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Chile, tierra y bandera en la poesía

En estas fiestas patrias presentamos una pequeña selección de cántico a la tierra y a la bandera chilena, legado de nuestros grandes poetas.

Por: | Publicado: Viernes 16 de septiembre de 2016 a las 04:00 hrs.
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TIERRA CHILENA

Danzamos en tierra chilena,

más bella que Lía y Raquel;

la tierra que amasa a los hombres

de labios y pecho sin hiel...

La tierra más verde de huertos,

la tierra más rubia de mies,

la tierra más roja de viñas,

¡qué dulce que roza los pies!

Su polvo hizo nuestras mejillas,

su río hizo nuestro reír,

y besa los pies de la ronda

que la hace cual madre gemir.

Es bella, y por bella queremos

sus pastos de rondas albear;

es libre y por libre deseamos

su rostro de cantos bañar...

Mañana abriremos sus rocas,

la haremos viñedo y pomar;

mañana alzaremos sus pueblos;

¡hoy sólo queremos danzar!

GABRIELA MISTRAL

(1889-1957)

Premio Nobel de Literatura 1945

 

CÓMO NACEN LAS BANDERAS

Están así hasta hoy nuestras banderas.

El pueblo las bordó con su ternura,

cosió los trapos con su sufrimiento.

Clavó la estrella con su mano ardiente.

Y cortó, de camisa o firmamento,

azul para la estrella de la patria.

El rojo, gota a gota, iba naciendo.

 

PABLO NERUDA

(1904-1973)

Premio Nobel de Literatura 1971

 

AL PIE DE LA BANDERA

¡Ciudadanos!

¿Qué nos une en este instante, quién nos llama,

encendidas las pupilas y frenéticas las manos?

¿A qué viene ese clamor que en el aire se derrama

y retumba en el confín?

No es el trueno del cañón,

no es el canto del clarín;

es el épico estandarte, es la espléndida oriflama,

es el patrio pabellón

que halla en cada ciudadano un paladín.

¡Oh bandera!

La querida, la sin mancha, la primera

entre todas las que he visto. ¡Cómo siento resonar,

no en mi oído, sino dentro de mi ardiente corazón,

tu murmullo

que es alerta y es arrullo,

tu murmullo que es consejo en la tertulia del hogar

y que en medio de las balas es rugido de león!

¡Cómo siento que fulgura, con qué ardores,

la gloriosa conjunción de tus colores,

flor de magia, hecha de fuego, de heroísmo, de ideal!

¡La bandera! La soñamos inmortal

con su blanco, con su rojo y con su azul en que descuella

-perla viva y colosal-

esa estrella

arrancada para ella

al océano de luz del cielo austral.

La hemos visto desde niños, la queremos

como amamos a la novia, con supremos

arrebatos, con ternura, con unción.

Ella vive palpitante en las visiones familiares

de los días escolares,

y al mirarla hecha jirones nos parece

que ella grita al desgarrarse porque mece

lo que aún queda en nuestras almas de esperanza, de ilusión.

¡Ciudadanos!

Que no sea la bandera en nuestras manos

ni un ridículo juguete, ni una estúpida amenaza,

ni un hipócrita fetiche, ni una insignia baladí.

Veneramos a la bandera

como al símbolo divino de la raza:

adorémosla con ansia, con pasión, con frenesí,

y no ataje nuestro paso, mina, foso, ni trinchera

cuando oigamos que nos grita la bandera:

“¡Hijos míos! ¡Defendedme! ¡Estoy aquí!”

 

VICTOR DOMINGO SILVA

(1882-1960)

Premio Nacional de Literatura en 1954

 

A LA BANDERA

Enseña noble y sagrada

que traes a la memoria

tanto recuerdo de gloria

tanta grandeza pasada:

cuando en ti nuestra mirada

se fija, despierta y crece

nuestro valor y parece

que una racha de heroísmo

bajada del cielo mismo

nuestras almas estremece.

Tu triple color entraña

para el patriótico anhelo

la azul pureza del cielo,

la nieve de la montaña

y la sangre en que se baña

nuestra historia: esos torrentes

de sangre, que los valientes

de otras edades vertieron

cuando la lucha emprendieron

que nos hizo independientes.

Y allí, en tu azul firmamento

derramando su luz franca

sobre la montaña blanca

y sobre el campo sangriento

gloriosa en su aislamiento

siempre pura y siempre bella,

está la querida estrella

que solitaria quedó

porque en su altivez no halló

ningún astro digno de ella.

Símbolo augusto que encierra

el alma de una nación

victorioso pabellón

que tras legendarias guerras,

llevaste a extranjeras tierras

nuestra fama secular...

cuando al viento haces flamear

tus rigurosos colores

entre vivos resplandores

se ve a los héroes pasar.

Tú representas aquello

que con fervor adoramos,

y cuando te contemplamos

desplegándole al destello

del sol, el cuadro más bello

surge ante nuestra mirada,

pues vemos en ti encarnadas

las ambiciones más puras

las más intensas ternuras

y las cosas más amadas.

Pero hay voz que te convierte,

bandera de libertad,

en un signo de crueldad,

en un emblema de muerte...

¡no supo, no comprenderte

ve en ti símbolo de horror!

Tú eres la patria y también

eres el amor, pues quien

dice patria dice amor.

Y ese amor, noble bandera

lo encarnas tú, y es por eso

que cuando flotas al beso

de la brisa pasajera

que en aromas de pradera

te envuelve, el chileno olvida

por ti a la mujer querida

y a la madre venerada,

y puesta en ti la mirada

¡jura por ti dar la vida!

 

MANUEL MAGALLANES MOURE

(1878-1924)

Poeta y dramaturgo

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