilizadores en la economía mundial y que tuvieron un rol en la generación de la crisis de 2008-09.
Ortodoxia por la ventana
La respuesta del FMI a la crisis, sin embargo, mostró un marcado cambio en aspectos clave. En particular, el Fondo surgió como un promotor del estímulo, con Strauss-Kahn defendiendo el punto en el foro de Davos y las reuniones del G7 en 2008. Desde la crisis, ha seguido alejándose de la ortodoxia previa. Los economistas del FMI han argumentado que los controles de capital, a los que el Fondo se opuso con fuerza en el pasado, podrían ser aceptables en ciertas circunstancias en países luchando con entradas excesivas de capitales especulativos (una situación en la que se han encontrado muchas economías emergentes, ya que el relajamiento cuantitativo en los países desarrollados ha aumentado la liquidez mundial). El Fondo también ha apoyado los llamados a una regulación más estricta del sector financiero, y ha tratado de colaborar con el tema políticamente sensible de los desequilibrios económicos mundiales.
Sin embargo, para los países que enfrentan crisis de financiamiento, las políticas del FMI durante la crisis financiera mundial de 2008-09 y posteriores han cambiado poco en aspectos importantes. En los países que han tenido que recurrir a los rescates del FMI (varios de Europa oriental y otras economías emergentes durante la crisis de 2008-09, y después los miembros de la euro zona, Grecia, Irlanda y Portugal), las condiciones impuestas no se ven diferentes de la medicina estándar, con la austeridad fiscal como ingrediente clave.
No obstante, los recientes programas de rescate del Fondo muestran una serie de diferencias importantes con el pasado. Primero, el FMI ya no trata de microgestionar las economías de los países en crisis. Segundo, ahora el Fondo hace hincapié en que los gobiernos que emprendan un ajuste fiscal deben asegurarse de que haya redes de seguridad adecuadas para los más pobres. El FMI también adoptó una actitud más flexible hacia los países que enfrentan restricciones de liquidez, reconociendo que algunos pueden ser "espectadores inocentes" que han sufrido del contagio de economías más vulnerables. En 2008 creó una Línea de Crédito Flexible (LCF), diseñada para países sin grandes desequilibrios económicos y comprometidos con políticas macroeconómicas sensatas que enfrentaran presiones de liquidez. La LCF por lo tanto no requiere la condicionalidad política. Esto también tenía por objeto eliminar el estigma asociado a los préstamos del FMI, que había hecho que los países en problemas por causas ajenas fueran reacios a aceptar ayuda hasta que era demasiado tarde. Estos cambios parecen haber sido guiados por el liderazgo pragmático y hábil político de Strauss-Kahn, de centro-izquierda. Sin embargo, también reflejan cambios más profundos, sobre todo, las lecciones aprendidas por el Fondo de la evaluación de sus fallos durante la crisis asiática, y cambios más amplios en la ortodoxia económica. En particular tras la crisis financiera de 2008-09, esta ortodoxia se aleja cada vez más de las recetas tradicionales del consenso de Washington. Así, puede esperarse que los cambios de la política del FMI en los últimos dos años continúen bajo el sucesor de Strauss-Kahn, aún cuando ahora parece probable que ese sucesor será Christine Lagarde, la ministra de Finanzas francesa, de centro-derecha.
Si esto será suficiente para hacer que las economías emergentes aún suspicaces, en especial en Asia, miren al Fondo como un apoyo conveniente ante crisis financieras (que les permita poner fin a la acumulación de grandes reservas) es cuestionable. Una forma importante en la que el FMI no ha cambiado es que Europa y EEUU, a través de sus derechos de voto, aún ejercen demasiada influencia, un hecho que será resaltado por la probable elección de otro director europeo, en lugar de un candidato de los mercados emergentes. El FMI ha suavizado muchas de sus políticas más polémicas, pero el tema de su propiedad seguirá siendo un impedimento para su papel mundial.