Un año atrás, cuando el Banco Central presentaba el segundo Informe de Política Monetaria (IPoM) de 2014, el crecimiento estaba en el centro de análisis y del debate nacional. Y ello no podía ser distinto, dado que en sólo seis meses se recortaba la proyección de PIB en más de un punto, se enfatizaba el rol que jugaba la inversión en la desaceleración y en la potencial recuperación a futuro. Hoy, un año después, tenemos un escenario que, si bien con algunos matices, a grandes rasgos es similar al anterior: nuevamente cae la proyección de crecimiento, se reconoce una inversión menos dinámica a la esperada y se proyecta un corto plazo algo menos auspicioso.
Aunque este cambio de proyecciones en sí era esperable (considerando que el consenso se ha ubicado por debajo del 3%), la falta de crecimiento sigue siendo el principal punto de atención, tal como dejó entrever la presentación que se realizó al Congreso el día de ayer.
En mi opinión, hay tres grandes razones que justifican que este tema siga marcando la agenda macro.
Primero, no deja de llamar la atención el menor dinamismo local, pese a que el crecimiento externo y los precios de commodities -entre otras variables- no han presentado un deterioro relevante.
Segundo, es válido preguntarse cómo se transitará hacia un mayor crecimiento el próximo año si, en el escenario más probable, tanto la política fiscal como la monetaria, comenzarán a ajustarse y reducirán su contribución a la expansión del PIB.
Tercero -probablemente la razón más relevante-, es que luego de dos años con un crecimiento por debajo de 3% y una inflación sobre la meta, es más que válido preguntarse si es que el PIB potencial estará cayendo más de lo que pensamos.
En este escenario, creo que es más importante que nunca abordar los temas estructurales detrás del crecimiento del país, sobre todo sabiendo que el ajuste esperado en el crecimiento del gasto fiscal, las potenciales alzas de tasas de política monetaria (TPM), los efectos del ciclo de inversión minero y algunos elementos de más largo plazo -como la composición demográfica de la población-, no nos ayudarán a retomar tasas de expansión mayores. Es así como la consideración de los efectos de reformas sobre la capacidad productiva del país, avances en inversión energética e implementaciones de concesiones, entre otras, definitivamente podrían marcar la diferencia en el largo plazo.