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Columnistas

Burgos y Valdés, con tiempo acotado

Pablo Longueira Ex ministro de Economía

Por: Equipo DF

Publicado: Lunes 22 de junio de 2015 a las 04:00 hrs.

Está bastante claro a estas alturas que los miembros que entraron, se cambiaron o que salieron del gabinete se enteraron pocas horas antes de asumir, enrocarse o irse. Por lo tanto, es bastante difícil creer que hubo una evaluación y planificación previa del cambio de rumbo que debía emprenderse con el nuevo equipo político que llegaba. Pero lo único que nadie se esperaba es que se siguiera haciendo “más de lo mismo” que el gabinete anterior.

Ello resulta totalmente inentendible, habiendo existido tanto consenso en que había que hacer ajuste ministerial -según todas las encuestas- y que se necesitaba un punto de inflexión política, más aún teniendo en cuenta que las reformas estructurales que impulsa el gobierno -Tributaria, Laboral y Educacional- tienen más rechazo que aprobación en todos los sondeos de opinión. Adicionalmente, en un escenario de desconfianza y frenazo económico profundo es muy grave que se pretenda hacer más de lo mismo. Y esa es la sensación que se está instalando.

No era fácil para la Presidenta hacer el cambio de gabinete. Ella optó para su segundo periodo presidencial por un diseño ministerial completamente distinto al primero. En efecto, su primera administración -que terminó con una popularidad jamás vista- fue un clásico gobierno de la Concertación, de coalición, donde su núcleo más cercano se refugió en el poderoso segundo piso, pero fueron los partidos políticos los que finalmente le dieron sustento y gobernabilidad. En cambio, en esta ocasión no constituyó un segundo piso, puso a su gente de más confianza en los puestos clave del gabinete, sin una participación real de los partidos políticos de la NM. Finalmente, terminó sacándolos a casi todos.

En lo político y en lo económico, la dupla Peñailillo-Arenas encarnaban la meritocracia de un gobierno de la NM que venía, con el respaldo presidencial, a hacer profundas reformas a lo que ellos mismos habían construido durante 20 años. El cambio fue profundo en lo político, se recurrió a personas muy diferentes en las dos carteras más importantes del equipo político, como lo son Interior y Hacienda.

Es por ello que el nuevo jefe político, el DC Jorge Burgos tiene su tiempo acotado. Generó mucha expectativa su nominación. Y la Presidenta debe comprender que tiene que permitirle ejercer su liderazgo. Él no es Peñailillo. Si pretenden que sea un Peñailillo II, hubiese sido mejor que se quedara en la cartera de Defensa. Jorge tiene redes y experiencia política para sacar al país de la situación en que se encuentra y eso tiene su tiempo. No es un plazo ilimitado. Cada día que pasa se va desvaneciendo esa oportunidad. Tendrá que tomar decisiones duras si quiere liderar el proceso de cambio. Primero vendrá tal vez la incomprensión de algunas medidas y decisiones, pero después cosechará la valoración de su liderazgo y conducción, si decide asumirlo. Se está instalando una sensación que no hay gobierno, ni oposición. Que tenemos un país manejado por las “redes sociales”. Donde las posiciones más extremas se imponen frente al silencio de las posturas más equilibradas y moderadas. Se observa un creciente populismo parlamentario, que genera aún más incertidumbre de la que ya existe fruto de las reformas ¿Cómo puede ser que todos se pregunten como Chile ha llegado a esto?

Lo mismo le ocurre a Valdés. Sería inentendible que la Presidenta haya removido a Alberto Arenas, que sacó adelante su reforma tributaria, si finalmente seguirá haciendo más de lo mismo; para eso era mejor haber dejado a Arenas, que tenía redes políticas en el Parlamento después de haber sido su director de Presupuesto. La Presidenta debe empoderar a su ministro de Hacienda para que ordene todas las reformas, ya que son éstas las que tienen frenada la inversión. Con el nivel de incertidumbre que hay, el deterioro del crecimiento continuará y, más temprano que tarde, se reflejará en mayores niveles de desempleo. Hay que recuperar las confianzas y ello no ocurrirá con esta cantidad de reformas, su simultaneidad y profundidad. No existen recursos, incluyendo los de la reforma tributaria, para financiar todas las iniciativas que se han anunciado. El gasto público habrá que moderarlo y para ello se requerirá mucho liderazgo. Un economista serio como Valdés, no tengo dudas, todo esto lo tiene claro. Pero también tiene un tiempo acotado para mostrar resultados. Mientras tanto, el reloj sigue corriendo.

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