La sala de comité número 14 del Parlamento del Reino Unido se convirtió ayer en el centro de atención para toda Europa. La habitación, en el primer piso del edificio en Westminster y con una amplia vista del río Támesis, congregó por horas a cientos de parlamentarios del Partido Conservador para definir el futuro de la primera ministra británica, Theresa May, quien enfrentó un voto de confianza por su negociación del Brexit.

La premier, quien asumió el cargo tras el referendo que dio pie al divorcio entre su país y la Unión Europea, logró sobrevivir al desafío por un margen escaso: 200 la apoyaron (poco más que lo que obtuvo cuando fue electa en 2016) y otros 117 -más de un tercio de los oficialistas- votaron en su contra.
“Ha sido un día largo y desafiante”, manifestó anoche la premier, a la salida de Downing Street 10. También reconoció que “un número significativo de mis colegas votaron contra mí. Los he escuchado. Ahora tenemos que seguir con el trabajo de entregar el mejor Brexit para el pueblo”.
La gobernante insistió en que buscará “nuevas garantías” de parte de Bruselas para “aplacar las preocupaciones de los miembros del Parlamento” y dijo que la misión es “concretar el Brexit y volver a unir al país”.
Las apuestas del mercado a favor de May hicieron que la libra esterlina llegara a apreciarse 1,4% antes del voto, su mayor salto en más de un mes. Pero ahora, la premier enfrenta la tarea de sacar adelante un acuerdo de divorcio que es rechazado por la mayoría de los parlamentarios de todo el espectro político. Si no lo logra, su sobrevivencia ayer podría terminar siendo para nada.
Desafíos pendientes
Tras la fallida rebelión, los conservadores no podrán lanzar otro voto de censura por un año. Pero May todavía enfrenta el fantasma de un posible desafío por parte de la oposición laborista que lidera Jeremy Corbyn, y para la cual el Partido Nacional Escocés (SNP, su sigla en inglés) ya ha manifestado su apoyo.
Tras el voto, Corbyn manifestó en un comunicado que “la primera ministra ha perdido su mayoría parlamentaria, su gobierno está en caos y no puede entregar un acuerdo por el Brexit”.
En tanto, el Partido Unionista Democrático de Irlanda del Norte, del cual depende Theresa May para mantener su escueta mayoría legislativa, insistió en que espera cambios al acuerdo, particularmente en torno a la frontera con Irlanda, pero autoridades en Bruselas ya han descartado una nueva negociación.
Tories rebeldes
La posición política de May estaba debilitada luego de que el lunes anunciara la postergación indefinida de la votación de su acuerdo con Bruselas en el Parlamento, cuando faltan apenas 15 semanas para el plazo final del divorcio, el 29 de marzo.
La autoridad prometió ese día que buscaría más garantías de parte de la UE, pero hasta ahora no ha tenido éxito y su credibilidad entre los parlamentarios va a la baja cada día.
Así, la rebelión conservadora que comenzó a fraguarse hace poco menos de un mes, se oficializó durante la mañana, cuando los oficialistas euroescépticos alcanzaron las 48 firmas necesarias para llamar a la censura de la primera ministra.
Antes de que comenzara el proceso, May aseguró a periodistas congregados a las afueras de Downing Street 10 que se defendería “con todo lo que tengo” y advirtió que “un cambio de liderazgo en el Partido Conservador en este momento pondrá en riesgo el futuro de nuestro país y creará incertidumbre cuando menos podemos tenerla”.
De acuerdo con Financial Times, otra línea de defensa de la premier fue que el nuevo líder no sería electo sino hasta fines de enero y que, dada la cercanía del plazo final del Brexit, no tendría más opción que retrasar el proceso. También argumentó que la división en el oficialismo podría fortalecer a Corbyn y precipitar una elección general.
Tras conocerse la victoria de May, el legislador euroescéptico Jacob Rees Mogg, uno de quienes orquestaron la rebelión, insistió en su llamado a que la premier renuncie. “Es un resultado terrible para ella”, dijo a la BBC. Agregó que la autoridad “debe darse cuenta de que bajo todas las normas constitucionales debería ir a ver a la reina y renunciar”.
En tanto, antes de que se conociera el resultado de la votación, un grupo de empresarios pro-Brexit publicó una carta en la que pedían una salida sin acuerdo.
Los líderes, entre los cuales están el magnate hotelero Rocco Forte y el fundador de la cadena de bares Wetherspoon, Tim Martin, señalaron que “el acuerdo del gobierno no es lo mejor para nuestras empresas ni es la única opción”.
Puertas cerradas en Europa
Mientras Londres era presa de la incertidumbre, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Junker, se reunía con el primer ministro italiano, Giusseppe Conte, para resolver la crisis política en torno al presupuesto de ese país.
Pero en el resto de Europa seguía la conversación sobre el Brexit. El gobierno de Angela Merkel en Alemania aprobó nuevas normas para que el regulador financiero nacional establezca acuerdos de transición para bancos, aseguradoras y otras entidades, en preparación para la posibilidad de que el divorcio se produjera sin acuerdo.
May se reunirá hoy con líderes europeos, entre ellos Merkel.
La canciller dijo ayer que no tenía “intención de cambiar el acuerdo de salida. Esa es la posición de los 27 Estados miembro y no se puede esperar que salgamos del debate con cambios”.
Tras la postergación de la votación del texto, Bruselas espera un nuevo debate antes del final de febrero. De no haberlo, Londres podría quedar atrapado entre dos opciones: arriesgarse a un Brexit sin acuerdo o dar pie atrás a su salida de la UE.
El retorno de "los bastardos"
La rebelión de los conservadores euroescépticos que enfrenta Theresa May es similar a la que sufrió en 1993 el entonces primer ministro británico John Major, cuando miembros de su partido se oponían a la ratificación del tratado de Maastricht, uno de los textos fundacionales de la Unión Europea.
Major estaba en una posición levemente más cómoda que May, con una mayoría parlamentaria de apenas 18 escaños, pero con 23 rebeldes en el partido.
En un incidente memorable, el primer ministro fue grabado cuando hablaba con un periodista político de la BBC y mencionaba, sin dar nombres, a "exministros que están causando problemas. No queremos otros tres de esos bastardos".
Major convocó a un voto de confianza del que salió fortalecido para firmar el tratado.