En marzo y en abril, la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC) y la Sociedad de Fomento Fabril (Sofofa), respectivamente, renovarán sus directivas. Más allá de la importancia de estas elecciones, que concitan el interés de la opinión pública y de las autoridades, quienes deban liderar estas organizaciones enfrentan nuevos desafíos marcados por el momento político actual y el rol ético que deben jugar.
Durante este año como subsecretaria de Economía, he tenido la oportunidad de reunirme y trabajar en mesas público privadas con representantes de estas organizaciones gremiales. Pero también, y vale la pena recordarlo, he conocido a muchas de las 6.393 asociaciones gremiales registradas y vigentes en el Ministerio de Economía. Se trata de entidades que representan intereses no sólo de las grandes empresas sino también de actores económicos y sociales, medianos y pequeños.
Valoro enormemente el rol político y social que juegan estas asociaciones, las formas en que transmiten la visión de sus sectores y la importancia que tiene esta actividad gremial para el país. Sin embargo, echo de menos dos cosas. La primera, es que no pocas veces la labor de los dirigentes se centra en hacer eco de las diferencias y quejas de sus asociados con el Estado, más que en entender, traducir y acompañar a los empresarios en las transformaciones que el país vive. La segunda, corresponde al rol de fiscalización de la autorregulación de sus asociados que deberían cumplir estas organizaciones, para convertir la función de colegios profesionales y asociaciones gremiales empresariales en espacios de virtud ética entre pares.
La mayoría de la clase empresarial lo sabe: el pago oportuno a los proveedores, la responsabilidad social, la incorporación de mujeres en puestos de toma de decisión, son factores que inciden en la confianza con que la población mira a las empresas. Hoy lamentablemente, 10,5% de los chilenos confía en las grandes empresas (Encuesta Nacional UDP 2014).
Los nuevos dirigentes tendrán la oportunidad de mostrar mayor liderazgo en este sentido, y con ello reconocer que las malas prácticas son sancionadas no solo por la ciudadanía, sino también entre las empresas. Reconocer a los buenos empresarios, mejorar los estándares éticos y acompañar el proceso social y político de transformación que está viviendo nuestro país son algunos de los desafíos que se vislumbran para estos actores el 2015. Necesitamos un diálogo público - privado fluido y constructivo, porque todos queremos lo mismo, que nos vaya bien como país. Pero al igual que en los negocios, si no se avanza en generar capital social, las naciones como las economías se estancan y esto también lo entendemos todos.